Cómo la güiña o gato de Chile se convirtió en uno de los más amenazados del continente
Con un tamaño promedio de la mitad de un gato doméstico, la güiña es el felino más pequeño de toda América.
También es el felino que se encuentra en la zona más restringida de las Américas, unos 300.000 kilómetros cuadrados que abarcan el centro y sur de Chile, y en menor grado, al suroeste de Argentina.
Pero la güiña o gato chileno (Leopardus guigna) se ha ganado otro título: ser uno de los felinos más amenazados de la región.
Desde que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ingresó a esta especie como vulnerable a la extinción en 1996, se cree que una de las principales amenazas para la güiña es la pérdida de su hábitat natural.
La deforestación y la ganadería extensiva han reducido su ya pequeña zona de distribución en un 70% desde 1970.
El otro factor que se ha señalado para explicar la reducción poblacional de las güiñas a menos de 10.000 ejemplares es su persecución y matanza por parte de los ganaderos.
Estos gatos salvajes de hábitos nocturnos tienen una amplia fama como cazadores de aves de corral.
Sin embargo, un estudio publicado la semana pasada en la revista científica Journal of Applied Ecology demostró que estas no son las principales amenazas para el también llamado "tigre pequeño".
Según la investigación encabezada por el biólogo chileno Nicolás Gálvez de la Pontificia Universidad Católica de Chile, "la subdivisión y fragmentación de la tierra tienen un impacto mucho mayor en la supervivencia de la güiña", explicó en un comunicado de prensa.
"Esto se debe a que existe un mayor riesgo de interacción humana y persecución en áreas donde hay más granjas, una mayor presión sobre los recursos naturales a través de una mayor extracción de madera y pastoreo de ganado, e incluso la competencia por alimentos de animales domésticos mantenidos como mascotas", agregó.
Por su parte, Zoe Davies, profesora de conservación de la biodiversidad de la Universidad de Kent, quien participó del estudio, dijo que solo 10% de las personas que habitan en la zona de distribución de estos animales han matado un ejemplar en la última década.
"Esto sugiere que la persecución es menos una amenaza para su supervivencia que la subdivisión de las granjas", explicó.