Los "superpoderes" de las criaturas que viven en zonas volcánicas de las profundidades del océano
Maggie Georgieva tiene en sus manos un frasco de vidrio.
"Aquí está", me dice. "Éste es 'el Hoff', el famoso cangrejo de pecho peludo".
Muchos de nosotros tendríamos dificultades para nombrar algún animal descubierto recientemente en las profundidades del mar.
Pero el Hoff acaparó titulares en 2012 cuando fue hallado a 2.000 metros de profundidad en una región volcánica del océano Antártico.
Los investigadores que hallaron el cangrejo dijeron en broma que su pecho peludo les recordaba al actor estadounidense David Hasselhoff, estrella de la serie Guardianes de la Bahía, y fue apodado el Hoff.
El cangrejo recibió finalmente en 2015 su nombre científico, Kiwa tyleri, en honor al biólogo y explorador oceánico británico Paul Tyler.
Y uno de los especímenes de referencia acabó en el Museo de Historia Natural de Londres, y eventualmente, en las manos de Georgieva.
Bacterias aliadas
La científica siente fascinación por los sitios del océano donde habitan animales extraños como el Hoff.
Estas criaturas viven en torno de fuentes hidrotermales o fumarolas, grietas en las profundidades del océano en zonas volcánicamente activas donde el magma está relativamente cerca de la superficie del planeta.
Bacterias especializadas en el pecho peludo del cangrejo se nutren de metales y otras sustancias disueltas en los fluidos que escapan de las grietas a temperaturas de hasta 400 grados centígrados.
Y esas bacterias proveen energía a su vez a un conjunto tan hermoso como extraño de organismos complejos.
El Hoff, por ejemplo, "cultiva" bacterias en su pecho peludo y tiene pequeñas extensiones que operan como múltiples bocas recogiendo las bacterias como fuente de alimento.
Otro de los frascos en la colección de Georgieva contiene especímenes de lo que se conoce como gusanos de tubo gigante o gusanos vestimentíferos gigantes (Riftia pachyptila).
Estos invertebrados marinos viven en otro tipo de simbiosis.
Los gusanos no tienen boca, estómago o intestinos, pero sí poseen un órgano llamado trofosoma que funciona como refugio para las bacterias. Y los microbios pagan su renta aportando nutrientes.
El camarón sin boca ni ojos
En otro frasco del laboratorio de Geogieva puede verse un diminuto camarón llamado Rimicaris, que protege a las bacterias bajo su "capucha", un tipo de caparazón.
En torno a las fumarolas es posible hallar verdaderos enjambres de estos animales, miles en un metro cuadrado.
Este camarón debe lograr un equilibrio muy delicado: mantener a las bacterias cerca de los fluidos para absorber nutrientes, pero no demasiado cerca para evitar que se "cocinen" a esas temperaturas extremas.
Rimicaris no tiene ojos, pero lleva en su parte dorsal una pequeña mancha de rodopsina, un pigmento que cambia con la energía lumínica y que le permite, según algunos investigadores, la radiación térmica.
Gusano de Pompeya
Sin embargo, las condiciones extremas en que vive Rimicaris no se comparan con los peligros que enfrenta otra de las criaturas en la vasta colección de Georgieva, el gusano de Pompeya, una especie de anélido que vive en las profundidades del Pacífico.
El gusano construye tubos que parecen de papel a ambos lados de las chimeneas donde emergen los fluidos calientes.
Las temperaturas en estos tubos pueden superar los 80 grados centígrados.
Para aislarse del calor, el gusano usa como protección una capa gruesa de bacterias.
Adaptación extrema
"Lo más increíble de las fumarolas es que producen estas adaptaciones únicas y extrañas en los animales", afirmó Georgieva.
"Estamos investigando cuán rápidamente pueden adaptarse estas criaturas a sus ambientes".
Un aspecto clave para estos animales es la adquisición de bacterias o simbiontes.
"Para obtener esos simbiontes, una de las cosas que deben hacer es modificar su sistema inmunológico, ya que seleccionan solamente algunas bacterias beneficiosas pero no otras dañinas", afirmó la investigadora.
Uno de los grandes enigmas en torno a estas criaturas extremas es cómo lograron esparcirse en el planeta.
Las fuentes hidrotermales son oasis ricos en nutrientes en sitios con recursos escasos, a miles de metros de la superficie de los océanos y en oscuridad.
Y a pesar de esas condiciones difíciles, el Hoff y otros cangrejos similares habitan regiones volcánicas bastante apartadas a lo largo del océano Antártico.
Mini-Hoffs
El ultimo ancestro común de estos cangrejos vivió probablemente hace 30 a 40 millones de años en el este del Pacífico.
Lo que vemos hoy es el resultado de la colonización exitosa de fumarolas por larvas dispersas. Las hembras liberan mini-Hoffs en grandes cantidades que flotan y eventualmente llegan a otra fuente hidrotermal.
Es una existencia precaria, ya que las fumarolas no sólo están apartadas, sino que emiten fluidos en forma intermitente.
Cuando una fumarola se apaga por completo mueren todos los animales a su alrededor.
Una misma especie debe habitar múltiples fumarolas a lo largo de una cadena volcánica, de modo que si una se pierde la especie sobrevivirá.
Explotación minera
La gran preocupación de los expertos es que la actividad humana transforme el fondo del océano eliminando las fumarolas que estas especies puede colonizar.
El año pasado científicos británicos descubrieron en una cadena montañosa en el océano Atlántico altas concentraciones de un material usado en la fabricación de paneles solares.
Y algunas compañías ya expresaron su interés en explotar los metales en las fuentes hidrotermales.
Uno de los mayores peligros para especies como El Hoff es la posible explotación minera de fumarolas, aseguró Nicolai Roterman, experto en cangrejos de la Universidad de Oxford.
Esta semana, Naciones Unidas debate en Nueva York la elaboración del primer tratado internacional para proteger la vida en alta mar.
"Es algo crítico", señaló Roterman.
"Si se comienza a excavar y destruir fuentes hidrotermales en las profundidades del océano es posible que una población simplemente colapse".