Orwell. Radiohead. La hegemonía de las multinacionales.
Las palabras anteriores pueden resultar inconexas, pero en la cabeza del escritor mexicano Eduardo Rabasa todo cuadra.
Orwell y Radiohead perfilaron a Rabasa en su visión de la sociedad. Una que considera individualista, narcisista y dominada por el poder, incluidas las multinacionales.
Así lo ha reflejado en algunas de sus novelas, como en La suma de los ceros de 2014 y Cinta Negra en 2017.
Rabasa (Ciudad de México, 1978) conversó con BBC Mundo sobre su visión del humano y su lugar en el sistema.
Algo que compartirá durante un taller en el Hay Festival Querétaro 2020, llamado Orwell, Radiohead y la hegemonía de las compañías multinacionales. Imaginación sociopolítica para nuevas relaciones sociales.
El nombre del taller impacta por la mezcla de Orwell, Radiohead y las relaciones sociopolíticas actuales.
La novela 1984 de George Orwell me influyó mientras cursaba ciencias políticas en la universidad. Cambió mi visión sobre cómo funciona el mundo.
Orwell insiste mucho en cómo un Estado incide en las conciencias y comportamientos de los individuos sin recurrir a la fuerza física o que esta sea el último recurso.
Radiohead, por otro lado, es mi banda favorita. No solo por su estilo. Pienso que su arte es una de las mejores expresiones de la enajenación y depresión del individuo contemporáneo.
Orwell y Radiohead son dos grandes influencias que a lo largo de mi vida dan muchas claves para comprender nuestro mundo.
El taller las vincula con fenómenos muy específicos que estamos viviendo, con la hegemonía de los gobiernos y multinacionales como Google o Facebook.
¿De qué forma?
Cuando Donald Trump ganó la presidencia, 1984 se disparó al primer lugar de ventas en Estados Unidos.
Es un libro escrito hace más de 70 años, pero que explica muy bien muchas claves de cómo una figura como Trump llega al poder utilizando el miedo y el odio.
Las ideas de Orwell siguen vigentes. Las apariencias son distintas pero el mecanismo es el mismo.
Si comparamos, ¿quién sería actualmente Gran Hermano, el gobernante totalitario de 1984?
El poder de Gran Hermano reside en que puede ser cualquiera. Orwell alude a una figura que te vigila, que te impone.
Puede ser Trump, tu padre o una multinacional. La clave del miedo es muchas veces la proyección del mismo en tu interior.
No es tanto que Trump sea omnipresente, sino que su figura genera miedos y odios.
Orwell entendió muy bien la importancia del odio como mecanismo político y por eso hay este ritual de odio en sus sociedades distópicas.
Entre Gran Hermano y Donald Trump puede establecerse esa comparación.
Sin embargo, se pueden atribuir otros mecanismos a empresas como Google, por ejemplo.
Puede generar ansiedad que Google sepa con quién estamos, hablamos y dónde nos desplazamos.
Habría que revisar caso por caso, pero el Gran Hermano actual está representado por varias figuras o ideas a la vez.
Escuchándote y leyendo tus columnas en el diario mexicano Milenio no puedo evitar ponerme en el lugar del lector y pensar que eres algo pesimista.
Es que ahora mismo el realismo es una forma de pesimismo.
Yo no creo que sea pesimista o proclive a regodearme en la negatividad en mi vida privada y social.
El problema es que, incluso antes del apocalipsis de la pandemia, nos tocó vivir una vida complicada.
Tenemos los problemas de la distribución de la riqueza, la desigualdad, la pobreza, la violencia machista y la vinculada al narcotráfico, sobre todo en México.
Lees las noticias un día cualquiera y es muy difícil ser optimista. Sobre todo porque no hay soluciones concretas.
¿Quién tendría la culpa de esto, quién sería el responsable?
No culparía directamente, pero creo que tiene que ver con un proyecto político elitista que trasciende fronteras. Puede ser un Estado influyente o una compañía multinacional, como decíamos.
También te digo que todos somos cómplices.
Una de las ideas básicas de que vivimos en una permanente alienación mental es que no nos damos cuenta de que todos somos engranajes del mismo sistema que a la vez nos aplasta.
Hay cierta complicidad en el pronóstico del estado de las cosas, pero sin alternativa clara para actuar diferente.
Hay muy pocos a disgusto con el sistema que sepan qué camino elegir.
El dominio del Estado es apabullante.
Tú estudias la complejidad de nuestras relaciones y a la vez concluyes que cada vez somos más individualistas.
Verás, vivimos en sociedad y eso siempre engloba una gran red de relaciones.
No es que vivamos aislados, pero la narrativa del neoliberalismo en que vivimos es que la suma de egoísmos produce un mayor bienestar agregado. Eso es un postulado básico.
Esa narrativa hace que prime la utilidad, el placer y el interés personal. El sálvese quien pueda.
Algo que retrataste un poco en tu novela Cinta Negra, en el entorno laboral.
Sí, el personaje principal es un antihéroe, alguien que reúne lo peor del mundo. Es misógino, racista, clasista y está obsesionado con el éxito y el poder. Los demás son solo instrumentos.
Sin embargo, también vive algo que muchos podemos experimentar, una especie de teología laboral casi religiosa.
Muchos queremos ascender en el trabajo, pero no está claro cuáles son los parámetros. Es como una secta.
El trabajo está reemplazando de cierto modo la vida. Los individuos obsesionados con el éxito convierten al trabajo no en un medio para vivir, sino en un fin.
La ética, la moral y las relaciones de amistad y amor se supeditan al trabajo.
Suenas muy crítico con lo que significa el trabajo hoy en día, incluso después de muchos años de lucha por mejorar condiciones y obtener derechos.
Es que yo no comparto que las condiciones hayan mejorado. Todo lo contrario.
Al menos en México ha ocurrido un desmantelamiento progresivo de sindicatos y el trabajo se ha precarizado.
Frecuentemente escuchamos historias de horror de trabajadores de Amazon o Uber, gente con contrato de cero horas y que debe compensarlo con 13-14 horas de trabajo.
Yo veo mucha regresión.
Tú relacionas mucho individualismo con narcisismo y lo vinculas a las redes sociales. ¿Crees que las redes sociales fomentan este comportamiento o simplemente sirven de plataforma a rasgos humanos que siempre han existido?
Hay mecanismos habituales que se reciclan a lo largo de la historia. La aparición de las redes sociales es uno de esos momentos.
En nuestra editorial, Sexto Piso, hicimos una encuesta para conocer mejor a nuestros lectores y preguntamos qué tanto usaban las redes sociales.
La respuesta más seleccionada, por un 70-80% de las personas, fue la de "a todas horas durante todo el día".
Mira, hace poco también leí sobre un término muy curioso que se llama instagramability. Esto es que muchas personas eligen el lugar de vacaciones, en vez de por el clima, la comida o los precios, por cuánto se presta para lucir fotografías en Instagram.
Los 'me gusta' y las fotos reemplazan a las propias vacaciones.
El sujeto narcisista convierte en objetos a otros sujetos, incluso los propios seres humanos. Mis amigos y mi pareja son en realidad parte de mi yo narcisista.
Así funcionan el narcisismo y el individualismo de nuestro tiempo y eso está muy vinculado a las redes sociales.
Ahora que hemos hablado de relaciones de poder y narcisismo, me gustaría que me contaras sobre algo que viviste en carne propia cuando publicastetu primer libro y eso no gustó a algunas personas de la editorial para la que trabajabas.
Nosotros fundamos la editorial Sexto Piso en 2002 y mi primera novela apareció en 2014, 12 años después.
Esto generó ciertas tensiones porque creo que de cierto modo cambié mi estatus. Hubo muchos a los que no les gustó que publicara mi propio libro.
El mundo de las letras es muy vertical y jerárquico y el estatus es muy importante. En esa cima digamos que se encuentra el autor.
Todo esto tiene que ver con los temas que hemos hablado, del orden que algunos no quieren romper y de que hay etiquetas con más valor que otras.
Lo veo todo el rato en festivales de literatura. Van algunos autores o autoras, dan una charla maravillosa sobre la desigualdad, la pobreza y las minorías y luego bajan de la charla y la persona en privado es alguien prepotente que tiene poco que ver con lo que predica.