Mascarillas contra el coronavirus: ¿a quién protegen del COVID-19: a ti o a los demás?
¿Debemos usar mascarillas? Le decimos a nuestros hijos que se cubran la boca cuando tosen, de manera que cuando no podemos predecir quién se enfermará o no de COVID-19, tiene mucho sentido usar una mascarilla en público.
Pero no todas las mascarillas son iguales.
Pueden dividirse en dos categorías amplias: las mascarillas respiratorias diseñadas principalmente para proteger al usuario, y los cubrebocas, que pueden considerarse que actúan más como dispositivos para desviar la respiración.
Aunque los dispositivos para desviar la respiración ofrecen poca protección, especialmente con las salpicaduras de líquidos, su principal función es evitar que las exhalaciones se alejen demasiado del usuario.
Tiene sentido usar una si el objetivo es evitar respirar sobre otras personas.
Aunque el virus en sí mismo fácilmente puede pasar a través de estos cubrebocas, si están bien diseñados pueden ser efectivos para reducir la extensión de la propagación.
Por eso es que recientemente se ha aconsejado llevar cubrebocas, especialmente en lugares cerrados.
El otro tipo, las mascarillas respiratorias, se presentan en una variedad de tipos y medidas que van desde los equipos de respiración autónoma (ERA), hasta las mascarillas desechables llamadas mascarillas filtrantes parciales (FFP).
En Reino Unido y Europa, las FFP pueden dividirse en tres categorías dependiendo en cuántas partículas de sal (diámetro promedio de 0,6 micrómetros) y partículas de aceite (diámetro promedio de 0,4 micrómetros) dejan pasar, junto con varios otros parámetros (para comparación un cabello humano tiene 75 micrómetros de ancho).
Las mascarillas FFP1 pueden evitar que 80% de las partículas de prueba pasen a través de ellas. Las FFP2 el 94% y las FFP3 99%.
Esta eficacia relativamente alta de filtración de las mascarillas FFP también hace que sea bastante difícil respirar con ellas, así que en ocasiones se les agrega una válvula.
Ya que el objetivo de la válvula es facilitar la respiración del usuario, las válvulas tienden a filtrar el aire que entra, pero no el que sale.
Como resultado, estos dispositivos están diseñados para proteger al usuario del medio ambiente, no al medio ambiente del usuario.
¿A quién protegemos?
Esta distinción entre los cubrebocas diseñados para proteger al usuario y las mascarillas que pueden proteger a otras personas, ha sido central en el reciente debate sobre estos dispositivos.
En los ambientes clínicos, las mascarillas normalmente se usan como parte de un equipo de protección personal (EPP).
Sin embargo, la severa escasez de EPP durante de la pandemia ha llevado a que los equipos más efectivos de EPP queden reservados para los trabajadores salud y otras personas que están en el frente de la pandemia.
Las compras de pánico de EPP pusieron a los trabajadores sanitarios en riesgo.
Fuera de los ambientes clínicos, la situación es muy diferente.
Aunque desde una perspectiva personal a todos nos gustaría estar protegidos del virus, la escasez de EPP significa que el principal objetivo es evitar que el virus se propague en la población general, no proteger a individuos específicos.
Es por eso que, en lugar de EPP, se nos aconseja cubrirnos la boca para desviar nuestra respiración de manera que si somos portadores del virus haya menos probabilidades de que este se contagie a otras personas.
Las mascarillas quirúrgicas son el único tipo de dispositivo para desviar la respiración que está fabricado con estándares específicos (son considerados dispositivos médicos en la Unión Europea).
La vasta mayoría de los otros cubrebocas que la gente compra o hace no están fabricados con algún estándar específico, lo que quiere decir que su efectividad varía mucho, aunque los nuevos lineamientos para crear cubrebocas hechos en casa ya están recomendando qué diseños y materiales funcionan mejor.
En lo que se refiere a buen diseño, un cubrebocas bien ajustado debe cubrir la boca, la nariz y la barbilla, con ajustes alrededor de las orejas para asegurar que no quedan brechas a los lados.
Esto es importante porque aunque tu respiración pasará a través de la tela, el objetivo es reducirla para que no se propague tanto.
Irónicamente, si el objetivo es desviar la respiración para proteger a otras personas, un segundo argumento en contra de usar mascarillas diseñadas para los EPP se vuelve irrelevante.
En lugar de desviar la respiración, las mascarillas FFP con válvulas dirigen la respiración hacia afuera en una dirección específica a través de la válvula.
Como resultado, la protección del usuario viene a expensas de aquellos que están parados frente a la válvula.
Prohibidas
Esta es la razón por la que el Área de la Bahía de San Francisco prohibió el uso de mascarillas con válvulas en público.
El departamento de bomberos de San Francisco hizo un video instando al uso de doble mascarilla para asegurar que tanto el usuario como quienes lo rodean estén protegidos.
Otros sugieren cubrir las válvulas con cinta adhesiva.
También hay que notar que estas mascarillas casi siempre se usan con una pantalla facial de plástico en ambientes clínicos para que tanto el trabajador sanitario como el paciente estén protegidos.
Sin estándares obligatorios, la efectividad de los cubrebocas siempre será variable.
Esta variabilidad ha sido la causa de gran parte del debate sobre el uso de los cubrebocas.
Desafortunadamente, ha tomado muchos meses, en particular en las naciones occidentales, entender que la razón por la que debemos cubrirnos la cara en público no es proteger a individuos, sino hacer una pequeña contribución para proteger a todos.
*Simon Kolstoe es profesor de cuidados a la salud basados en evidencia de la Universidad de Portsmouth, Inglaterra.