Hace 66 millones de años, un asteroide impactó en la Tierra. El mundo quedó sumido en la oscuridad, y murieron los dinosaurios junto con más del 90% de las especies vivas.
Hoy, todos los seres vivientes descienden de ese puñado de especies sobrevivientes. Pero no todos aquellos que sobrevivieron prosperaron.
Algunos grupos -aves y mamíferos placentarios, mariposas y hormigas, girasoles, hierbas- se diversificaron, aprovechando la devastación.
Algunos, como los cocodrilos y las tortugas, no lo hicieron. Y otros, como los mamíferos multituberculados y los champsosaurus, sobrevivieron al asteroide pero se extinguieron después.
¿A qué se debe esta diferencia? Sorprendentemente, lo que separó a ganadores de perdedores no fue cuán duro fue para ellos la extinción.
La diferencia está en que los ganadores tenían cualidades que los hicieron más adaptables y competitivos tras la extinción: crecían rápido, eran móviles, cooperativos e inteligentes.
Algunos grupos fueron completamente eliminados: dinosaurios, pterosaurios, plesiousaurios y amonites.
Obviamente, no pudieron participar en la recuperación. Pero, entre los sobrevivientes, los grupos que corrieron con ventaja fueron aquellos más azotados por la extinción.
Desventaja inicial
Los cocodrilos, las tortugas y los tiburones se salvaron de la extinción, pero hoy día no son particularmente diversos.
Mientras que grupos que hoy son dominantes fueron devastados. Serpientes y lagartijas sufrieron una devastación de un 80%. Los mamíferos resultaron aún más golpeados, con un índice de extinción del 90%.
Quizás tres especies de aves sobrevivieron, lo que indica una tasa de extinción del 99,9% o más.
Estos grupos fueron los ganadores pero solo en un sentido relativo (99,9% es terrible, pero es mejor que una tasa de extinción del 100%).
Pero mientras que estos animales sufrieron inicialmente, prosperaron cuando -literalmente- el polvo se asentó.
Cuatro cosas les dieron ventaja.
Metabolismo
Primero, los ganadores tenían un metabolismo rápido. La tasa metabólica se refiere a qué tan rápido ocurren los procesos biológicos (las reacciones químicas que les permiten a los organismos crecer, moverse, digerir y reproducirse).
Los metabolismos más rápidos requieren más comida. Inicialmente, esto fue una desventaja para las aves de sangre caliente y los mamíferos durante el invierno que siguió al impacto, cuando las plantas no podían sintetizar alimento.
Pero después, el poder comer, crecer y reproducirse rápidamente les permitió alas aves y los mamíferos incrementar rápidamente su población, competir efectivamente y colonizar nuevos hábitats.
Las plantas con flores que crecen rápido, sobre todo las hierbas, prosperaron a expensas de las especies de crecimiento más lento.
Incluso dentro de estos grupos, vemos cómo el metabolismo rápido proporciona ventajas.
Entre los mamíferos, los placentarios, con metabolismos más rápidos, superaron a los marsupiales. Las paseriformes, el grupo más diverso de aves, también tienen tasas metabólicas más altas que otras aves.
Movilidad
Segundo, la movilidad promueve la adaptabilidad. El vuelo le permite a aves, murciélagos y hormigas colonizar nuevos hábitats. Los mamíferos, al ser muy móviles, invaden rápidamente nuevos hábitats -piensa en los conejos en Australia o los renos en Nueva Zelanda- de una forma en que las tortugas no pueden hacerlo.
Las plantas con flores también desarrollaron sus trucos -frutos, erizos, cascarillas flotantes- para que el viento, el agua o los animales transporten sus semillas.
Es difícil desplazar a los competidores una vez que se establecen, por eso ser el primero en un nuevo hábitat ofrece enormes ventajas competitivas.
Cooperación
Tercero, los ganadores tienden a cooperar. Leones y lobos forman manadas para cazar presas y defender territorios, los elefantes y las cebras crean rebaños para defenderse.
Las aves vuelan en bandadas para encontrar comida y evitar depredadores.
Las hormigas y las termitas forman grandes grupos familiares, superando a los insectos solitarios.
Las aves, los mamíferos y los insectos sociales también cooperan con sus parientes, alimentando y cuidando a su descendencia, para preservar sus genes de manera más eficiente.
También hay especies que cooperan con otras especies. Las hormigas cortadoras de hojas y las termitas forman alianzas con hongos y los cultivan a cambio de alimento.
Las plantas con flores le brindan néctar y frutos a los animales, que a su vez polinizan sus flores y esparcen sus semillas.
Al cooperar, estas especies compiten de forma más efectiva, por ellos los animales que cooperan como las hormigas, los elefantes y las orcas tienden a jugar un rol más importante en los ecosistemas que los animales solitarios como los caimanes y las tortugas.
Inteligencia
Pero quizás, la tendencia más notable es el aumento de la inteligencia. Los mamíferos y aves tienen los cerebros más grande del mundo animal. Los mamíferos con cerebros más grandes, los placentarios, superaron a los marsupiales y a los monotremas (que ponen huevos).
Las aves más diversas, los paseriformes y los loros, son las más inteligentes.
Entre los insectos, los sociales -hormigas, abejas y termitas- tienen comportamientos complejos que emergieron de las interacciones de individuos no inteligentes.
El fenómeno se conoce como inteligencia de enjambre y, no por casualidad, estos insectos dominaron los ecosistemas después del invierno que siguió al impacto del asteroide.
Pero la inteligencia no solo hace a los animales más competitivos. Acelera su adaptación, porque el primer paso para cambiar el ADN es cambiar tu mente.
Por ejemplo, antes de que los mamíferos pudieran evolucionar a ballenas, primero tuvieron que aprender a nadar y pescar. Solo después la selección natural pudo crear aletas y un sonar.
Antes de que pudiesen evolucionar los caballos, sus ancestros omnívoros cambiaron a un dieta vegana, luego la selección natural favoreció cierto tipo de dientes y una sistema digestivo complejo para procesar plantas.
El comportamiento lidera, los genes van después.
Cuanto mayor sea la flexibilidad del comportamiento de un animal, más trucos podrá aprender, y su potencial de adaptación será mayor. Los animales no deciden conscientemente su futuro evolutivo.
Pero eligen lo que comen, cómo buscan comida o dónde viven.
Los ancestros de las ballenas no soñaban con convertirse en delfines, pero sí en atrapar peces, y se imaginaron nuevos lugares donde encontrarlos. Ser capaces de aprender de ayer, procesar información en sueños esta noche, imaginar diferentes resultados mañana (aprendizaje, procesamiento de memoria, creatividad) aumenta la cantidad de potenciales futuros evolutivos.
No es accidente
Los continentes se aislaron en la era Cenozoica temprana, justo después del impacto del asteroide. Sin embargo, los ecosistemas notablemente similares dominados por mamíferos y aves evolucionaron independientemente en América del Sur, África, Australia y el supercontinente euroasiático y norteamericano.
Eso implica que el dominio de estos grupos no fue un accidente.
Lo sorprendente es que estas tendencias no eran nuevas: los dinosaurios muestran patrones similares. Los dinosaurios del período Cretácico tenían tasas de crecimiento más altas que sus ancestros triásicos antiguos. Eran más móviles, algunos eran corredores rápidos, otros pájaros volaban.
Los cerebros de estos dinosaurios eran más grandes que sus homólogos anteriores. T. Rex era más rápido, más inteligente y tenía un metabolismo más rápido que sus antepasados. Muchos tenían comportamientos de rebaño desconocidos en dinosaurios anteriores.
Durante el invierno que siguió al impacto del asteroide, las reglas cambiaron por un tiempo breve. A las aves, mamíferos y dinosaurios de sangre caliente, rápidos, cooperativos e inteligentes les fue mal en comparación con las tortugas y los caimanes. Los dinosaurios desaparecieron. Posteriormente, estas tendencias se reafirmaron.
La evolución puede ofrecernos aquí algunas lecciones. Sé rápido. Muévete para encontrar nuevas oportunidades. Trabaja con otros. Prueba cosas nuevas. Pero, sobre todo, cambia, adáptate.
Estas son casi siempre buenas estrategias, pero especialmente cuando estás deprimido, tratando de recuperarte.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí si quieres ver la historia en su versión original.
Nick Longrich es profesor de biología evolutiva y paleontología de la Universidad de Bath.