Horace Fletcher: el "gran masticador" que enseñó a Edison, Kafka y Rockefeller a sentir mejor
¿Qué pensarías si un amigo te dijera que si masticaras más antes de tragarte cada bocado de comida no sólo te sentirías mejor sino que, si todo la gente lo hiciera, el mundo sería mejor?
Pues eso es lo que le dijo el estadounidense Horace Fletcher a sus amigos, entre los que se contaban el inventor Thomas Edison, los escritores Henry James y Franz Kafka, el magnate petrolero John D. Rockefeller y el empresario J. C. Penny.
Y los convenció, a pesar de que no era médico.
Era un empresario millonario, un entusiasta viajero y un pintor amateur quien se convirtió en un nutricionista autodidacta que perfeccionó y distribuyó fanáticamente su doctrina del "fletcherismo".
Apodado "El gran masticador", llegó a ser muy conocido e influyente a principios del siglo XX en América del Norte y Europa, a pesar de que durante muchos años el llamado "culto de masticar-masticar" no recibió mucho más que burlas.
Triunfo
Fletcher, sin embargo, no desistió, y con el tiempo ganó muchos adeptos, como aquel que aparece en el prefacio de su libro "Fletcherismo: qué es o cómo me volví joven a los 60 años", publicado en 1913.
Fletcher, de hecho, lo empieza citando orgullosamente un titular del diario londinense Daily Express: "Lo que es bueno para el hombre más rico del mundo, también debe serlo para el más pobre y todos los demás".
Explica que ese titular "fue a propósito de un anuncio en el Evening Mail, de Nueva York, que decía que John D. Rockefeller, filósofo financiero del siglo XX, había pronunciado una confesión de su fe en los principios fundamentales de la rectitud dietética de la siguiente manera:
'No engullas tu comida. Fletcheriza, o mastica muy lentamente mientras comes. Habla sobre temas agradables. No tengas prisa. Tómate tiempo para masticar y cultivar un apetito alegre mientras comes. Así el demonio de la indigestión será cercado por todos lados y su matanza será completa'.
"Ahí estaba en pocas palabras, cristalizado, compacto, refinado, monopolizado en cuanto a la brevedad de la descripción, magistralmente, y prácticamente dejando poco más que decir (sobre el Fletcherismo)", señala el autor.
5 principios
Con frases como "La naturaleza castiga a quienes no mastican" -que, para ser justos, suena un poco mejor en inglés- introdujo a la gente a sus principios fundamentales.
- Primero: Espera a sentir un verdadero apetito.
- Segundo: Selecciona entre los alimentos disponibles el que mejor se adapte al apetito y en el orden indicado por el apetito.
- Tercero: Extrae todo el buen sabor que tiene la comida en la boca y traga únicamente cuando el bocado prácticamente "se trague solo".
- Cuarto: Disfruta del buen sabor plenamente, y no permitas que ningún pensamiento que te deprima o te distraiga se entrometa en la ceremonia.
- Quinto: Espera; toma y disfruta lo más posible de lo que apruebe el apetito; la naturaleza se encargará del resto.
La digestión de la cabeza
Fletcher argumentaba que la "digestión de la cabeza" (el estado emocional de una persona al comer) juega un papel importante en las elecciones de alimentos.
Por eso le aconsejaba a los lectores que hicieran una pausa y se tomaran un momento para notar sus sentimientos antes de buscar comida automáticamente.
Además, expandiendo el 3º principio, recomendaba masticar cada bocado de comida 32 veces (una para cada diente) para mejorar el bienestar físico y mental.
Explicaba que masticar comida hasta que no quede más que la pulpa antes de tragarla conducía a una mejor absorción. El resultado era que se necesitaba comer menos, así que se podía comprar menos, lo que significa más dinero para comprar otras cosas.
Era por eso que si todo el mundo masticara más, sería más feliz.
¿Qué, cuándo, cómo?
Más adelante, Fletcher responde a 3 preguntas que le hacían a menudo.
- ¿Qué como?
- ¿Cuándo como?
- ¿Cuánto como?
"Mi respuesta a todas estas preguntas es muy simple. Yo como cualquier cosa que mi apetito requiera; yo como que sólo cuando mi apetito me llama a hacerlo; y como hasta que mi apetito esté satisfecho y grite '¡Basta!'".
Su exploración del arte de masticar atrajo la atención internacional, consiguió el respaldo de varios científicos y fue adoptada por miles de personas.
Y más que eso. Durante la Primera Guerra Mundial, Fletcher sirvió como economista de alimentos para la Comisión para la ayuda a Bélgica, una organización internacional (principalmente estadounidense) que se organizó para el suministro de alimentos a Bélgica ocupada por Alemania y el norte de Francia.
Además de ser un entusiasta portavoz de la organización, le enseño a miles de belgas hambrientos cómo obtener nutrición completa de su comida, según el obituario publicado por el diario New York Times en enero de 1919.
¿Pruebas?
A lo largo de los años en los que promocionó el Fletcherismo, presentó una serie de informes de laboratorio, pero las pruebas más convincentes para los médicos fueron una serie de experimentos a los que él mismo se sometió en la Universidad de Yale.
El resultado fue muy favorable.
Su sistema fue respaldado hasta por la revista médica The Lancet en 1904, y persuadió a famosos fisiólogos para que realizaran experimentos con sus teorías.
"Los resultados del Sr. Fletcher han interesado a los fisiólogos y muchos de sus experimentos se llevaron a cabo en Cambridge en asociación con Sir Michael Foster y otros fisiólogos en ese lugar".
Sin embargo, también hay resultados decepcionantes de otros experimentos que se llevaron a cabo después de su muerte.
Fuertes ecos
Todas estas décadas más tarde, ecos de su teoría resuenan en la actualidad en las técnicas de mindfulness o atención plena que promueven los psicólogos y que invitan a enfocar la consciencia en el momento presente.
En ese campo, lo que se conoce como "alimentación consciente" alienta a prestar atención a la comida con todos tus sentidos, notando las respuestas físicas y emocionales que tienen lugar antes, durante y después de una experiencia gastronómica.
Además, aconseja a usar la sabiduría para guiar las decisiones de alimentación, reconocer las preferencias alimentarias sin juzgarlas y reconocer las señales físicas de hambre.
¿Suena familiar?