Qué son los gases CFC que destruyen la capa de ozono y cuya emisión se ha detectado en China
Todos sabemos que el dióxido de carbono (CO2) es uno de los principales culpables del cambio climático, pero una sustancia de la que se habla menos aunque es mucho más dañina, está causando estragos en la atmósfera terrestre.
Se trata del CFC-11, un poderoso gas de efecto de invernadero que destruye la capa de ozono.
El poder destructivo de una tonelada de CFC-11 equivale al de cerca de 5.000 toneladas de CO2.
En 1986, el Protocolo de Montreal comprometió a la comunidad internacional a reducir gradualmente la producción de esta sustancia. La meta era que en 2010 cesara por completo el uso del CFC-11.
Un reciente estudio, sin embargo, afirma que durante los últimos seis años se ha desacelerado la disminución del CFC-11 en la atmósfera.
Según los autores de la investigación, la principal fuente de emisión del CFC-11 son fábricas ubicadas en provincias del este de China.
¿Qué es el CFC-11, para qué se utiliza y por qué es tan perjudicial para el planeta?
Estable y versátil
El CFC-11 es parte de una familia de gases llamados CFC, que es la abreviatura de clorofluorocarbono.
El número 11 indica el número de átomos de carbono, hidrógeno, flúor y cloro que contiene.
Durante un tiempo, los CFC fueron considerados un gran logro de la química moderna.
Es una sustancia estable y versátil, que puede pasar fácilmente de líquido a gas y viceversa, así que los químicos la usaban en cientos de productos, desde aerosoles hasta sistemas militares.
Los gases CFC son útiles en sistemas de refrigeración, aires acondicionados, embalaje, espumas aislantes y solventes.
En el caso de China, el estudio afirma que las fábricas lo estaban usando como material aislante.
Daño para el planeta y los humanos
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA, por sus siglas en inglés), los CFC no son tóxicos para los humanos y tampoco son inflamables.
El verdadero peligro, sin embargo, es la emisión de los CFC a la atmósfera.
Los CFC no se destruyen en la atmósfera baja, así que logran subir hasta la estratósfera donde se acumulan y destruyen la capa de ozono. Son responsables de un gran agujero en la capa de ozono que hay sobre el Hemisferio Norte y la Antártica, descubierto en la década de los 80.
La capa de ozono funciona como un escudo que nos protege de la peligrosa radiación solar.
Según Matt Rigby, profesor de química atmosférica de la Universidad de Bristol y autor principal del estudio, lo detectado en China equivale a la emisión de cerca de 35 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera al año, una cantidad similar al 10% de las emisiones anuales de todo Reino Unido o las emisiones anuales totales de Londres.
Según los científicos, incluso una disminución relativamente pequeña en la concentración de ozono en la estratósfera puede aumentar el riesgo de cáncer de piel en los humanos y causar daños genéticos en muchos organismos.
El futuro
Los CFC están siendo reemplazados por otros compuestos como los hidroclorofluorurocarbonos y los hidrofluorurocarbonos, que según la NOAA también son gases de efecto de invernadero.
Sin embargo, en casos como el de China, el CFC-11 se sigue usando porque es un producto de mejor calidad y mucho más barato que otras alternativas.
Las autoridades chinas sostienen que ya están tomando medidas para reducir las emisiones de CFC-11.
Estudios recientes indican que si se respeta la prohibición del uso de los CFC, el agujero en la capa de ozono en el Hemisferio Norte podría desaparecer para 2030, y la de la Antártica para cerca de 2060.
Los expertos afirman que si no se detiene pronto la producción de estos gases, se pueden esperar "demoras sustanciales", en la recuperación de la capa de ozono, según explica la NOAA.