Los nuevos piratas del Caribe: venezolanos a los que "todos les tenemos miedo"
Si tu idea de un paraíso tropical se basa en lo que ha visto en folletos turísticos, la costa del sudoeste de Trinidad no te decepcionará.
¿Playas doradas y palmeras de coco? Los tienes.
¿Aldeas serenas, llenas de pescadores que duermen bajo las palmeras? Ahí están.
¿Un ambiente relajado? Hmm... En realidad no.
Si echas un vistazo más de cerca a pueblos como Fullarton notarás que algunas cosas parecen estar fuera de lugar.
Por un lado, ¿por qué tantos pescadores tienen motores de 200 caballos de fuerza en sus barcos, cuando 75 es más que suficiente? ¿Y por qué, cuando salen a pescar por la noche, ninguno de ellos enciende luces?
La respuesta, como explica el pescador Gerry Padarath desde su hamaca junto a la playa, es: piratas.
"Todos les tenemos miedo ahora", me dice.
"Hay unos 50 pescadores en el pueblo que han tenido roces con ellos, ya sea siendo robados o secuestrados. Nuestra única posibilidad es pescar en la oscuridad, para que no nos vean, o comprar motores más grandes para poder ir más rápido que ellos".
¿Piratas? ¿En el Caribe? Eso fue hace 300 años, ¿verdad? Antes, cuando los hombres como Barbanegra y Calicó Jack navegaron estas aguas.
Hasta ahora, el único pirata que había visto en Trinidad era una foto del capitán Henry Morgan. Y estaba en una botella de ron.
Gerry Padarath gesticula hacia el mar, donde a través de un tramo de agua color lodo se puede ver otra costa. Es la parte continental de Venezuela, que, en su punto más cercano, se encuentra a apenas 20 kilómetros de Trinidad.
En tiempos más felices, los transbordadores solían llevar a grupos de turistas venezolanos a divertirse en Trinidad.
Sin embargo, hoy en día, a medida que Venezuela se desliza más hacia el colapso económico, sus empobrecidos puertos costeros se han convertido en modernos refugios para bucaneros.
La mayoría de los piratas fueron otrora ser pescadores, que se ganaban la vida pescando atún, pulpos y camarones en las cálidas aguas del Caribe.
Pero bajo el gobierno el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, la industria pesquera fue sometida a un programa de nacionalización bien intencionado pero desastroso, lo que llevó a las empresas a trasladarse al extranjero.
Con el golpe adicional de la hiperinflación, muchos de los pescadores ahora no tienen trabajo ni manera de alimentar a sus familias. Lo que sí tienen es acceso a botes y armas ilegales, disponibles en las calles de Venezuela.
Lamentablemente recuerda la crisis de piratería en Somalia hace una década, cuando los pescadores desempleados tomaron las armas para atacar a los barcos que pasaban.
Pero mientras que los piratas somalíes atacaban a los buques de carga ricos, los venezolanos tienden a buscar a los pescadores de Trinidad, que no tienen mucho más que ellos mismos.
Una de esas víctimas fue Candy Edwards, a quien conocí en el pueblo de Icacos, en cuya playa se alinean largas piraguas de pesca de madera.
Estaba saliendo a pescar con dos amigos cuando un bote de hombres armados con ametralladoras los atacó.
"Se subieron a bordo y nos ataron", me dijo. "Luego nos llevaron a Venezuela y nos encerraron en una jaula en algún bosque. Pidieron un rescate de US$35.000 para liberarnos. La comunidad aquí en Icacos recolectó como pudo y nos liberaron después de 7 días. Pero quedé tan asustado que no volví al mar durante un año".
Uno puede escuchar historias como esta a lo largo de la costa suroeste de Trinidad.
Pero no solo los secuestros y robos han preocupado a la gente.
Los piratas también son grandes contrabandistas, que traen a Trinidad la cocaína y las armas que alimentan las guerras de pandillas, cada vez más letales en la isla.
De Trinidad se llevan botes llenos de pañales, arroz, aceite de cocina y otros elementos básicos, todos ahora escasean en Venezuela.
Es cierto que el problema de las pandillas no es nuevo: ha estado aquejando a la isla durante casi dos décadas y, a menos que se desvíe hacia los barrios marginales de la capital, Puerto España, es poco probable que lo notes.
Pero entre más grande sea la ola de anarquía proveniente de Venezuela, es probable que empeore.
Por otra parte, no todos los pescadores trinitarios son víctimas totalmente inocentes.
Al preguntar acerca de un secuestro de piratas, que había ocurrido unos días antes, me encontré con miradas claramente nerviosas.
"No puedo hablarte de eso en este momento, hay demasiadas personas mirando", me dijo una mujer. Más tarde, por teléfono, explicó.
"Ese secuestro fue por el dinero de las drogas que alguien aquí les debía a los carteles", dijo. "El problema de las drogas empeora cada vez más aquí: en el momento en que te fuiste, llegó un bote con drogas".
No puedo decir que me decepcionó perderme esa primicia en particular. Mucha gente en Fullarton me había confundido con un policía.
Pero eso explicaba esa sensación de tensión nerviosa. Y me hizo preguntarme sobre todos esos nuevos motores de 200 caballos de fuerza. ¿Realmente todos eran para escapar de los piratas? ¿O será que también tienen otros usos?