Te sirves una copa de vino. No es uno cualquiera, es una de esas botellas caras que vienes guardando desde hace meses para celebrar una ocasión especial.
Te acomodas en tu silla. Y cuando alzas la copa para mirarla a la luz, antes de disponerte a saborearla, ves, flotando sobre la superficie del líquido, una mosca con las patas mirando al techo.
Una verdadera tragedia... (aunque convengamos que mucho peor habría sido si te la bebías de un trago, sin siquiera darte cuenta).
¿O no? Depende de si la mosca en cuestión es macho o hembra.
El poder de atraer... y arruinar
Al menos eso dice un estudio de dos investigadores de la Universidad Sueca de Ciencias de la Agricultura, en Upsala.
Los científicos aseguran que nuestro olfato nos permite sentir incluso cantidades ínfimas de feromonas liberadas por las moscas de la fruta.
Las hembras de la Drosophila melanogaster producen feromonas para atraer a los machos de su especie.
Se estima que liberan cerca de 2,4 nanogramos por hora.
Solo hace falta un nanogramo, aseguran los autores del estudio Peter Witzgall y Paul Becher, para que la bebida adquiera un sabor y un olor desagradables.
Copa impregnada
Los investigadores llegaron a esta conclusión examinando el efecto de moscas de ambos sexos en vasos de distintos vinos.
Los sujetos que participaron en la investigación identificaron en la mayoría de los casos cuándo el vino estaba contaminado por la presencia de una hembra, incluso cuando los investigadores habían retirado al insecto de la copa segundos después de haberlo introducido.
Los machos, en cambio, no provocaron cambio alguno.
El efecto de las feromonas es tan poderoso que resulta difícil incluso eliminar el olor del vaso lavándolo.
Cabe aclarar que, en realidad, los humanos no sienten el sabor de la feromona pero sí su olor.
Sin embargo, como nuestro sentido del gusto está estrechamente vinculado al del olfato, el efecto de la feromona es suficiente como para arruinar el sabor de la bebida.