Durián: ¿por qué la fruta más apestosa del mundo huele así?
Con un poderoso aroma que alguien describió alguna vez como una mezcla de aguarrás, cebollas y medias sucias, el durián -una fruta que se consume en Malasia, Tailandia, Indonesia y otros países del sureste asiático- despierta tanto odio como pasiones.
O lo amas o lo detestas, dicen aquellos acostumbrados a verlo en los puestos de los mercados.
Tan potente es su olor, que en muchos sitios -como por ejemplo hoteles o en el transporte público- está prohibido su consumo.
Sin embargo, poco se sabía sobre este controvertido alimento de cáscara espinosa y pulpa blanda hasta ahora, que un grupo de investigadores en Singapur reveló sus secretos.
"Una persona sin alma"
Después de estudiar la fruta por tres años, los científicos crearon el primer mapa genético completo del durián (Durio zibethinussu) y descubrieron el gen que le da su olor tan particular.
El hallazgo abre el camino para crear una fruta "sin olor o de un sabor más suave", explican los investigadores.
Esta posibilidad, sin embargo, no fue tan bien recibida por los amantes de la fruta, que defienden su olor característico.
"Un durián sin olor no es más que una cáscara vacía sin esencia", escribió un fan en su página de Facebook, quien comparó un durián sin olor a "una persona que ha perdido su alma".
El estudio, financiado de forma privada por un grupo anónimo de amantes del durián, fue publicado en la revista Nature Genetics.
Pariente del cacao
"Nuestro análisis reveló que la producción de azufre volátil está potenciada en el durián, lo cual hace sentido con lo que opina mucha gente que dice que el olor se parece un poco al del azufre", dice el genetista Patrick Tan, coautor de la investigación.
El olor fuerte, explican los científicos, tenía un propósito importante en la naturaleza: atraer a los animales para que se lo coman y dispersen sus semillas.
En el sureste asiático, el durián es un gusto adquirido.
Pero, gustos aparte, lo interesante del estudio es que reveló también el pasado de esta fruta.
Se cree que tiene 65 millones de años y comparte ancestros comunes con la planta de cacao.