"Quedé con estrés postraumático después de presenciar el angustiante nacimiento de mi bebé"
Después del angustioso nacimiento de su hija, el británico Elliott Rae quedó con trastorno de estrés postraumático, pero estuvo un año sin buscar ayuda. Ahora está instando a los papás a hablar sobre sus problemas y a evitar la agonía por la que pasó.
Elliott Rae se sentó en un metro de Londres caluroso y abarrotado y lloró sin saber por qué.
"Sentí una abrumadora sensación de tristeza", dice, recordando aquella noche de verano hace cinco años. Ese día no había sucedido nada en particular que provocara tal desborde de emoción.
Se había levantado con su hija de nueve meses como de costumbre y había desayunado con su esposa, Soneni. Luego se fue a Westminster, donde trabaja en el Departamento de Transporte.
Para amigos, familiares y colegas, parecía que Elliott estaba bien. Decía: "Estoy cansado, fui padre hace poco". Pero, en realidad, la vida cotidiana se había convertido en una lucha y la causa fundamental fue la traumática llegada de su hija al mundo.
Elliott estuvo plagado de flashbacks de su nacimiento y las espantosas semanas que siguieron. Lo mantenían despierto por la noche y podían ahogar incluso la charla más sencilla con sus colegas.
"No me sentía yo mismo en absoluto y no podía reunir la energía para interesarme en nada", dice.
Cuando finalmente recibió ayuda, Elliott fue diagnosticado con trastorno de estrés postraumático (TEPT, también conocido como PTSD, por sus siglas en inglés) y publicó un libro, Dad ("Papá"), en el que habla sobre sus experiencias de paternidad, junto con otros 19 padres.
Este hombre de 38 años nunca se vio a sí mismo como una persona que pudiera desarrollar problemas de salud mental o necesitar asesoramiento. Cuando Soneni quedó embarazada en 2015, él estaba muy feliz.
Su trabajo de parto comenzó en el hospital con relativa serenidad. La madre de Elliott y de Soneni estaban allí para brindar apoyo, según lo planeado.
Pero en cuestión de horas, la presión arterial de Soneni comenzó a subir y la frecuencia cardíaca del bebé comenzó a bajar, por lo que la trasladaron a otra habitación "con mucho equipo médico", dice Elliott.
Elliott recuerda que Unas cuantas veces la partera presionó un botón rojo y la habitación se llenó de médicos. No era así como había imaginado que irían las cosas.
Tomó de la mano de Soneni y juntos pusieron en práctica los ejercicios de respiración que habían aprendido en sus clases de hipnoparto.
Le estaban administrando antibióticos por vía intravenosa porque las pruebas habían detectado una infección por estreptococo del grupo B y la esperanza era que esto evitaría que el bebé se infectara durante el parto. Este medicamento no suele ser perjudicial para la madre o el bebé, pero en este caso lo fue.
Cuando nació su hija, después de casi 24 horas de trabajo de parto, estaba gris y no emitía ningún sonido. "La partera puso al bebé sobre el pecho de mi esposa y luego hubo un silencio, se sintió como si todo se detuviera", dice Elliott.
La habitación se llenó de médicos de nuevo y Elliott solo pudo mirar con incredulidad mientras su hija era resucitada en un lado de la habitación y su esposa perdía una preocupante cantidad de sangre en el otro.
"Me sentí como si estuviera viendo una película y el momento perteneciera a otra persona", dice. Todos los ruidos se fusionaron, como si Elliott estuviera bajo el agua y escuchara una conmoción sobre la superficie.
"Durante el nacimiento tuve un papel, pero ahora me sentía impotente y conmocionado. Tuve que dar un paso atrás y confiar en estas personas que no conocía para salvar a mi familia".
En cuestión de minutos, Elliott avanzaba a los tropezones por un estrecho pasillo hacia la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN), y su pequeña hija era llevada en una incubadora justo delante.
Se despidió de Soneni con un beso y prometió volver pronto. "Estaba tan preocupado por las dos, pero mi hija tenía cinco minutos de vida, necesitaba ir con ella", dice. "Por primera vez en mi vida adulta, me sentí como un niño que no sabía qué hacer".
Instintivamente tomó su teléfono para llamar a su mamá, pero no había señal. "Cuando llegamos a la UCIN, una señora me miró y pudo ver que estaba hecho un desastre. Me dijo que necesitaba recomponerme y estar allí para mi familia".
Estaba agradecido por sus palabras porque tuvieron el efecto de sobriedad pretendido.
En los días que siguieron, adoptó una eficiencia empresarial, atendiendo a su esposa internada y siguiendo con atención lo que le decían sobre su hija los médicos de la UCIN.
No lloró ni se hizo pedazos: "No había tiempo". Pero regresar a casa la primera noche, sin un bebé en sus brazos o una esposa a su lado, fue extremadamente difícil.
Dejar atrás a su pequeña hija, rodeada de cables en la UCIN, fue desgarrador.
A los pocos días, la familia de tres pudo permanecer junta en una habitación y el bebé se recuperó lentamente de la infección bacterial.
Después de quince días les dijeron que pronto podrían volver a casa. Elliott y Soneni finalmente sintieron que podían recuperar el aliento. Todo iba a estar bien.
Luego, de la nada, su hija desarrolló un bulto en la parte posterior de la cabeza, que parecía agrandarse. Los médicos estaban preocupados y querían hacer una resonancia magnética para descartar coágulos de sangre o un tumor cerebral.
Una vez más, Elliott sintió que no tenía el control. "Podía sentir la energía drenarse de mi cuerpo, no tenía más para dar", dice. "Ambos tocamos fondo absoluto, estábamos en nuestro momento más vulnerable".
La noche anterior al estudio se quedaron despiertos y rezaron por su hija con una de las parteras. "Recuerdo haberme preguntado de dónde venían todas esas lágrimas, porque lloré toda la noche", dice Elliott.
Al día siguiente, llevó a su hija a la sala de escaneo y colocó su diminuto cuerpo en la enorme maquinaria. Luego tuvieron que esperar los resultados.
Una enfermera entró irrumpiendo por la puerta, con una gran sonrisa y abrazando a los preocupados padres. El bulto no era motivo de preocupación, podían irse a casa.
Pero la experiencia tipo montaña rusa marcó a ambos padres. Salieron del hospital eufóricos y profundamente agradecidos de tener a su hija, pero extremadamente ansiosos por ella.
"Durante los primeros meses la llevábamos a la sala de urgencias cada vez que se resfriaba", dice Elliott. "Apenas salimos de la casa en los primeros tres meses, y cuando lo hacíamos era como una operación militar".
Elliott uso la mayor parte de su licencia de paternidad en el hospital, por lo que apenas volvieron a casa debió regresar a su trabajo. Los colegas le dieron la bienvenida, y lo felicitaron por haber tenido un bebé.
"Nunca me pareció el momento adecuado para explicar por lo que habíamos pasado".
La terapia no era algo en lo que Elliott hubiera pensado, y tampoco era algo que nadie le ofreciera. Soneni, en cambio, reconoció que necesitaba ayuda y le diagnosticaron ansiedad posparto unos meses después de dar a luz.
"Me preocupaba constantemente e imaginaba los peores escenarios", cuenta ella. Pero casi tan pronto como Elliott y Soneni sintieron que estaban avanzando, su hija tuvo una reacción alérgica grave al trigo y tuvo que ser trasladada de urgencia al hospital.
"Soneni lo manejó muy bien, pero me transportó de vuelta al parto y ese sentimiento de impotencia y descontrol", dice Elliott.
Fue entonces que comenzó a mostrar signos de trastorno de estrés postraumático: insomnio, ansiedad y flashbacks que podían aparecer de día o de noche.
"Me habló de tener experiencias extracorporales; ahí fue cuando comencé a preocuparme", dice Soneni. Ella se conmueve hasta las lágrimas al pensar en la presión que sintió.
Elliott reconoció que necesitaba ayuda en 2017 después de que un periodista le preguntó sobre el nacimiento de su hija y se encontró luchando por hablar de ello sin quebrarse.
El periodista le sugirió amablemente que hablara con alguien y lo puso en contacto con un médico que se especializa en trauma y depresión posparto.
"Pensaba en el trastorno de estrés postraumático como algo que solo les pasa a los soldados después de ir a la guerra, ahora sé que puede desencadenarse en cualquier persona que haya tenido un evento traumático que le cambie la vida o la ponga en riesgo", dice Elliott.
En enero de 2016, Elliott creó una plataforma sobre paternidad y estilo de vida para papás llamada Music Football Fatherhood (Música Fútbol Paternidad) (MFF, en inglés).
Fue una vía para hablar sobre ser un nuevo padre, aunque no habló sobre el parto traumático o el trastorno de estrés postraumático hasta hace poco.
Otros papás comenzaron a ponerse en contacto y a abrirse, lo que le dio la idea de su libro, "Papá". "Creo que la mayoría de los nuevos padres tienen dificultades en algún momento, y eso es normal. MFF me hizo darme cuenta de eso", dice.
"Compartimos historias de las que no hablamos en público. La mayoría de los nuevos futuros papás no saben ni la mitad de lo que es ser padre, porque no hablamos de eso".
A Elliott le gustaría que su libro provoque nuevas conversaciones. Hay relatos de hombres que sufrieron bullying cuando se convirtieron en padres, que criaron a sus hijos siendo viudos o que fueron padres de un niño que murió.
"Como hombres y como padres, ser vulnerables y hablar sobre nuestra salud mental y nuestras dificultades es algo muy nuevo. Todavía no es del todo aceptable", dice Elliott.
Él cree que hay muchas formas en que se puede apoyar mejor a los nuevos papás. En preparación para convertirse en padre, Elliott leía sobre cosas prácticas como el presupuesto o qué cochecito comprar, pero eso era todo.
"No pensé bien en el tipo de padre que quería ser y no hablé con otros hombres en mi vida, nunca se me ocurrió", dice.
Pero ahora, a través de MFF, ha comenzado a trabajar con los servicios de embarazo y maternidad del Sistema Nacional de Salud de Reino Unido (NHS) para ejecutar programas que alienten a los futuros padres a pensar en lo que significa ser papá, cómo cambiará su identidad y qué podría significar para su relación.
Él piensa que a todos los nuevos papás se les debe ofrecer una conversación sobre su salud mental, especialmente si están en una categoría de alto riesgo: si tienen antecedentes de problemas de salud mental, si han presenciado un parto traumático o si la madre de su hijo sufre depresión posparto u otros problemas de salud mental.
Y cree que los empleadores también podrían hacer más, reconociendo que los padres han tenido una experiencia que les cambió la vida y ofreciéndoles la misma licencia parental y la oportunidad de trabajar de manera flexible.
Esto también podría ayudar a las madres a seguir trabajando, dice. Elliott se siente alentado por el compromiso del NHS.
"Mirando hacia atrás, hubo tantas conversaciones que podrían haberse tenido, tantos puntos de intervención. Me siento afortunado de que mi experiencia no haya sido tan grave como pudo haber sido".
La hija de Elliott y Soneni es ahora una niña feliz y reflexiva de cinco años, a la que le encantan los perros y componer canciones mientras se baña.
Ella ha heredado el amor de sus padres por la música y el baile y ha comenzado a escribir sus propios "libros" desde que su padre comenzó a escribir los suyos.