"Si quieres salvar el planeta, tu voto es mucho más importante que tu dieta": David Wallace-Wells
"Me llaman alarmista. Es cierto, estoy alarmado. Y todos deberíamos estarlo".
El editor adjunto de la revista New York, David Wallace-Wells, es contundente cuando habla sobre el cambio climático.
Su apocalíptica idea de que la Tierra será inhabitable si no hacemos nada para combatir la crisis climática ya causó revuelo en 2017, cuando publicó en portada un extenso ensayo que acabó por convertirse en lo más leído en la historia del magacín (desde 1968).
Solo necesitó una semana para batir el récord.
El año pasado, el periodista reabrió el debate con un superventas del New York Times en el que amplía -con una narración exhaustiva y a la vez mordaz, llena de ironía y humor ácido- la descripción de todos los posibles escenarios (presentes y futuros) del "caos climático".
"La lentitud del cambio climático es un cuento de hadas tan pernicioso quizá como el que afirma que no se está produciendo en absoluto", dice al inicio de su libro The Uninhabitable Earth ("El planeta inhóspito", 2019). "Nos llega agrupado con otros [cuentos] en una antología de patrañas tranquilizadoras".
Un mundo de sequías, inundaciones, plagas y hambrunas, con enfermedades infecciosas desprendiéndose de glaciares moribundos, agresivas olas de calor, aire irrespirable y conflictos.
"Es mucho, mucho peor de lo que imaginas", escribe el escritor neoyorkino.
Él mismo reconoce que digerir las catástrofes que se suceden en sus páginas requiere valentía, pero no se confiesa pesimista.
Todavía es posible, señala, un "futuro relativamente próspero y relativamente habitable" si llegamos a una solución global.
BBC Mundo habló con David Wallace-Wells antes de su participación en el Hay Cartagena 2020, la edición 15 del capítulo colombiano del Hay Festival, en donde conversará sobre los escenarios del cambio climático que narra en su libro.
A continuación, la entrevista completa.
Dice en su libro que no se considera un ambientalista. Sin embargo, se ha convertido en uno de los escritores del cambio climático más leídos en los últimos tiempos. ¿Cuándo empezó a preocuparle?
En cierto sentido, siempre me interesó el tema, pero empecé a tenerle miedo realmente a principios de 2016.
Salieron una cantidad de investigaciones nuevas mucho más alarmantes sobre los tipos de escenarios futuros que son posibles para la humanidad y no vi esa historia reflejada en la mayoría de los medios.
La investigación era tan alarmante que sufrí un ataque de pánico que me duró un mes.
Pero también sentí que el trabajo de los periodistas es compartir información con el mundo, y que era muy importante difundir estas noticias y tratar de comunicar lo mejor que podía lo alarmantes que eran.
Fue un despertar que nació del miedo. Leí muchos documentos que me hicieron sentir alarmado sobre el futuro a medio plazo del planeta y quise recrear ese despertar que sentí cuando tomé conciencia.
Sus críticos le llaman alarmista...
Y lo soy. Todos deberíamos estar alarmados.
Los cambios están ocurriendo mucho más rápidamente de lo que la gente esperaba y están ocurriendo de una manera mucho más global.
Los científicos han demostrado que el cambio climático tendrá un gran impacto económico, que dañará la producción de comida, que habrá conflictos y guerras, que causará daños emocionales... habrá cambios en casi todos los aspectos de nuestra vida.
Y creo que no tenemos una buena apreciación sobre ello.
Las cosas van a ser mucho peores incluso de lo que los científicos se atrevieron a expresar hasta hace poco.
Durante mucho tiempo, el peor cambio climático del que oímos hablar eran 2°C de calentamiento. Los científicos llaman a ese nivel "catastrófico" y algunas naciones del mundo lo han llamado "genocida".
Como resultado, el público tiene la sensación de que [un aumento de la temperatura global de] 2°C es el peor de los escenarios.
¿Y no lo es?
Teniendo en cuenta el momento en el que estamos ahora y los obstáculos a los que nos enfrentamos, llegar a 2°C es casi un escenario optimista.
Y solamente a ese nivel ?que podría ocurrir en 2040 o incluso antes? los científicos estiman que los daños de tormentas y deshielo se multiplicarán.
Que ciudades del Sudeste Asiático y de Medio Oriente se volverán tan calurosas que en los veranos habrá olas de calor que nos imposibilitarán caminar por la calle sin el riesgo de morir o sufrir un derrame.
Que tendremos hasta 1.000 millones de refugiados climáticos (según Naciones Unidas).
Que 150 millones de personas morirán por contaminación atmosférica.
Que ciudades en todo el mundo quedarán sumergidas bajo el agua.
Este tipo de cambios son los que podemos esperar en el mejor de los casos.
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Las cosas podrían empeorar a partir de ahora y creo que la opinión pública todavía no ha llegado a entender cuán dramáticas deberán ser las trasformaciones en la sociedad humana para que podamos vivir bajo esas condiciones.
Cuanto antes comencemos a pensar en cambios a gran escala -tanto el impacto que el cambio climático se espera que tenga en el mundo, como los que nosotros tenemos que hacer en nuestra sociedad para evitar un calentamiento mayor y para protegernos- mejor nos irá.
Sin duda, es un reto para nosotros, los periodistas, comunicar el cambio climático. Usted le dedica un capítulo entero de su libro "Storytelling" a cómo se abarca el tema desde los medios y también desde la narrativa cinematográfica. Usa términos como "fatalismo" o "porno climático". ¿Qué estamos haciendo mal?
Yo creo que, en términos generales, los medios llevan generaciones fallando al público sobre esta cuestión. Han fallado de manera absoluta a la hora de comunicar lo dramática que es la historia.
Pero este fallo tiene varias vertientes; no se trata solo de los medios, sino también de los científicos, que eran reacios a hablar sobre lo dramáticas que son las perspectivas porque les preocupaba aterrorizar a la población.
Los activistas y ambientalistas adoptaron una actitud similar: enfatizaron posibilidades optimistas para movilizar la opinión pública de manera más eficaz.
Pero, en algunos aspectos, los medios lo han estado haciendo mejor en los últimos años. Algunos están haciendo un tremendo trabajo a la hora de poner el cambio climático en portada casi todos los días.
Además, el cambio climático se ha vuelto innegable. Tuvimos que dejar de hablar de algo que iba a pasar en el futuro para empezar a pensar en algo que ya está ocurriendo.
Como resultado, el público está comenzando a tomar conciencia, aunque eso pasa también porque cada vez vemos climas más extremos -sequías, incendios, olas de calor- lo cual imposibilita que miremos para otro lado.
Lo que ocurre es que aunque a gente está viendo muchos más desastres naturales en sus pantallas de televisión y leyendo más sobre ello en la prensa, no necesariamente hace la conexión entre esos eventos y el cambio climático.
Hoy día, pese a que la mayoría de los periodistas en el mundo han dejado de tratar el cambio climático como un debate -ya no dan espacio a negacionistas, como hizo durante un tiempo la BBC- no están conectando esos climas extremos y desastres con el cambio climático tanto como deberían.
Menciona en el epílogo que 2019 fue un año clave. ¿Por qué?
En 2018, el grupo de científicos asesores de la ONU en materia de cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés), publicó un informe emblemático urgiendo mucho más que nunca antes a limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5° C.
No me parece una coincidencia que al año siguiente hayamos visto huelgas contra el cambio climático sin precedentes en todo el mundo.
Y es maravilloso lo que Greta Thunberg ha logrado en poco más de un año, convirtiéndose en una líder increíble e inspiradora.
Ahora estamos en un momento de protestas en el que la opinión pública ha virado dramáticamente hacia la acción climática.
La pregunta es: ¿usarán esta oportunidad nuestros líderes para hacer cambios políticos reales que nos permitan resistir a esta crisis?
Creo que estamos remando en la dirección correcta, pero no lo suficientemente rápido.
Y ninguna nación puede resolver el problema por sí sola, ni siquiera China o Estados Unidos, que son los principales emisores de gases de efecto invernadero.
Precisamente Estados Unidos tiene como líder a Donald Trump, uno de los mayores negacionistas del cambio climático. ¿Hasta qué punto es esto preocupante?
Mi perspectiva personal sobre eso ha cambiado un poco...
Al principio, cuando Trump tomó posesión del cargo, pensé que existía la posibilidad de que el hecho de que hubiera retirado a Estados Unidos del liderazgo en la lucha contra el cambio climático inspiraría a otros líderes -como China- a adoptar la actitud contraria.
Pero resultó al revés: no solo China abandonó sus compromisos, sino que también lo hicieron muchos otros países.
Y no solo está el problema de Trump en América, sino los "mini-Trumps" que hay en todo el mundo y que se mueven en la misma dirección, desde el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, hasta líderes de la oposición en Francia, como Marine Le Pen.
Se requiere una acción global porque el cambio climático es un problema global.
Usted habla de una solución global y de acciones políticas, pero entonces uno se pregunta: ¿qué puedo hacer como individuo?
No creo que podamos esperar que a todos a quienes preocupa el cambio climático logren el impacto que ha tenido Greta [Thunberg], pero su caso es un buen ejemplo de cómo la participación pública puede marcar la diferencia.
El impacto que puede tener cualquier individuo es principalmente a través de la política.
No creo que podamos cambiar la situación en ninguna de las trayectorias que son importantes a través de acciones voluntarias, como tomar menos aviones o comer menos carne roja; esas cosas son importantes para señalar a nuestros líderes políticos que estamos ansiosos por hacer un cambio.
Si quieres salvar el planeta, tu voto es mucho más importante que tu dieta.
Pero eso no significa que uno tenga que ocupar un cargo político para hablar sobre el tema. Es bueno conversar sobre ello también entre nuestro entorno y ver que un cambio es posible.
Lo peor que uno puede hacer es desesperarse porque nuestros políticos no estén haciendo lo suficiente. Tenemos que recordarles cuáles son las prioridades sociales para reorientar sus políticas.
¿Y qué hay de los estudios que dicen que si nos hacemos veganos salvaremos el planeta?
Esas investigaciones son acertadas y no las discuto.
Pero, a menos que puedas imaginarte a todo el planeta volviéndose vegano -unos 7.000 millones de personas renunciando voluntariamente a la proteína animal después de miles de millones de años dependiendo de ellas- estamos hablando de un impacto muy marginal.
Y sí, el impacto marginal es importante y cada granito de arena cuenta, pero si esperamos garantizarnos un futuro relativamente próspero, necesitaremos una transformación mucho mayor.
Incluso aunque tomemos menos aviones -algo que ya está ocurriendo en Suecia o Alemania- las reducciones [de emisiones] no llegarán a "cero", que sería lo que necesitamos en última instancia.
Uno de las mayores equívocos de la gente sobre este desafío es que todo lo que tenemos que hacer es reducir las emisiones aéreas. Si solo las reducimos en lugar de eliminarlas, el planeta seguirá calentándose mientras seguimos produciendo carbono, aunque sea más lentamente.
Por eso no podemos depender en acciones voluntarias como el veganismo o dejar de viajar en avión, a menos que esperemos que cada persona del planeta lo haga y eliminemos por completo toda la industria de la aviación, lo cual es muy difícil de imaginar...
Yo tengo la sensación de que, en general, las elecciones individuales de estilos de vida son útiles porque nos permiten vivir de acuerdo con ciertos valores y mostrar que nos preocupa realmente este problema, lo cual a su vez es importante como forma de concienciación política.
Pero los cambios que necesitamos tienen que venir desde lo político: construcción de infraestructuras, nuevas formas de transporte, etcétera.
La transformación política es mucho, mucho más importante que lo que podemos lograr a nivel personal.
Leo en su libro: "Si los más destacados emisores [de CO2] del mundo, el 10% del top, redujera sus emisiones al promedio de la Unión Europea, el total global de emisiones caería en un 35%. No lograremos eso por elecciones individuales en la dieta, sino a través de cambios políticos. La hipocresía puede parecer un pecado capital, pero también puede articular una aspiración pública". ¿A qué se refiere con "hipocresía"?
Desde la vertiente política, se habla de hipocresía para menospreciar la autoridad moral de los defensores climáticos.
Se refiere básicamente a que quienes no viven en perfecta concordancia con sus principios climáticos no están legitimados para hacer activismo o defender un cambio político.
Eso me parece muy perjudicial y bastante cínico.
Hay un distancia entre la manera en la que vivo ahora y cómo me gustaría que viviéramos en el futuro. Puedes llamar a eso hipocresía o puedes llamarlo ambición política.
Vivo en Nueva York, voy al supermercado y no puedo elegir yo solo los productos que consumo. Si quiero usar internet para comunicarme con otros defensores climáticos, no puedo determinar el tipo de electricidad que lo genera. Son factores que quedan fuera de mi control.
Todo lo que puedo hacer es operar con esas limitaciones y ejercer presión política para cambiar esa dinámica.
Hoy en día, hay muy pocas personas en este mundo que puedan vivir en perfecta concordancia con sus valores climáticos, incluso aunque les preocupe muchísimo.
Sin embargo, a nivel de liderazgo político sí que hay un tipo de hipocresía climática que me preocupa bastante.
Durante los últimos años, hemos visto mucha más agitación y discursos por parte de nuestros líderes sobre la necesidad de acciones climáticas. Sin embargo, han hecho pocos cambios.
En Canadá, Justin Trudeau declaró una emergencia climática y al día siguiente aprobó un nuevo oleoducto.
Emmanuel Macron, el presidente de Francia, criticó a Jair Bolsonaro (Brasil) por su comportamiento en el Amazonas, pero unos meses antes había anulado el aumento de los impuestos al carbono.
Y hay muchos ejemplos más.
Los líderes tienen la presión de presentarse como innovadores y visionarios climáticos, pero las políticas tardan en llegar o son menores de lo que prometen.
Creo que este tipo de hipocresía es mucho más preocupante que los comportamientos individuales.
Y entonces... ¿qué hacemos ante esta crisis climática?
Tenemos que hacer todo lo que podamos porque la crisis es grave y no tenemos mucho tiempo.
Los ciudadanos de todo el mundo tenemos una obligación moral de presionar para que se produzca un cambio.
Ya ha empezado a haber presión y creo que nos estamos moviendo hacia un futuro en el que se tendrán más en cuenta aspectos relacionados con el cambio climático y se actuará más rápido.
Pero tampoco no soy un optimista iluso. No creo que tengamos la oportunidad de evitar una catástrofe.
La pregunta es: ¿cómo será la vida después de eso y hasta qué punto podremos limitar el calentamiento a niveles relativamente habitables?
Si los científicos están alarmados, el público también debería estarlo.
Y aunque alarmismo no debería ser la única manera de responder ante esta crisis ni de hablar sobre ella -otras veces nos sentiremos más optimistas- es importante que ahora seamos honestos y transparentes sobre lo urgente que es.
Cuanto más nos motive ese miedo a actuar y a tomar cartas en el asunto, mejor.
David Wallace-Wells (Nueva York, 1982) es un periodista conocido por sus escritos sobre el cambio climático. Estudió Historia en la Universidad de Brown (EE.UU.). Es editor adjunto de la revista New York, donde a menudo escribe sobre esta temática.