"En un lugar de la Mancha, del kual no kero akordarme el nombre, biviya, no muncho tiempo antes, un senyor (?)".
En esa frase no hay ningún error ortográfico ni de sintaxis.
Está escrita en judeoespañol, también conocido como ladino o djudezmo.
Así se llama a la lengua que los sefardíes, los descendientes de los judíos contra quienes los Reyes Católicos firmaron en marzo de 1492 un edicto de expulsión, obligando a decenas de miles a dejar el país en las siguientes décadas y poniendo así fin a 1.500 años de presencia en la península Ibérica.
Los sefardíes se llevaron consigo la lengua allá donde fueron, del norte de África a Medio Oriente, del norte y centro de Europa a los Balcanes, desde el Imperio Otomano a América, y la conservaron hasta nuestros días, en distintas variantes, salpicada de préstamos de los idiomas locales y con varias grafías.
"El judeoespañol es una lengua maravillosa que hoy debería emocionar a cualquier hablante del idioma español", le dice a BBC Mundo el director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, quien aplaude el interés mostrado por unos expertos en crear una rama del organismo dedicada al ladino en Israel.
"Fue una heroicidad lo que hicieron, una muestra de profunda generosidad para quienes habían sido desterrados".
'Moabet' en el balcón y risas
Así guardaron y trasmitieron la lengua, de generación en generación, los antepasados de Haim Refael y Esther Viviante.
Los de ambos habían recaído en Grecia. Los de él en Salónica, entonces epicentro de la cultura sefardí y hoy segunda ciudad del país y puerto importante del norte del Egeo, y los de ella en Corfú, una isla del mar Jónico.
Pero durante la Segunda Guerra Mundial, cuando estas comunidades sefardíes fueron prácticamente aniquiladas, como muchos otros de su origen Refael y Viviante fueron trasladados a Auschwitz, el campo de exterminio que la Alemania nazi tenía en territorio ocupado en Polonia.
Tras sobrevivir a los hornos crematorios se instalaron en Tel Aviv - como muchos con la creación del Estado de Israel en 1948-, donde siguieron conservando su lengua original.
Su hijo Shmuel Refael recuerda los "moabet" (conversación en ladino) que su madre mantenía con la vecina de Salónica en el balcón y las canciones que su padre cantaba con sus amigos.
"Yo aguzaba el oído intentando comprender el significado de las palabras, las frases, las historias y las canciones en una lengua que llenaba los espacios de nuestro hogar", le cuenta a BBC Mundo Refael, quien después dedicaría su carrera al estudio de la misma, como director del Centro Naime y Yehoshúa Salti para los Estudios del Ladino de la Universidad Bar-Ilán (Israel) y como académico correspondiente extranjero de la RAE.
Así aprendió también la lengua Eliezer Papo, nacido en Sarajevo (entonces Yugoslavia) de unos padres que no hablaban judeoespañol porque sus progenitores no quisieron marcarlos en aquellos tiempos fascistas.
"Crecí hablando serbio, tanto en la escuela como en casa. Pero cuando mis padres se separaron, mi madre nos llevó a vivir con la abuela y allí, escuchándola hablar con sus hermanos, lo fui absorbiendo", le explica a BBC Mundo.
"Así que en mi caso la transmisión de la lengua saltó una generación", añade el experto, instalado hoy en Tel Aviv y miembro como Refael de la Autoridad Nacional del Ladino, una organización dependiente del Estado de Israel y dedicada a conservar el idioma.
En "peligro de extinción"
Refael y Papo son dos ejemplos de los caminos que tuvo que recorrer el ladino.
Pero también son, en cierto modo, una excepción. Y es que no todos los sefardíes lo hablan.
De hecho, los expertos consultados por BBC Mundo la describen como una lengua "en peligro de extinción" o cuanto menos en una situación "dramática".
La cifra de hablantes varía, dependiendo de quién la mida y cómo defina ese concepto.
Así, quienes estudian el tema hablan de entre 50.000 y 200.000 que aún conservan el judeoespañol.
"Están geográficamente repartidos", le dice a BBC Mundo Aldina Quintana, profesora del departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos en la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
"De los Balcanes prácticamente han desaparecido, aunque queda un número contado en Bosnia, Serbia y Macedonia. También hay algún hablante en Bulgaria y alguno más en Turquía, aunque en general es gente muy mayor", relata Quintana, también académica experta en ladino nombrada por la RAE, y quien aclara que no es sefardí sino española.
Eso en cuanto a las comunidades tradicionales, las que se instalaron después de la expulsión. Más recientes son las de Estados Unidos y las de América Latina.
"Entre 1914 y 1928 hubo una emigración fuerte a Buenos Aires y algunas partes de Chile y México, aunque allí, al igual que en EE.UU., el español absorbió el judeoespañol muy rápidamente. Así que la identidad de los sefardíes en estos países es fuerte, pero en general no hablan la lengua", prosigue.
Y luego subraya que la comunidad de ladinoparlantes más fuerte está en Israel.
"Aunque la mayoría es gente muy mayor y es posible que en una generación ya no queden hablantes", alerta la experta.
La situación se debe en parte a la política lingüística que estuvo en vigor durante años en Israel, que favorecía al hebreo sobre las lenguas de la llamada "diáspora". Algo de lo que ya no queda nada, según Papo.
Sea como sea, ahora "el problema es que no se enseña judeoespañol en las escuelas primarias, por lo que no hay nuevas generaciones que lo hablen", subraya Quintana.
La paradoja
Eliezer Papo, de la Autoridad Nacional del Ladino, lo reconoce.
Aunque explica que la tarea más potente de su organización es formar "activistas", personas que tenían cierto conocimiento del judeoespañol que, tras recibir unas clases para refrescar el idioma, puedan transmitirlo.
Eso, además de desarrollar una app con conceptos básicos del idioma para niños, de publicar un libro con canciones populares hebreas traducidas al ladino y de coordinar la enseñanza de la lengua en las universidades.
"Pero el judeoespañol no se revitalizará hasta el punto de convertirse en la lengua principal de una comunidad o un grupo étnico. Eso no pasará", dice tajante.
"No habrá escuelas elementales que den materias como matemáticas o ciencia en ladino. Pero lo que sí puede pasar es que tengamos decenas de doctorados que dediquen su vida a la conservación de esta lengua", prosigue.
"Y que en los centros de las universidades israelíes dedicados al ladino se traduzca cada vez más material al hebreo para que el patrimonio del judeoespañol pase a ser parte de la cultura de todos los judíos".
Algo que, para Laura Minervini, también académica del ladino en la RAE y profesora de la Facultad de Estudios Humanísticos de la Universidad Federico II de Nápoles (Italia), no deja de ser una paradoja.
"Es paradójico que haya, por un lado, una situación muy dramática en cuanto a hablantes y, por otro, un interés tan grande desde el punto de vista de los investigadores", opina.
Aunque subraya que, al contrario de lo que aseveran otros expertos, el ladino no es un fósil medieval, más cercano a la lengua en la que Miguel de Cervantes escribió El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 que al español actual. "Evolucionó de forma independiente al español durante años y tiene elementos tanto arcaicos como muy modernos".
Una academia para "salvar" la lengua
Para la conservación del judeoespañol, Papo cree que sería importe fundar una academia.
Una rama del ladino que luego pudiera integrarse en la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que agrupa todas las existentes en el mundo, desde las latinoamericanas y la estadounidense a la de Filipinas y Guinea Ecuatorial.
"Sería como una transfusión de sangre para un moribundo, para que las futuras generaciones tengan sobre qué trabajar", dice en ese sentido Papo.
Es un tema que se está barajando, aunque no lo esté promoviendo la RAE, tal como se publicó en junio en varios medios. "No es ese el procedimiento", le aclara su director, Darío Villanueva, a BBC Mundo.
Pero lo que sí hizo la Real Academia del Español fue nombrar en 2015 y 2016 a unos académicos expertos en esa lengua (entre ellos los mencionados Shmual Refael, Aldina Quintana y Laura Minervini), que son los que podrían poner en marcha el proceso que terminaría con una academia del ladino en Israel.
Ya tuvieron lugar las primeras reuniones y el gobierno de ese país, cuyo visto bueno sería imprescindible para crearlo, está al tanto.
Además de para salvar la lengua de la extinción, una academia serviría también de compensación, creen los expertos.
"España ha reconocido recientemente la deuda histórica con los sefardíes en el terreno legal, al posibilitar la concesión de la nacionalidad a sus descendientes", recuerda Villanueva.
"Así que nosotros lo que podemos hacer es un reconocimiento centrándonos en la conservación del patrimonio, el de una lengua que no abandonaron y que siguieron cultivando en el ámbito familiar y el de la cultura, en la música y en la literatura", dice.
Otros, en cambio, no están tan convencidos con la idea, ya que la consideran "artificial", y difícil de establecer en un país en el que todavía no existe una academia del árabe, a pesar de que hay dos millones de hablantes de esa lengua en Israel y se lleva dos años trabajando en ello.
Mientras, Aldina Quintana propone lo que considera una mejor manera de resarcir el daño hecho a los sefardíes en el siglo XV.
"Esa deuda histórica de la que se habla se pagaría mejor si se ampliara la enseñanza sobre la importancia del pueblo judío la España medieval, para reducir la sensación antisemita que dejan patente las encuestas", dice la experta.
"Ese es el mejor tributo".
Radio Nacional de España tiene un programa cultural en judeoespañol o ladino, llamado Emisión en sefardí, que se transmite cada lunes en Oriente Medio y el Mediterráneo y los martes en América. Se puede escuchar en diferido en su página web, aquí:
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Segovia, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad española entre el 22 y el 24 de septiembre.
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