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La historia de la negociación de la reina de los Países Bajos con nazis para salvar a familia belga

La historia de la negociación de la reina de los Países Bajos con nazis para salvar a familia belga
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Cuando la Segunda Guerra Mundial se acercaba a su fin, la reina holandesa Guillermina intervino para ayudar a salvar a la familia real de Bélgica, según recientes documentos publicados.

Nazis, una familia real en peligro y una trama secreta para liberarlos.

A más de 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, nuevos detalles ocultos salen a la luz.

Cuando el conflicto bélico se acercaba a su fin, la reina Guillermina de los Países Bajos buscó un acuerdo con los nazis para salvar a la familia real belga, según los diarios recientemente publicados de su ministro de Relaciones Exteriores, Eelco van Kleffens.

A fines de marzo de 1945, Bélgica y el sur de los Países Bajos habían sido liberados del ejército alemán, pero el rey de Bélgica, Leopoldo III, estaba cautivo en Austria.

La madre de Leopoldo temía que los nazis asesinaran a la familia.

Así que Guillermina consideró un posible intercambio, según afirmó un historiador holandés.

La reina pidió a su ministro de Relaciones Exteriores en el exilio en Londres que "escuchara" a través del Vaticano si a los nazis de alto rango se les podría ofrecer una ruta de escape a cambio de la liberación de la familia real belga, dice Michael Riemens, quien acaba de publicar los diarios del ministro.

Las revelaciones arrojaron más luz sobre cómo los principales dirigentes nazis estaban tratando de negociar su escape de Europa en los últimos días de la guerra.

Muchos nazis de alto rango terminaron en América Latina, incluyendo a Adolf Eichmann, Josef Mengele y Klaus Barbie.

"Hasta ahora nunca habíamos oído hablar de que los holandeses jugaran un papel en eso", dice Riemens, cuyo libro "Majestad, no conoces la vida real", presenta los diarios del ministro.

¿Qué pasó en marzo de 1945?

Para entonces, la reina Guillermina había regresado a la parte liberada de los Países Bajos y, a fines de marzo, viajó a Bruselas para ver a la reina madre de Bélgica, Isabel, y al hermano del rey, Carlos.

Leopoldo III, que polémicamente se había quedado en Bélgica durante la ocupación nazi, fue trasladado por los nazis a Austria en 1944 cuando los aliados avanzaron y fue detenido allí con su segunda esposa, Lilian, princesa de Réthy, y sus hijos Josefina Carlota, Bauduino, y Alberto.

Isabel le dijo a Guillermina que estaba muy preocupada de que los nazis mataran al rey y a sus hijos, cuenta Riemens.

Como el hermano de Leopoldo no tenía hijos, ella debe haber temido por el futuro de la familia real belga.

El historiador cita una carta escrita por la reina holandesa al rey británico Jorge VI, y se refiere a la reina madre belga mencionando un posible intercambio:

"Ella voluntariamente se contactó con los alemanes a través de la Cruz Roja con el propósito de permitir que al menos los niños puedan viajar a Suiza. Los alemanes respondieron que sería posible que los niños y Leopoldo fueran a Suiza si el gobierno suizo extendía condiciones similares para los jefes nazis".

¿Cómo respondió Jorge VI?

Riemens le dijo a la BBC que encontró la reacción del rey a la carta de la reina holandesa en los archivos del gabinete de la reina.

"Querida prima Guillermina... Estoy muy interesado en escuchar que la prima Isabel te habló sobre Leopoldo y los niños. Como dices, nunca podremos llegar a un acuerdo con los alemanes, pero creo que debe haber alguna otra forma para liberarlo".

El mismo día, Guillermina habló con el ministro Eelco van Kleffens y, según el historiador Riemens, el 29 de marzo, el funcionario se comunicó con el internuncio del Papa Pío XII en La Haya (embajador en Londres) y esto escribió en su diario:

"Por la tarde, el internuncio llegó tal como le pedí. Su majestad me había encargado que le pidiera que compartiera con el Papa que el rey de Bélgica y sus hijos corrían el peligro de ser asesinados a menos que los más altos jefes nazis pudieran obtener asilo en un país seguro. Esta información iba acompañada con la esperanza de que el Papa hiciera algo".

¿Qué pasó después?

Según Michael Riemens, el enviado holandés a la Santa Sede entrega un informe en abril sobre el apoyo papal a la propuesta holandesa, y ese informe lo transmite el embajador holandés en Londres, Michiels van Verduynen.

Ese informe no está incluido en el archivo, y el historiador dice que se cree que la reina destruyó varios documentos.

Una nota fechada el 21 de mayo de 1945 de puño y letra de la reina indica su agradecimiento especial por la acción del Papa.

"Significa que el Papa actuó, pero no hay pruebas", dice.

Durante años, el Vaticano ha estado bajo presión para abrir sus propios archivos secretos de la guerra, y la Santa Sede dijo el mes pasado que abriría los archivos el próximo año.

"Creo que la realeza jugó un papel a través de este contacto con el Papa y, de repente, vemos a una reina muy diferente", dice el historiador.

Guillermina recibió el apoyo de los holandeses durante la guerra por sus transmisiones de radio desde el exilio en Londres, que aumentaron la moral. No solo se sabía que era antinazi, sino que también se la consideraba anti-vaticana.

"Hay una realeza en peligro, una gran amenaza para la monarquía belga, y ella decide intentar usar al Papa", dice Michael Riemens.

Miles de altos mandos nazis pudieron huir durante el caos al final de la guerra.

Pero la intervención de la reina holandesa no provocó la liberación del monarca belga.

El rey Leopoldo fue finalmente liberado semanas después, cuando las fuerzas estadounidenses avanzaron cerca de Salzburgo.

Guillermina abdicó en 1948 y murió en 1962.

¿Pudo el rey Jorge haber ayudado?

Si bien Jorge VI era cercano a Guillermina y al gobierno holandés en el exilio, parece poco probable que pudiera haber tenido alguna influencia al final de la Segunda Guerra Mundial.

"Puede ser que Jorge haya pensado: 'Tengo un pariente muy cercano, pero ¿qué puedo hacer razonablemente?'", opina Andrew Stewart, profesor de historia de conflictos modernos en el King's College de Londres.

"Los aliados tenían una política declarada de rendición incondicional. Si se veía que se negociaba para una figura, ¿por qué no para todos los demás?"

La reina Guillermina no tuvo influencia en el mando aliado y Jorge VI habría tenido que pasar por Winston Churchill y por el presidente Roosevelt para que se hiciera cualquier solicitud, dice el profesor.

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