Imagina tener que pedirle a una señora de 95 años que no camine tan rápido...
Bueno, a mí me tocó hacerlo.
Hilda Jeffe estaba caminando a tal ritmo que existía el riesgo de que el pequeño grupo que la seguía se quedara rezagado.
Recién nos habíamos encontrado en la recepción de la biblioteca pública de Nueva York, en la Quinta Avenida con la Calle 42.
Hilda trabaja allí como guía turística voluntaria y nos estaba llevando hacia una sala grande y con una decoración muy elaborada. Se trataba de la Sala Principal de Lectura Rose.
Más que caminar, Hilda da grandes zancadas. Conozco personas 60 años más jovenes que ella que son menos ágiles con sus pies.
En común con otros superancianos, Hilda ha mantenido su entusiasmo por la vida y el conocimiento.
Hilda hace todos los días el crucigrama que publica el periódico The New York Times, forma parte de dos clubes de lectura, va a la ópera, a conciertos de música clásica y al teatro.
Va a todas partes a pie. De hecho, describe esa metrópoli como "una gran ciudad para adultos mayores".
El factor genético
Le pregunté a Hilda cuál era su secreto para su larga y saludable vida.
"Fíjate en los padres, mi padre murió a los 88 años y mi madre a los 93 años. Tiene que ser genética".
Muestras del ADN de Hilda están almacenadas en un congelador en el Colegio de Medicina Albert Einstein en el barrio neoyorquino del Bronx.
Ella está entre las más de 600 personas mayores de 90 años que forman parte del Proyecto de Genes de Longevidad.
El doctor Nir Barzilai, director del Instituto para el Envejecimiento, señaló que lo que es impresionante del grupo es lo poco saludables que son las vidas que muchos de ellos han tenido.
"Casi 50% de ellos presentaban sobrepeso. Muchos de ellos fumaban bastante, no hacían ejercicios y tenían dietas poco saludables. No hacían lo que los doctores les recomendaban hacer".
Su investigación halló que variantes genéticas presentes en el grupo les parecía conferir protección contra las enfermedades propias del envejecimiento.
Barzilai asegura que sólo alrededor de 1 en 10.000 personas es lo suficientemente afortunada de contar con esos genes protectores presentes en los superancianos, pero cree que la ciencia podría ayudarnos a quienes no los tenemos.
Algunas compañías farmacéuticas están explorando si esas características genéticas podrían usarse para crear medicamentos antienvejecimiento.
La metformina
Por más de 60 años, la metformina ha sido usada como un tratamiento de primera línea y muy barato para la diabetes.
Ahora, las pruebas de laboratorio hechas con ella en una variedad de animales han mostrado que les ayuda a vivir más saludables y por más tiempo.
No se entiende bien cómo exactamente la metformina podría retrasar el envejecimiento, pero parece que reduce el daño que produce la inflamación y la oxidación en las células.
Cuando se han hecho en personas, los estudios han vinculado la metfomina con un riesgo más bajo de enfermedad cardiaca, diabetes y deterioro de la capacidad cognitiva.
Barzilai, quien también es vicedirector científico de la Federación Estadounidense de Investigación sobre el Envejecimiento (AFAR, por sus siglas en inglés: American Federation for Aging Research), está planeando un estudio aleatorio que incluya a 3.000 adultos de entre 65 y 79 años.
Se prevé que la mitad de los participantes tome tabletas de metformina todos los días y la otra mitad, un placebo.
Alrededor de la mitad de los US$70 millones necesarios para llevar a cabo el estudio ya se han recaudado.
Se espera que el ensayo de seis años empiece en 2018, pero esto podría depender del apoyo de uno o más filántropos.
Los fármacos
En la actualidad, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), no reconoce el envejecimiento como una condición genética.
Pero el doctor Barzilai indica que si el ensayo con metformina es exitoso, ofrecerá una prueba de que el envejecimiento puede ser "atacado".
Y cree que medicamentos mejores vendrán en el futuro.
Otra área prometedora de la investigación enfocada en el envejecimiento es la senescencia celular: el proceso por el cual las células dejan de dividirse.
La mayoría de las células humanas se pueden reproducir un número limitado de veces.
Eso en sí mismo es un mecanismo de protección contra el cáncer, pues cuanto más se dividen las células mayor es la probabilidad de que se acumulen errores.
La senescencia celular ayuda a mantener a las personas libres de cáncer, predominantemente en la primera mitad de sus vidas.
Pero a medida que envejecemos, las células senescentes se acumulan, segregando moléculas inflamatorias que pueden dañar tejidos vecinos y ayudar a desencadenar varias enfermedades asociadas con el envejecimiento.
Las células senescentes se congregan en tejidos afectados por el envejecimiento, como las articulaciones y los ojos y están vinculadas tanto en la osteoartritis como en la degeneración muscular relacionada con la vejez.
Buscando una vejez sin dolor
Para el próximo año, la Unidad de Biotecnología, en California, está planeando comenzar con ensayos en personas de un fármaco para despejar células senescentes de la rodilla.
El doctor Jamie Dananberg, director médico de la unidad, me dijo que "la osteoartritis es la razón clave por la que envejecer duele. Nuestra esperanza es que una sola inyección aliviará el dolor, lo frenará e incluso, quizás, empezará a reparar la rodilla".
Incluso si el fármaco, el cual podría necesitar ser inyectado con pocos meses de separación, fuese parcialmente exitoso, podría tener grandes implicaciones en mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.
La unidad especializada también está apuntando a enfermedades oculares, de pulmón y riñón.
Estos medicamentos no están diseñados para hacernos vivir más sino para hacer que los años de la vejez sean menos dolorosos y más saludables.
Para ponerle más vida a nuestros años.
Si esos fármacos funcionan, muchas más personas podríamos emular a Hilda Jaffe y convertirnos en superancianos.