Hace miles de años que los humanos empezamos a inventar sistemas para guardar un registro de nuestras actividades, desde las pinturas rupestres hasta los cuadernos de bitácora de la marina mercante.
En el pasado costaba trabajo apuntar, almacenar y analizar estos datos, pero con el tiempo estas tareas se han ido automatizando.
En comparación con hace solo 10 años, hoy tenemos la impresión de que hay demasiados registros de nuestra actividad.
No solo tomados por nuestros móviles y pulseras inteligentes, también por los bancos, ministerios, buscadores, redes sociales y la nube en general.
Quizás por primera vez en la historia hay más registros sobre actividad diaria que están fuera de nuestro alcance que bajo nuestro control.
Así, parte de nuestro día a día pasa por intentar identificar, controlar y analizar estos datos, no solo para protegernos, sino también con ánimo de conocernos mejor y mejorar nuestras vidas en algunos aspectos.
El movimiento Quantified Self
Dentro de esta línea de pensamiento nació el movimiento Quantified Self (QS, su traducción al español sería algo así como "El yo cuantificado").
Es una comunidad internacional de personas que usa y desarrolla herramientas para cuantificarse o monitorizarse.
Es decir, conocerse mejor a través de los números.
El nombre lo propusieron Gary Wolf y Kevin Kelly, colaboradores de la revista Wired en 2007.
Desde entonces se celebran meetups (encuentros locales) y congresos internacionales en todo el mundo.
Yo me enteré del movimiento en el año 2012, después de leer un resumen sobre uno de esos congresos en la revista The Economist
Estaba en Madrid y había quedado con un amigo para comer y para contarle cómo iba con mi propio cuaderno de bitácora para anotar todo (o casi todo) sobre mí mismo.
"Tienes que leer este artículo", me dijo, "porque por ahí fuera hay una comunidad de frikis (freaks) igual que tú".
Al año siguiente fui al congreso de QS en Ámsterdam (2013) y, al siguiente, ya estaba presentando mis resultados ante el público.
La organización de estos congresos es algo espectacular.
Cada ponente tiene que ensayar su intervención de 7,5 minutos con un moderador vía Skype semanas antes y limitar cada diapositiva a 15 segundos (un tipo de presentación llamado PechaKucha).
El resultado son jornadas donde cada charla está planeada con detalle y el intercambio de ideas es máximo.
Conocerse a través de los números
Empecé mi propio proyecto porque quería saber cómo empleaba mi tiempo.
Fue poco después de cumplir 40 años y, aunque sentía que había hecho muchas cosas hasta entonces, no lo había analizado profundamente.
Necesitaba cuantificarlo y visualizarlo mejor y compartir mis resultados con otros.
Decidí, en primer lugar, usar un cuaderno (siempre el mismo tipo) y sistematizar mis apuntes, incluyendo un índice para cada libro y haciendo una copia del mismo en una hoja de cálculo.
Esto me ayudó a gestionar mejor mi tiempo tanto en el trabajo como en lo personal.
Y también facilitó la cuantificación de otros tipos de actividades personales y profesionales.
En diciembre 2013, poco después de acudir al congreso de QS en Ámsterdam, compré una cámara Narrative, utilizada para lifelogging o registro de las actividades diarias.
Son aparatos muy compactos y ligeros que sacan una foto cada 30 segundos de manera autónoma.
Se pueden poner en la solapa de una camisa y llevarlos encima todo el día.
Quería saber si tener más información podía ayudarme con el proyecto de los cuadernos.
Llevé un dispositivo durante tres años y medio, usando un total de tres cámaras.
Las utilizaba hasta que empezaban a romperse o fallaba la batería
Paré en 2017, cuando la empresa que las fabricaba quebró.
Básicamente, este ejercicio me hizo reflexionar mucho sobre la memoria y cómo nos olvidamos de ciertos eventos y cómo inventamos otros.
Por un lado, tenemos una tendencia innata a recordar la vida como un cuento.
Por otro lado, parece que nos olvidamos de casi todo e inventamos el resto.
¿Por qué merece la pena?
Después de casi nueve años llevando un registro de mis actividades diarias y de haber rellenado 299 cuadernos, la gente sigue preguntándome que para qué lo hago.
Suelo apuntar la hora a la que me despierto, cómo he dormido, lo que como a diario, cuándo voy al baño, la gente con quien hablo, cuando llego al trabajo, un resumen de diferentes reuniones con alumnos y compañeros y un registro de todo lo que leo.
Cuento mis resultados más importantes en un blog.
Al inicio me di cuenta de cómo empleaba el tiempo e intenté diferenciar entre las actividades que me gustaban y quería hacer más y las que no me gustaban y quería hacer menos.
Desde entonces, intento organizar mis días para promover los eventos deseables.
La privacidad del papel
A pesar de la ubicuidad del móvil, seguir usando papel y bolígrafo tiene varias ventajas.
En primer lugar, un cuaderno se transporta mejor, no se rompe, no tiene batería que cargar y no te lo roba nadie.
He dejado olvidadas mis notas en restaurantes, aviones, bibliotecas y siempre las he recuperado.
Por otro lado, visualmente es más fácil revisar un librito de 60 hojas que un documento en una pantalla.
Aparte de la paz que produce escribir a mano y no estar siempre delante de una pantalla.
Pero quizás una de las ventajas más importantes de usar papel es que solo tú ves todo lo que escribes y almacenas.
Los datos son tuyos y de difícil acceso al mundo digital exterior.
Hace pocos días, Gary Wolf dio una charla en un meetup para el grupo de Quantified Self Madrid.
Presentó el One Button Tracker, un aparato que registra la fecha y la hora cada vez que aprietas un botón.
El dispositivo es útil para los cuantificadores ya que puede usarse en experimentos sencillos, por ejemplo, para medir las veces que uno se distrae cuando medita.
Con el aparato en la mano, se aprieta el botón cuando la atención se empieza a desviar.
Aunque algo similar se puede hacer con un móvil (celular), en el caso del One Button Tracker los datos no son accesibles a través de internet ni se comparten.
Se quedan en la máquina.
Aunque es fácil agobiarse con los muchos aparatos y aplicaciones disponibles para registrar nuestras actividades automáticamente, uno puede conocerse mejor con herramientas sencillas que no requieren un smartphone.
Si usted también se anima, hay una comunidad de individuos dispuestos a ayudarle.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original (en inglés) aquí.
Morris Villarroel es profesor de Ciencia animal, Universidad Politécnica de Madrid (UPM).