Advertencia: esta nota revela detalles de la trama de la serie Unorthodox.
Un entorno en el que el miedo lo contaminaba todo.
Así recuerda Deborah Feldman cómo fue crecer en el seno de una comunidad judía ultraortodoxa jasídica en el barrio de Williamsburg, en Nueva York (Estados Unidos).
Esta escritora estadounidense-alemana residente en Berlín ya era conocida en los círculos intelectuales de la capital alemana, pero ahora ha cobrado notoriedad internacional gracias a uno de los últimos éxitos de Netflix.
Hablamos de Unorthodox ("Poco ortodoxa"), una miniserie de cuatro episodios que cuenta la historia de una joven judía que rompe con la estricta comunidad Satmar a la que pertenece y huye para encontrar su camino, "su propia voz".
Púbico y crítica coinciden en elogiar la serie por su cuidada producción, su narrativa, la ambientación, el vestuario y la fotografía, pero sobre todo por el excelente trabajo del elenco, en el que destaca la israelí Shira Haas, que interpreta a la protagonista, Esther Shapiro, Esty.
La serie, hablada en yidis e inglés, es una adaptación de Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots ("El escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas"), un libro autobiográfico en el que Feldman describe cómo fue su propio proceso de ruptura.
Feldman agradece el interés que ha despertado su particular biografía, cuya representación en las pantallas es una adaptación libre que, sin embargo, honra la esencia de su testimonio.
Según explican las creadoras de la serie, las licencias creativas eran necesarias no solo desde un punto de vista artístico sino también por respeto a la privacidad de la escritora en el momento presente.
La conciencia del Holocausto
Feldman nació en agosto de 1986 en una familia de la comunidad jasídica Satmar en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, Nueva York,
Su madre fue expulsada de la comunidad por ser lesbiana y su padre tenía una discapacidad mental, así que creció con sus abuelos, Bubbi y Zeidy, ambos sobrevivientes del Holocausto.
"Los amé mucho", contó Feldman en una reciente entrevista con Deutsche Welle. "Mi abuela me convirtió en la persona que soy, sin su influencia nunca hubiera conseguido todo lo que he logrado".
Sin embargo, esta devoción por sus abuelos le hizo ignorar sus propias necesidades.
Desde pequeña sabía que era diferente. Le gustaba leer en inglés, pero tenía que esconder los libros bajo la cama porque en casa y en la comunidad se hablaba yidis.
Le fue prohibida una educación laica, no podía ir a la biblioteca pública y su destino era casarse y formar una gran familia.
Durante la adolescencia, la desconexión entre lo que se esperaba de ella y sus verdaderos deseos le causaba un dolor que reprimía al observar a sus abuelos.
"El hecho de que fueran sobrevivientes del Holocausto me hizo ver que mi sufrimiento no se podía comparar al suyo. Nunca quería quejarme de lo que me pasaba porque era muy consciente de lo que padecieron", le dijo Feldman a DW.
El temor de Dios
La comunidad jasídica en la que creció Feldman fue fundada por judíos ortodoxos sobrevivientes de la II Guerra Mundial que creían que el Holocausto fue "un castigo de dios por la asimilación y el sionismo".
Se asentaron en pleno Nueva York y adquirieron el nombre de su lugar de origen, Satmar, una ciudad húngara en la frontera con Rumanía.
Para evitar otro "castigo divino", los Satmar establecieron un estricto estilo de vida de acuerdo a una rigurosa interpretación de la ley judía.
Para Feldman, ese temor al castigo o la ira de dios lo dominaba todo: "Es un estado constante de terror, te enseñan que dios solo existe para ser temido".
Matrimonio infeliz
Cuando tenía 17 años, Feldman se casó con un joven llamado Eli. Fue un matrimonio concertado.
Las vidas de Feldman y del personaje de ficción van de la mano en esta etapa.
En la serie vemos a Esty atrapada en una relación en la que no es feliz, sometida a una agobiante presión por culminar las relaciones sexuales con su esposo, algo que le resulta imposible por el dolor que siente.
Esta situación requiere incluso de la intervención de su suegra, que considera que la joven tiene un bloqueo mental.
Para los Satmar, la reproducción es de vital importancia. Se espera que las mujeres tengan entre 10 y 20 hijos para que el grupo crezca de forma rápida y se garantice su supervivencia.
En la vida real, Feldman también tuvo problemas para mantener relaciones sexuales sin dolor con su esposo, pero -a diferencia de Esty- no tardó en quedar embarazada.
Ruptura total
Feldman dio a luz a su hijo en 2006, lo que significó un punto de inflexión en relación con su permanencia en la comunidad.
Es aquí donde realidad y ficción toman caminos separados.
En Unorthodox, el esposo de Esty le pide el divorcio justo el día que ella descubre que está embarazada y decide marcharse a Berlín, la ciudad en la que vive su madre.
Feldman no cortó con todo de forma tan repentina.
En un primer paso, la escritora convenció a su esposo para que se mudaran a otra zona de Nueva York, dejando Williamsburg y la comunidad Satmar atrás.
Lejos de la presión del grupo, Feldman empezó a estudiar literatura en el Sarah Lawrence College,.
A los pocos años, en 2010, dejó a su marido y se llevó a su hijo, aunque permaneció en Nueva York.
Su principal preocupación, según sus propias palabras, era que le arrebataran la custodia del pequeño.
No conocía el caso de ninguna mujer que hubiera abandonado la comunidad Satmar y hubiera logrado quedarse con sus hijos, pero ella lo consiguió.
Vértigo y autoconocimiento
Feldman no tiene contacto con ningún miembro de su familia desde 2006, cuando se fue de Williamsburg con su todavía esposo y el bebé recién nacido.
Tras la separación, también perdió el vínculo con su marido, aunque han vuelto a hablar posteriormente.
En 2012 publicó el libro en el que se basa la serie de Netflix, que se convirtió en éxito de ventas.
Dos años después, la escritora se trasladó a Berlín. Cuenta que viajó a Europa para seguir el rastro de su familia, para investigar cómo había sido la vida de su abuela.
¿Qué sintió tras dejar atrás una parte tan fundamental de su vida?
"Al principio no sentía casi nada. Estaba en shock. Tenía un miedo inmenso y una sensación de estar flotando. No sabía quién era como persona, sin vínculos, sin saber qué me depararía el futuro. Era extremadamente aterrador. Sobreviví gracias a que no pensé demasiado".