Para unos es tronarse los dedos, para otros sonarse los nudillos, sacarse conejos, tabas o yucas.
Muchos lo ven como una forma de liberar estrés y para otros puede ser hasta motivo de una competencia para ver a quién le crujen más fuerte los dedos.
Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, el resultado suele ser el mismo: ese peculiar -y para algunos desesperante- sonido que por muchos años inquietó a la comunidad científica.
Desde hace años, los especialistas valoraron varias teorías para explicarlo y la más extendida fue la de la explosión de pequeñas burbujas en los nudillos.
O sea, según quienes lo han estudiado, cuando te truenas los dedos, el espacio entre las articulaciones se agranda y hace que los gases disueltos en el líquido sinovial -que baña a la articulación- formen burbujas microscópicas.
Esas bolitas de aire se unen para formar unas más grandes cuando entra más fluido en el espacio abierto hasta que ? ¡crac!, estallan y el sonido atraviesa la piel.
Ahora, un grupo de científicos de Estados Unidos y Francia propuso un grupo de complejas ecuaciones matemáticas que amplían el sentido de esta teoría.
Y el nuevo modelo matemático, dado a conocer el jueves, confirma la idea de que el sonido se debe a pequeñas burbujas que colapsan en el fluido de la articulación a medida que cambia la presión.
Pero ¿cómo lograron hacer un cálculo que explique el sonido de los dedos al ser tronados?
Las ecuaciones
El estudiante de ciencias Vineeth Chandran Suja cuenta a la BBC que todo comenzó en Francia cuando se estaba tronando los nudillos en una clase y decidió investigar a qué se debía.
Con su profesor Abdul Barakat le metió manos al asunto y finalmente, lograron un modelo matemático que explica el sonido de los dedos.
"La primera ecuación describe las variaciones de presión dentro de nuestra articulación cuando hacemos crujir los nudillos", explica.
"La segunda ecuación es una bien conocida que describe las variaciones de tamaño de las burbujas en respuesta a las variaciones de presión. Y la tercera que escribimos fue para acoplar la variación del tamaño de las burbujas a las que producen sonidos", añadió.
Las ecuaciones conforman un modelo matemático completo que describe el sonido de los nudillos, afirma, por su parte, Chandran Suja, quien ahora es estudiante de posgrado en la Universidad de Stanford en California.
Teorías conflictivas
El modelo cruza cuidadosamente dos teorías en conflicto.
La idea de que el colapso de las burbujas provoca el crujido se planteó por primera vez en 1971.
Pero esto fue cuestionado 40 años más tarde, cuando nuevos experimentos demostraron que las burbujas continúan en el fluido mucho después de que los nudillos han sido craqueados.
El nuevo modelo matemático parece resolver esto al mostrar que solo se necesita un colapso parcial de las burbujas para producir el sonido.
Por lo tanto, pequeñas burbujas pueden quedarse en el líquido de la articulación después de que el nudillo se haya tronado.
El estudio, publicado en la revista científica Scientific Report, muestra que la presión generada por el colapso de las burbujas produce ondas acústicas que pueden predecirse matemáticamente.
También confirma por qué algunas personas no pueden tronarse sus nudillos: si tienen un espacio grande entre los huesos de esa articulación, la presión en el fluido no baja lo suficiente como para activar el sonido.
Otros estudios
No es la primera vez que la ciencia trata de estudiar un fenómeno tan peculiar.
De hecho, en 2009, una de las investigaciones que ganó en 2009 el premio "Ig Nobel" (una parodia estadounidense del Premio Nobel a los logros científicos que "primero hacen reír, y luego, pensar") estuvo relacionada con esto.
Se trató de un médico de California llamado Donald Unger, quien durante más de 60 años se tronó los dedos de su mano izquierda al menos dos veces al día, pero nunca los de la derecha.
¿Su conclusión? "Examino mis dedos y no hay ni un rastro de artritis en ninguna mano".
Y es que por años, se creyó que esta práctica podría provocar artritis a algunas personas.
Hay otros estudios un poco más formales.
En 1975 les preguntaron a los 28 residentes de un hogar de ancianos en Los Ángeles si se habían sacado las yucas/conejos/tabas habitualmente.
Quienes lo hacían tenían menos probabilidades de sufrir de osteoartritis en sus manos, según los resultados.
En una investigación más amplia llevada a cabo en Detroit, Estados Unidos, los investigadores examinaron las manos de 300 personas de más de 45 años de edad.
Los que habían tenido el hábito de hacer crujir sus dedos parecían tener un agarre menos fuerte y 84% de ellos mostraban alteraciones en sus manos.