Nikola Tesla ha pasado en los últimos años de ser un genio olvidado a tener, por fin, el reconocimiento que se merece.
Hoy la marca de autos eléctricos de Elon Musk lleva su apellido y la historia poco a poco reconoce los triunfos que tuvo respecto a sus más grandes competidores: Guglielmo Marconi y Thomas Alva Edison, con quien sostuvo la llamada Guerra de las Corrientes a finales del siglo XIX y principios del XX.
Edison le apostaba a la corriente continua como el mejor método para transmitir electricidad, mientras que Tesla se la jugaba por la corriente alterna, que había logrado desarrollar con base en sus patentes.
Al final de una feroz batalla científica, mediática y de relaciones públicas, la corriente alterna de Tesla se impuso como la mejor manera de distribuir electricidad.
Los inventos de Teslas fueron fundamentales para que hoy sea posible el funcionamiento de toda clase de dispositivos eléctricos.
Durante su vida, Tesla vio cómo en varias ocasiones otros inventores y empresarios se quedaban con los créditos -y el dinero- que le correspondía a él.
Un día, sin embargo, emprendió un proyecto ambicioso que prometía revolucionar las comunicaciones a distancia en el mundo, y que lo habría hecho famoso para siempre.
Su idea era crear un sistema de transmisión inalámbrica mundial.
El proyecto fracasó y fue el inicio de la debacle de Tesla, quien murió el 7 de enero de 1943, pobre, endeudado y con rasgos obsesivos.
Sin embargo, 100 años después su idea fue una suerte de premonición de lo que hoy es el internet y las redes wifi.
La carrera por la energía
Hacia 1900, Tesla competía con su archirrival Guglielmo Marconi por ver quién era el primero en lograr transmitir mensajes a través del Atlántico.
Así, en 1901 Tesla convenció al inversor J.P. Morgan de que le diera US$150.000 para construir una torre futurista en Long Island, New York.
"Una vez terminada, hará posible que un hombre de negocios en Nueva York dicte instrucciones y haga que aparezcan de forma instantánea en su oficina en Londres o en cualquier otro lugar", escribió Tesla en su momento.
Las palabras de Tesla parecían una profecía:
"Un instrumento barato, no más grande que un reloj, le permitirá a su portador escuchar en cualquier parte, en el mar o en la tierra, música y canciones, el discurso de un político, la conferencia de una eminencia científica o el sermón de un clérigo, pronunciado en cualquier lugar distante".
Y se pone mejor:
"De la misma manera, cualquier foto, carácter, dibujo o impresión podrá ser transferida de un lugar a otro. Millones de estos instrumentos podrán ser operados desde una sola planta como ésta".
Suena familiar, ¿no?
El plan de Tesla era muy atractivo y recibió el dinero que necesitaba para construir la torre de transmisión inalámbrica, a la que llamó Wardenclyffe, por la comunidad en la que estaba siendo construida. Más adelante se le conocería como la Torre Tesla.
Su idea estaba basada en que podía transmitir señales de alta frecuencia sin necesidad de cables, algo que ya había probado con las bobinas que él había inventado años antes.
Tesla estaba convencido de que podría transmitir señales a través de la atmósfera de la Tierra, con lo cual no sólo crearía un sistema de comunicación, si no de distribución de energía para todo el planeta.
Los planes de Tesla parecían marchar, pero recibió un golpe fulminante cuando en diciembre de 1901 Marconi logró enviar una señal de radiotelégrafo desde Inglaterra hasta Canadá, apoyándose en 17 patentes de Tesla.
El proyecto de Tesla era más ambicioso y prometedor, pero ya el daño estaba hecho. Los inversores centraron su atención en Marconi y J.P. Morgan se negó a darle más fondos a Tesla.
Así, la torre de Tesla se convirtió en una mole inservible que finalmente se vino abajo en 1917.
Ante su derrota, quizás la más grande de su carrera. Tesla no pudo más que culpar a un "mundo débil, ciego y dudoso" por no apoyar su proyecto que quizá habría cambiado al mundo para siempre.