En el mar de Noruega, cerca de Groenlandia, vive el tiburón boreal, una gigantesca criatura que merodea las profundidades del círculo polar ártico desde hace más de 400 años.
Nada lentamente, con una cadencia hipnótica y es prácticamente ciego. Aun así, es un depredador voraz que se alimenta de otros tiburones, focas y marsopas. Algunos de ellos han engullido incluso renos y caballos.
Es una mole que mide casi 8 metros de largo y puede pesar más de una tonelada. Es una bestia que pocos han visto y de la cual no sabemos mucho, pero los científicos coinciden en que puede vivir casi 500 años, lo cual lo convierte en el animal más longevo del planeta.
Morten Strøksnes, un escritor y periodista noruego, y su amigo Hugo Aasjord, un excéntrico pintor y hombre de mar, se embarcaron en una aventura de varios años en busca del tiburón boreal.
El resultado de la odisea fue una mezcla de expedición científica y viaje existencial que quedó plasmada en "El libro del mar", una obra de no ficción publicada en 2018 donde Strøksnes narra su travesía en un pequeño bote y en la que la búsqueda del tiburón termina siendo solo una parte de una exploración más profunda de la naturaleza y de su propia vida.
En BBC Mundo conversamos con Strøksnes, quien participa en el Hay Festival Cartagena, Colombia.
¿Por qué te fuiste en busca del tiburón boreal?
Mi amigo Hugo tiene gran experiencia en el mar. Ha vivido casi toda su vida frente al mar y había estado cerca de las ballenas y los grandes mamíferos marinos, pero nunca del tiburón de Groenlandia.
La mayoría de personas normales no le prestaría atención a eso, pero él no es que sea una persona muy normal, así que esa idea se le fue haciendo cada vez más grande, hasta que un día me dijo: "Morten, me voy en busca del tiburón de Groenlandia, ¿vienes conmigo? Voy a atraparlo cueste, lo que cueste".
¿Y por qué aceptaste?
Durante mucho tiempo había estado buscando una buena razón para escribir un libro sobre el mar, pero no la encontraba. Mi forma de trabajo no es sentarme frente a un escritorio y escribir, debo estar en el lugar y vivir la experiencia.
Cuando Hugo me dijo lo del tiburón, supe que esa era la oportunidad. 'Eso es lo que haremos, iremos en busca de este "monstruo"', así entre comillas, porque en realidad no es un monstruo.
¿Cómo recuerdas el encuentro con el tiburón?
En el libro encontramos al tiburón dos veces. Yo no estaba muy preocupado cuando perdimos el primer tiburón. Si hubiéramos completado la misión a la primera, no hubiera sido el libro en el que se convirtió, en el que estamos en el océano, en nuestro pequeño bote, no solo en el verano sino también en el otoño, invierno y primavera.
Como los lectores podrán darse cuenta, el libro no es realmente acerca de atrapar al tiburón. Es acerca de nuestro planeta, su historia y su futuro, visito por dos amigos en un pequeño bote en el archipiélago de Lofoten.
Luego de terminar el libro no hemos vuelto a ir tras el tiburón, pero planeamos hacerlo más adelante este año. Hugo quiere hacer un tiburón como instalación de arte.
¿Por qué es tan especial este animal?
No sabemos mucho de él, pero sí sabemos que ha estado aquí durante más tiempo que la mayoría de criaturas en este planeta. Y no solo eso, puede vivir hasta 500 años, no hay nada que se le pueda comparar.
Está ahí, nadando bajo el hielo del Ártico y los fiordos de Noruega, cerca de Groenlandia. Es muy misterioso, es un nadador lento pero es capaz de cazar peces y mamíferos que son mucho más rápidos que él, ¿cómo puede hacer eso? Es una criatura fascinante.
Todo esto ocurre en medio del océano, ¿cómo era el paisaje al que se enfrentaban?
Estábamos al norte de Noruega, más allá del círculo polar. Es un lugar que es oscuro durante el invierno y hay luz durante todo el día en el verano. Es una de las áreas de pesca más famosas del mundo.
Uno de los personajes principales del libro es el océano. Es algo que cubre más del 70% del planeta y la mayoría de él está inexplorado. En el fondo del mar, a miles de kilómetros de profundidad, hay mucha más vida de lo que cualquiera pudiera esperar. Algunas de esas criaturas parecen de otro planeta.
¿Y cómo fue tu relación con ese personaje?
El océano no es un ser humano, no tiene emociones, pero a nosotros los humanos nos gusta proyectarnos en él. El océano es quien decide nuestro futuro.
Lo máximo que puedo hacer como un pequeño ser humano, viviendo un corto periodo de tiempo en este planeta, es respetarlo. Si no respetas el océano, especialmente en esta parte del mundo, donde el mar es tan violento y han muerto miles de pescadores, eres muy estúpido. El mar exige respeto.
¿Cambió la forma en que ves el océano luego de vivir esta aventura?
Se volvió muy claro para mí que el destino de este planeta está conectado a los océanos y a lo que ocurra con ellos. Yo no era consciente de eso.
Tenemos que cuidarlos. Las selvas son muy importantes de ahí viene nuestro oxígeno y ayudan a regular el clima, pero el océano es mucho más importante en lo que tiene que ver con la producción de oxígeno, almacenamiento de CO2 y gases de efecto de invernadero, y también la regulación del clima. Y es donde está la mayor parte de la vida.
Yo no pensaba en nuestro planeta de esta manera antes de estudiarlo tan de cerca.
Vives en un país que se precia de ese paisaje, pero también ahí se da la pesca intensiva y es una zona de interés para la explotación petrolera?
Somos bendecidos por tener estas tierras costeras, sería un crimen contra la humanidad poner en riesgo esta zona mediante la perforación petrolera en esta área. Y eso es lo que quieren hacer.
He sido un abierto crítico en contra de ello. Es como si Tanzania comenzara a perforar el Serengueti. Noruega sería el primer país en decir que eso es un desastre, que debemos detenerlo, que son unos bárbaros. Pues bien, nosotros tenemos nuestro propio Serengueti bajo el agua.
Hay gente que quiere perforar ahí, pero eso no va a ocurrir, tendrán que pasar sobre mi cadáver, aunque suene dramático.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019.