La exquisita acuarela de una ave de hace 118 años y otros objetos hallados en la Antártica
Delicado, con un plumaje de color parduzco, el pájaro yace muerto con su pecho hacia arriba y una pata levantada.
Esta hermosa acuarela, pintada con gran maestría hace exactamente 118 años, fue descubierta en medio de una pila de papeles cubierta por excrementos de pingüino en la cabina más antigua de la Antártica.
Las dos casetas -en el cabo Adare- fueron construidas por exploradores noruegos en 1899 y utilizada más tarde, en 1911, por la expedición del Capitán Robert Scott al Polo Sur.
Uno de los integrantes del equipo de Scott, el científico británico Edward Wilson, resultó ser el autor de este magnífico dibujo que, al estar protegido de la luz y la oscuridad por otros papeles, fue hallado en excelente estado de conservación.
Wilson, Scott y los otros tres integrantes de la expedición murieron intentando regresar del viaje.
Objetos
"Abrí (la carpeta) y encontré esta pintura maravillosa... Me dio tanto susto que la cerré inmediatamente. Luego saqué la pintura y no podía dejar de mirarla: los colores, la intensidad, es una obra tan bella... No podía creer que estaba allí", dijo Josefin Bergmark-Jimenez, curadora del Antarctic Heritage Trust de Nueva Zelanda (NZ-HTA, por sus siglas en inglés), la organización encargada de restaurar cinco casetas utilizadas por los exploradores en la región del Mar de Ross.
Estos edificios precarios fueron construidos con la intención de durar unos pocos años, pero las particulares condiciones climáticas de Antártica han permitido que muchos se conserven.
La acuarela forma parte de una colección de 1.500 objetos hallados el año pasado en las cabinas, y que recién ahora la organización está dando a conocer.
Médico, científico y pintor talentoso
Descubrir al autor del dibujo no fue tarea fácil.
Tenía una etiqueta con la fecha (1899), donde podía leerse Tree Creeper (el nombre del ave de la familia Certhiidae, conocida comúnmente con el nombre de agateador) y la letra T.
Bergmark-Jimenez logró identificarlo después de asistir a una conferencia sobre Wilson, en la que vio otros dibujos del autor.
"Vi su letra característica y supe que lo había pintado".
Y es que, además de médico, Wilson era científico y un pintor de gran talento.
¿Cómo fueron a parar a Antártica?
No obstante, aún queda un misterio por resolver: ¿cómo llegó esta pintura a ese rincón del mundo?
La teoría por la que se inclina el equipo de restauradores es que Wilson pintó al ave cuando estaba en Europa, recuperándose de tuberculosis.
"Pudo haberla llevado a Antártica en alguna de las expediciones de Scott, pero pensamos que más probablemente la acuarela viajó con él en 1911", señaló Lizzie Meek, directora del programa de conservación del NZ-HTA.
La pintura y los otros objetos que el equipo está restaurando regresarán a las cabinas una vez que éstas hayan sido reparadas.