Lucía Lijtmaer, escritora española: "Cuando amas, no es muy distinto a estar enfermo"
Son dos mujeres las que cuentan su historia en Cauterio, el nuevo libro de la española Lucía Lijtmaer, (Buenos Aires, 1975). Una de ellas, Deborah Moody, existió hace cuatro siglos, huyó de Inglaterra y fue la primera mujer en fundar una colonia en el nuevo mundo.
Deborah relata su pasado enterrada en la arena, inmóvil. La otra es una mujer contemporánea joven, sin nombre, que también ha dejado su ciudad, Barcelona, y vaga por las calles de Madrid. Y aunque las separan 400 años, las dos tienen heridas abiertas por la misma causa: el desengaño amoroso, la destrucción del deseo y dejar atrás la vida hasta entonces conocida.
"Quemar para curar" es lo que tenía en la cabeza la escritora cuando escogió un cauterio para titular la novela; una herramienta de los incicios de la medicina que cauteriza el daño. "El libro quiere funcionar como algo que pica, que escuece, pero que es necesario para detener una infección".
Lucía Lijtmaer es parte de los diálogos del Hay Festival Querétaro que se realiza entre el 1 y el 4 de septiembre en esa ciudad mexicana.
¿Si la novela es un cauterio qué es lo que quieres sanar?
El centro de la novela es la idea del amor como mitología, el amor como narración es un arma a las que las mujeres se agarran, no solo ellas, pero en este caso son dos mujeres, con la intención de salvarse.
Y son decepcionadas por la idea tradicional del amor en pareja, del amor romántico, eso es lo que tienen que sanar y luego reconducirse, cada una con sus estrategias, muy distintas entre sí.
¿Por qué las decepciona el amor romántico?
Pasa a veces con este ideal que tenemos, que nunca es lo que esperas, muta y siempre hay una gran decepción. Una vez que te rompen el corazón, hay que reconstruirse desde ahí y entender que todo ese relato del amor no es necesariamente el que pensabas.
Hay una cuestión que no ha variado en los últimos siglos sobre cómo concebimos el amor y que a veces, cuando todo ese cuento se rompe, estamos inconsolables, el personaje contemporáneo está desconsolado, hasta que se puede rearmar.
Ella dice que el amor es una monstruosidad ¿cuáles son las atrocidades de este amor tradicional?
Me divierte que pueda pensar así, porque cuando uno está en esas situaciones, le parece una aberración enamorarse. No puedes ni plantearte volver a compartir, volver a confiar.
Ella entiende que el amor es monstruoso, porque de alguna manera, cuando amas y cuando estás enamorado, no es muy distinto a estar enfermo.
Es algo que te invade, que es irracional y te hace tomar decisiones irracionales, basadas muchas veces en el deseo y sobre todo en la vulnerabilidad.
El amor te convierte por defecto en alguien vulnerable, y a ella en ese momento le parece monstruoso.
Antes de enamorarse tiene una vida plena, activa, creativa, y cuando se le plantea entrar en "el club de la monogamia", dice que "es mejor pertenecer que no hacerlo. Le da sentido a todo. Es un club pegajoso, cómodo, monocorde, como un sedante". ¿Compartes esa visión?
Quería narrar la pareja tradicional, que cuando la abrazas, te abraza de vuelta.
Cuando te echas una pareja estable, vives con ella y tienes una vida más o menos establecida, mucho menos disidente que estar soltera, que estar en poliamor, o tener una vida más difícil de explicar.
Vas a casa de tu suegra y es algo fácil de explicar, si eres una mujer monógama en pareja de larga duración; a eso me refería.
Es un club monocorde con ciertos rituales, todos muy parecidos, que no han cambiado en los últimos 100 años. Se generan rutinas, que a todas luces del status quo mundial de lo sentimental, son lo correcto. No cambian los anuncios de televisión, ni las narrativas cinematográficas al respecto.
Cuando una mujer heterosexual de mi generación dice que desea una pareja, todos presuponemos que desea eso. Y luego las aspiraciones son mucho más variadas.
El deseo juega un rol importante en ambas. Deborah dice:"sólo me siento viva cuando él me posee", pero su marido pronto se aleja, ¿qué pasa cuando se deja de ser deseada?
Eso es lo que la rompe totalmente y la modifica, porque ella se casa por deseo, es fundamental para ese matrimonio, siente un deseo tremendo y acelera la boda, para ella su cuerpo es importante: habla de que las trenzas le aprietan el pelo, el corsé le corta la carne, toda esa rotundidad corporal.
El deseo en ambas muestra la necesidad de hablar de dos sujetos deseantes.
En el caso del personaje contemporáneo, también usa su deseo de una manera autodestructiva, pues cuando se separa tiene una serie de amantes que le dan igual, con los que se acuesta para obtener una cierta agencia, la de sentirse deseada por los guiris, los extranjeros que pasan por Barcelona, una ciudad muy turístificada.
Quería mostrar las dos cosas, el deseo primigenio, erótico y el uso del propio cuerpo como algo autodestructivo.
¿Por qué lo planteas como autodestructivo?
Porque es una mujer que acaba de ser abandonada, es casi una zombi, en el fondo ellas son dos zombis.
Una está literalmente bajo tierra contando su vida pasada y la otra vaga por la ciudad sin saber por qué, ni a dónde va. En una ciudad que no la representa, donde no tiene ningún tipo de alivio, ningún tipo de sostén.
Ya no quiere tener amigas, ni contacto con nadie y me gustaba la idea del sexo de una manera aleatoria, con quien quiera, como quiera, pero claramente ella no está bien, por eso es un sexo autodestructivo, no por la promiscuidad.
¿Por qué ambas postergan su propio proyecto en beneficio del proyecto del otro: las carreras políticas de los maridos?
Me generaba mucha incomodidad la idea de someter a la mujer, que sea un instrumento para la carrera política. En esa incomodidad nace la rebelión que yo propongo para ellas y la idea de crear un proyecto propio.
En el caso de Deborah con otras mujeres, en el caso de la mujer contemporánea a través de la venganza; son los dos recursos que se encuentran ahí.
Los dos me parecen muy útiles en el mundo contemporáneo, en nuestra sociedad. Ya sea por la idea de la reparación, que es muy necesaria y de la construcción de espacios de disenso para generar narrativas propias, que es lo que hace el feminismo contemporáneo.
En el momento en el que te narras puedes avanzar, si no se cuenta, no existe.
La venganza pareciera estar totalmente censurada, pero tú la planteas como una forma de sanar. ¿Cómo funciona para ti?
Es mi recurso narrativo favorito, me encantan las películas donde hay venganza femenina, me fascina desde siempre y en toda la literatura que me ha formado como escritora es fundamental.
Con la venganza se obtiene líricamente la última palabra, sobre todo en personajes silenciosos; cuando se vengan, se revelan una serie de cosas que me generan muchísimo disfrute.
Y si te soy sincera, lo primero que escribí fue la venganza del personaje contemporáneo, porque pensé, si va a sufrir tanto, necesito escribir como se venga antes de todo.
¿Te has vengado alguna vez?
No creo en la venganza en la vida personal, solo en la simetría y en la reciprocidad.
Pero ¿es un recurso que podemos tomar las mujeres?
¿Sabes qué pasa? Siempre que pienso en una venganza femenina en la vida real, creo que en algún momento la van a castigar.
Por eso en la realidad prefiero usar la idea de reparación, porque ante una injusticia, es necesaria para poder sanar. Pero en lo literario, la venganza me parece fabulosa.
Tendría que ser una venganza muy bien pensada para que no la castigaran?
Como un crimen perfecto, para que no te pillen.
La de la novela es bastante perfecta, y aunque no la vamos a revelar, ¿en qué te inspiraste?
Pensé en toda la violencia inmobiliaria y en cómo cuando una pareja rompe, lo más importante es tener una casa. ¿Qué pasaría si todos tus fantasmas amorosos ocuparan esa casa?
Buscando piso en Madrid vi lo desesperada que está la gente por alquilar como sea, ahí lo vi claro.
¿Sientes que después de siglos de discriminación estamos en una época de cierta dosis de venganza?
Creo que no, pues, en general, lo único que hemos hecho las mujeres en los últimos 50 años es luchar por nuestro derecho a ejercer la libertad de nuestro cuerpo y un papel político y social, porque hemos sido ciudadanas de segunda y lo que hacemos es reivindicar aquello que tendríamos que tener de pleno derecho.
En todo caso, lo que estamos viendo es un castigo a estos intentos de reparación en los grandes movimientos de ultra derecha en Estados Unidos, en las nuevas leyes penalizando el aborto.
Creo que vivimos una oleada ultraconservadora que se viene gestando desde los años 70, con la popularización de los movimientos por los derechos civiles y que se está oponiendo a los últimos grandes avances, que son poder nombrar lo que nos pasa con la violencia sexual, con la desigualdad laboral y tantos etcéteras que podría añadir.
¿Cómo hay que reaccionar ante esta oleada ultraconservadora?
Como hemos hecho siempre, narrando, nombrando y tejiendo redes.
Sola no puedes con amigas sí, es un muy buen lema y todo lo que se ha conseguido es porque ha habido una serie de movimientos que tienen que ver con lo colectivo, mujeres más jóvenes que nombran, que ponen el cuerpo, que cuentan y se manifiestan; ahora no puedes meter a esas chicas jóvenes en casa y decirles que su cuerpo no es suyo.
¿Cuáles destacarías como los hitos de este movimiento?
Por supuesto el MeToo, pero el #Cuéntalo a nivel mundial, ponerle nombre a la violencia sexual y al acoso, que es sistemático y está a la orden del día. Todos los movimientos decoloniales que ponen voz a que el feminismo no es blanco y que es plural y lo ha sido siempre y hay que romper una idea monolítica.
Todo lo que tiene que ver con las reivindicaciones en favor de los derechos de autonomía de los cuerpos, lo que se ha hecho en Latinoamérica, especialmente el movimiento pañuelo verde en Argentina, en Irlanda y Polonia, donde las mujeres han salido a la calle y han roto la barrera que les ponía la Iglesia y los movimientos ultraconservadores, son tres grandes cuestiones que han sido fundamentales.
¿Dirías que en su mayoría tienen que ver con el cuerpo, con su protección, su libertad, su autonomía?
Cada vez que hay un retroceso social, lo primero que se pone en jaque son los cuerpos de las mujeres. Esto lo dice Margaret Atwood sobre El cuento de la criada, cuando la gente se escandaliza por lo que cuenta; ella dice que no es nada que no haya pasado antes en la historia mundial.
Lo primero que se hace en las guerras es conquistar el cuerpo de las mujeres a través de la violación. Lo primero que hace un régimen dictatorial es el control de la natalidad a través del control del cuerpo de las mujeres.
Entonces es fundamental el acceso de las mujeres a la libertad sexual, no es únicamente un tema de parir o no parir, sino del control sobre su deseo, porque como dice la analista feminista Luciana Peker, lo que les jode es el deseo y tiene razón.
¿Porqué les jode?
Porque una mujer que disfruta es una mujer peligrosa. Por la autonomía, por el hecho de que no te necesite para obtener su placer; no digo que sea consciente, probablemente es un miedo inconsciente, pero claramente tiene que ver con eso.
La independencia es la posibilidad de no necesitar al otro, de gozar en libertad, es algo evidente, pero está muy arraigado.
¿Crees que los hombres están entendiendo esto o que se sienten amenazados?
Me resulta difícil generalizar, creo que todo gran avance exige un reajuste, y evidentemente, nadie quiere perder los privilegios, entiendo el miedo, incluso entiendo la resistencia.
Pero en cuanto examinas la idea de la violencia, de ser ciudadanas de segunda, de no tener los mismos derechos que tiene el otro con la más absoluta libertad, es necesario entenderlo y sumarse, porque es mucho más divertido sumarse para cambiar las cosas.
Yo creo que las reticencias son aprovechadas por la ultraderecha, es el miedo en lo que crecen estos movimientos, el miedo al cambio y al desconocimiento, sobre todo.
¿Cuáles son los futuros posibles?
La novela no hace ningún planteamiento futurista, creo que deja preguntas más que soluciones; el colapso ecológico, por un lado, ya que el personaje contemporáneo está aterrado y es parte de su autodestrucción el plantearse la idea nihilista de que todo termine. También cuestiona lo qué pasa con con el amor tradicional, si podemos superarlo o siempre repetiremos las mismas historias.
Y por último, si la idea de un futuro compartido en proyectos ajenos a lo tradicionalmente político puede tener una vía de subsistencia, o solo el egoísmo y el individualismo nos harán sobrevivir.
Al final hay una posibilidad de unión en proyectos futuros que dan cierta esperanza. Sin duda la unión hace la fuerza y la unión cívica, en este caso, es lo que veo como la mejor posibilidad de futuro.
En cuanto al amor tradicional, ¿cómo podríamos proyectarlo?
No hay una única solución, hay tentativas de futuros, pero no mucho más; escuchar opciones y vivencias y ver qué sirve, en el fondo es ensayo-error. También entender que la felicidad no es unívoca, quizá tengamos que deconstruir el anhelo de perfección en el amor, eso sí que nos hace infelices.
Hay un libro de Liv Stromquist que se llama No siento nada, que habla del amor contemporáneo y la imposibilidad de la satisfacción constante; a mí me me ayudó mucho, porque te das cuenta de que no se está siempre satisfecho y que no pasa nada por eso.
¿La búsqueda de la perfección, es más una tendencia de las mujeres o también de los hombres?
Es una cuestión del capitalismo contemporáneo, del capitalismo en el amor, la necesidad de consumo, de emoción constante, eso también afecta a los hombres.
Todo tiene que ser excelente todo el tiempo: el mejor sexo con la misma persona, en larga duración, y siempre enamorados como el primer día es imposible, pero nadie lo dice.
Tenemos que hablar más honestamente de lo que nos pasa, y narrarse con honestidad implica romper todos esos tabús.
Cuál sería el tabú que propondrías derribar hoy, en esta entrevista.
La idea del amor como salvación y como mantra de vida. Aceptar que no siempre es así, o no todo el tiempo. Aquello que viene de otras generaciones, de que el amor es para siempre y que cuando no es así, es una la que fracasa; romper eso cuanto antes.
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