Segunda Guerra Mundial: la rocambolesca historia de cuando Hemingway salió a cazar submarinos nazis
Escritor, periodista, aficionado a la pesca, la caza y las corridas de toro y también perseguidor de submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial en Cuba.
El currículum de Ernest Hemingway rara vez defrauda.
En Cuba, el novelista no solo vivió muchos de sus años más prolíficos, sino también algunas de sus aventuras más aguerridas y temerarias.
Para 1941, cuentan historiadores, el nazismo ya había penetrado en la isla. Tenían centros de entrenamiento paramilitares, celebraran reuniones secretas y habían desplegado una flota de submarinos alrededor para llevar a cabo operaciones de espionaje.
Hemingway, entonces un reconocido antifascista, se puso manos a la obra para fundar, primero, una organización de contrainteligencia para descubrir operaciones nazis en la isla.
Y segundo, una tripulación para salir a mar abierto a detectar submarinos alemanes, atraerlos y neutralizarlos con granadas y metralletas.
Una aventura rocambolesca en la vida del escritor que, de haber dado con una nave enemiga como pretendía, es probable que jamás hubiese vivido para contarlo.
Hemingway en Cuba
El novelista llegó para asentarse en Cuba en 1939, mientras la Segunda Guerra Mundial estremecía al mundo.
Había regresado de su oficio como corresponsal en la guerra civil española y vivía con su tercera esposa, la también periodista Martha Gellhorn, en Finca Vigía, una casona privilegiada en las afueras de La Habana.
Finca Vigía fue una de las residencias más estables en la vida de Hemingway y donde escribió, entre otras, El viejo y el mar, la novela que le mereció el Nobel de Literatura en 1954, siete años antes de su trágico suicidio en Estados Unidos.
Una "fábrica de maleantes"
La labor antifascista de Hemingway en Cuba comenzó con la creación de un servicio de contrainteligencia para destapar organizaciones nazis que supuestamente florecían en La Habana.
"Le llamó "The Crook Factory" (La fábrica de maleantes) y para ello reclutó, entre otros, a españoles antifascistas veteranos en el Club Vasco de La Habana", cuenta a BBC Mundo Norberto Fuentes, escritor cubano y autor de Hemingway en Cuba, sobre la vida del novelista estadounidense en la isla.
De acuerdo al libro de Fuentes, entonces en La Habana había miles de falangistas españoles, muchos de ellos pertenecientes a sociedades pronazis.
La labor de Hemingway contaba con el beneplácito y la aprobación del embajador de Estados Unidos en Cuba, Spruille Braden. Aunque no está del todo claro a cuál de los dos se le ocurrió la idea de que el escritor organizara su propia empresa de contrainteligencia.
"Durante unos meses en 1942, Hemingway trató de destapar espías fascistas para la embajada estadounidense. Jamás encontró alguno, aunque redactó una serie de informes de calidad dispar", cuenta Nicholas Reynolds, historiador estadounidense y autor de otra biografía sobre las aventuras secretas del escritor.
Probablemente, dice Fuentes, llegó el punto en que Hemingway se cansó de que le llegara poca información relevante y decidiese lanzarse a la acción y cazar a los submarinos alemanes que rondaban Cuba desde 1941.
Patrullas civiles
Si en Europa la guerra contra el fascismo alemán se libraba a base de bomba y metralla, del otro lado del Atlántico se producía un enfrentamiento más estratégico.
En 1941, tras la entrada de Estados Unidos en la contienda, Alemania desplegó submarinos en el Golfo, el Caribe y el norte del Atlántico.
Además de explorar y espiar, "los submarinos alemanes atacaban los barcos aliados cargados con petróleo venezolano, azúcar y níquel cubano. Los depredadores nazis la pasaron bien por la escasa defensa antisubmarina que hubo al principio", relata Fuentes.
En efecto, este despliegue agarró poco preparado a Estados Unidos.
"Así que la Marina pidió a dueños de yates del este del país que mantuvieran los ojos abiertos ante posibles avistamientos de submarinos alemanes. De esa forma se organizaron una especie de patrullas ciudadanas que realmente dieron buen resultado", dice Reynolds.
El objetivo de estas patrullas era simplemente vigilar. No estaba previsto que se enfrentaran a la armada nazi. Solo debían informar a la Marina en caso de avistar alguno.
En la embajada estadounidense en La Habana quisieron exportar esta estrategia a la isla.
Hemingway se enteró por sus contactos en la embajada y miembros de la Marina y en 1942 reclutó su propia tripulación, se embarcó en su bote de pesca y salió a rastrear las costas cubanas.
Pero su objetivo iba más allá de detectar e informar sobre los submarinos. También pretendía darles caza.
¿Un plan suicida?
El Pilar, el legendario barco de pesca en que Hemingway emprendió la misión, lo había comprado en 1934.
Se trataba de una pequeña embarcación de madera. La eslora medía unos 12 metros y la manga menos de cuatro.
Al comenzar la patrulla, lo camuflaron como embarcación científica. Querían disfrazar de investigación una misión casi kamikaze.
Para armar el Pilar, Hemingway se sirvió de su amistad con el embajador Braden y el coronel John Thomason, un veterano de la Primera Guerra Mundial y entonces miembro de la Oficina Naval de Inteligencia.
Consiguió granadas de mano, pistolas, explosivos, municiones, un fusil antitanque, cinco ametralladoras, una emisora de radio, chalecos de salvamento y prismáticos nocturnos.
También juntó provisiones, alimentos y bebidas, y durante alrededor de dos años se dedicó a peinar la costa norte de Cuba, entre las provincias de Pinar del Río y Camagüey.
Como acompañantes, Hemingway escogió, además de un capitán para el barco, a un grupo formado por cubanos, estadounidenses y españoles.
Entre los españoles juntó a algunos jugadores de pelota vasca. Confiaba en que los peloteros tendrían la destreza y fuerza requeridas para colar las granadas dentro de las escotillas de los submarinos.
"Es fácil comprender que Hemingway pudiera reclutar a ocho hombres para sumarlos a esta aventura, ya que se trataba de un proyecto con algunas posibilidades de acción y muchas de pasar un buen rato", apunta Fuentes en su libro.
A la operación le llamó Friendless (Sin amigos), el mismo nombre de uno de los más de 50 gatos que llegó a domesticar en Finca Vigía.
"El propósito de Hemingway era aparentar ser un bote de pesca, atraer de algún modo a los alemanes y, cuando estos se acercaran, comenzar a disparar la metralleta y lanzar las granadas hacia el submarino", cuenta Reynolds.
"De haberse acercado lo suficientemente a los alemanes, el plan habría resultado tremendamente riesgoso y potencialmente suicida", agrega el historiador.
"El tipo de operación, semejante a la de una guerrilla, se ajustaba a una personalidad indomable por naturaleza, si es que vamos a creerle al promedio de sus apologistas", relata Fuentes.
¿Temeridad o valentía?
La realidad es que durante los dos años que duró el periplo, Hemingway y sus camaradas no se enfrentaron a ningún submarino nazi.
Cuentan que apenas divisaron uno, pero este no cayó en la trampa y se alejó al encontrarse con la "embarcación pesquera".
Pero, ¿cómo pretendía Hemingway enfrentarse a un submarino acorazado de acero desde un pequeño barco de madera y con armas limitadas?
Para Fuentes y Reynolds, eso sigue siendo una incógnita. Aunque tienen claro que, de haberse producido un enfrentamiento, probablemente el Pilar habría acabado en el fondo del mar junto a todos sus tripulantes.
La misión de Hemingway rozó una delgada línea entre la temeridad y la valentía. Podría atribuirse al espíritu aventurero del novelista, pero lo cierto es que se tomó su operación muy en serio.
"Hay mucha leyenda sobre el Hemingway juerguista, bebedor y aventurero. Claro que le gustaba beber, pero era un tipo tremendamente organizado y dedicado a su trabajo. Si realizó esta empresa era porque era un patriota y estaba convencido de la viabilidad de la operación", opina Fuentes.
Reynolds coincide: "Hemingway podía ser muy disciplinado cuando quería y esta misión lo contrasta. No se enfrentaron a ningún peligro, pero durante dos años prestó un servicio útil y serio patrullando las costas cubanas".
De vuelta a la corresponsalía de guerra
A fines de 1943, la amenaza submarina había mermado.
Del otro lado del océano, los Aliados habían conseguido derrotar al Eje fascista en Túnez y la invasión europea para liberar el continente de los nazis era inminente.
Martha Gellhorn se encontraba en Londres desde mediados de 1943 para desempeñarse como corresponsal de guerra.
Desde allí, pidió a Hemingway que culminara sus patrullas y acudiera a cubrir el conflicto que estaba a punto de llegar a su fase decisiva.
El novelista partió hacia el frente, donde cubrió eventos trascendentales como el desembarco en Normandía y la liberación de París.
Tras su marcha, la operación Friendless continuó cerca de un año más, pero el número de misiones disminuyó.
El matrimonio Hemingway-Gellhorn acabó rompiéndose en 1945. Dicen que, en parte, debido al amplio tiempo que Hemingway dedicó a cazar submarinos y espías nazis en compañía de sus amigos durante el tiempo que la pareja vivió en Cuba.
La operación Friendless no tuvo quizás la violencia bélica que esperaba el novelista, pero probablemente le valió de inspiración para su novela póstuma "Islas en el Golfo".
"Hemingway, gracias a la literatura, solucionó años después lo que nunca aconteció en la realidad: si sus búsquedas de un submarino nazi fueron infructuosas, en "Islas en el Golfo" logró su cometido: combatir contra submarinistas alemanes, perseguirlos, utilizar todas sus potencialidades bélicas y medir sus fuerzas exitosamente con el adversario", escribe Fuentes.