Seguro que alguna vez, estando en una sala ruidosa y llena de gente, te sorprendiste mirándote a los ojos con otra persona. Es casi como una escena de cine: el resto del mundo se desvanece hasta volverse gris, mientras tú y esa otra persona están momentáneamente conectados, conscientes de que ella te mira a ti y tú a ella.
Sí, es cierto: el contacto visual no siempre es tan emocionante. Al final, es una parte natural de la mayoría de las conversaciones, pero casi siempre es importante.
Hacemos suposiciones sobre la personalidad de las personas en función del rato que nos miran a los ojos o que miran hacia otro lado cuando hablamos con ellos. Y cuando nos cruzamos con desconocidos en la calle o en algún otro lugar público, nos podemos llegar a sentir rechazados si no establecen contacto visual con nosotros.
Aunque todo esto ya lo sabemos por nuestras experiencias cotidianas, los psicólogos y los neurocientíficos han estudiado el contacto visual durante décadas. Y sus intrigantes hallazgos revelan mucho más sobre el poder que tiene. Por ejemplo, lo que cuentan nuestros ojos y cómo el contacto visual cambia lo que pensamos sobre la persona que nos mira.
Un hallazgo recurrente es que los ojos que nos miran atraen y retienen nuestra atención, lo que nos hace menos conscientes de lo que está sucediendo a nuestro alrededor (que "se vuelve gris", como mencionamos antes).
Además, sostener la mirada de alguien involucra una serie de procesos cerebrales, ya que nos damos cuenta de que nos estamos relacionando con la mente de esa persona. En consecuencia, nos hace ser más conscientes de la existencia de la otra persona, de que tiene una mente y una perspectiva propias, lo que, a su vez, nos hace más conscientes de nosotros mismos.
Puede que hayas notado estos efectos con especial intensidad si alguna vez aguantaste la mirada de un mono o un simio en un zoológico: es casi imposible no rendirse a la sensación de que son seres conscientes que te juzgan y te examinan.
De hecho, se ha demostrado que incluso mirar un retrato que parece que nos mira activa una franja de actividad cerebral relacionada con la cognición social, es decir, en el hecho de pensar en nosotros mismos y en otras personas.
Capacidad de concentración
No sorprende que nos distraiga mucho darnos cuenta de que somos el objeto de otra mente.
Fijémonos para ello en un estudio reciente realizado por investigadores japoneses. Los voluntarios tenían que mirar un video en el que aparecía una cara mientras completaban un juego de palabras en el que había que relacionar verbos con nombres. Por ejemplo, si escuchaban la palabra 'leche', una respuesta adecuada sería 'beber'.
Pues bien, los voluntarios tuvieron mucha más dificultad con el juego de palabras (en los nombres más complicados) cuando la cara del video parecía establecer contacto visual con ellos.
Los investigadores creen que este efecto se produce porque el contacto visual, aunque sea con un extraño en un video, es algo tan intenso que merma nuestras reservas cognitivas.
Investigaciones similares revelaron que mirar a los ojos a una persona también interfiere con la memoria de trabajo (la capacidad de mantener y usar la información que tenemos en mente durante cortos períodos de tiempo), la imaginación y el control mental.
Es posible que, sin darte cuenta, hayas interrumpido el contacto visual con otra persona para concentrarte mejor en lo que está diciendo o pensando. Algunos psicólogos incluso recomiendan mirar hacia otro lado como estrategia para ayudar a los niños pequeños a responder preguntas.
Además de saturar socialmente nuestros cerebros, la investigación también muestra que el contacto visual moldea la percepción que tenemos de la persona que nos mira.
Por ejemplo, generalmente percibimos que las personas con más tendencia a establecer contacto visual son más inteligentes, más conscientes y sinceras (al menos en las culturas occidentales), y es más probable que creamos lo que dicen.
¿Un momento especial?
Es verdad, también, que un exceso de contacto visual puede hacernos sentir incómodos. De hecho, las personas que miran fijamente durante mucho tiempo pueden parecer espeluznantes.
En un estudio realizado recientemente en un museo de ciencias, un grupo de psicólogos intentaron determinar la duración ideal del contacto visual. Llegaron a la conclusión de que, en promedio, es de tres segundos. Y ninguna persona del estudio se decantó por una mirada de más de nueve segundos.
Otro de los efectos del contacto visual puede ayudar a explicar por qué ese preciso momento en el que nos miramos con otra persona en una sala puede ser, a veces, tan absorbente.
Un estudio reciente reveló que esa mirada conduce a una especie de fusión parcial entre el yo y el otro: calificamos a los extraños con los que hemos establecido contacto visual como más similares a nosotros, en términos de personalidad y apariencia.
Tal vez, en el contexto adecuado, cuando todos los demás están ocupados hablando, este efecto se agrega a la sensación de que tú y esa persona están compartiendo un momento especial.
Atracción
La química del contacto visual no termina ahí. Si deciden acercarse, se darán cuenta de que el contacto visual también los une de otra manera. Se trata de un proceso conocido como "mimetismo de la pupila" o "contagio de la pupila", según el cual sus pupilas y las de la otra persona se dilatan y se contraen en sincronía.
Esto se interpreta como una forma de mimetismo social subconsciente, una especie de danza ocular, y se percibe como un gesto romántico.
Pero recientemente hubo cierto escepticismo acerca de este fenómeno, y algunos investigadores aseguran que es simplemente una respuesta a las variaciones del brillo de los ojos de la otra persona (de cerca, el hecho de que las pupilas de la otra persona se dilaten aumenta la oscuridad de la escena, lo que causa que nuestras pupilas también se dilaten).
Eso no quiere decir que la dilatación de la pupila no tenga un significado psicológico. De hecho, al menos hasta la década de los 60, los psicólogos estudiaron la forma en que se nos dilatan las pupilas cuando estamos más excitados o estimulados (en un sentido fisiológico), ya sea por interés intelectual, emocional, estético o sexual.
Esto llevó a debatir si percibimos que las caras con las pupilas más dilatadas (a veces entendido como signo de interés sexual) son más atractivas. Al menos algunos estudios, unos de hace décadas y otros más recientes, sugieren que sí.
Sea como sea, siglos antes de esta investigación, la sabiduría popular ya consideraba que las pupilas dilatadas eran atractivas. En diversos momentos de la historia, las mujeres incluso utilizaron un extracto de planta para dilatarse deliberadamente las pupilas como forma de hacerse más atractivas (de ahí el nombre coloquial de la planta: "belladona").
Pero cuando miramos a otra persona profundamente a los ojos, no solo las pupilas mandan mensajes.
Otra investigación reciente sugiere que podemos leer emociones complejas en los músculos de los ojos, según si una persona está frunciendo o abriendo los ojos. Así, por ejemplo, cuando una emoción como la repulsión nos hace entrecerrar los ojos, esta "expresión ocular" también indica nuestra repulsión a los demás.
Otra característica importante de los ojos son los anillos limbares, es decir, los círculos oscuros que rodean el iris. La investigación reciente sugiere que estos anillos limbales son más visibles en personas más jóvenes y sanas, y que las personas que los miran de alguna manera lo saben.
Todos estos estudios sugieren que hay mucha verdad en el viejo dicho que reza que los ojos son la ventana del alma. De hecho, hay algo increíblemente poderoso en el hecho de mirar profundamente a los ojos a otra persona. Dicen que los ojos son la única parte de nuestro cerebro que está directamente expuesta al mundo.
Cuando mires a otra persona a los ojos, piensa: quizás sea lo más cerca que esté de que se "toquen los cerebros", o las almas, si prefiere ser más poético en estas cosas.
Dada esta intensa intimidad, tal vez no sea de extrañar que si atenúa las luces y mantiene la mirada a otra persona durante 10 minutos sin parar, verá que suceden cosas extrañas, más extrañas de lo que haya experimentado jamás.