La fascinante historia de los otros escritores antifranquistas que se convirtieron en leyendas
I
En un poblado de la Costa Dorada catalana, subiendo a mano izquierda por la primera rotonda y muy cerca de un castillo antiguo, se encuentra una casa muy peculiar. Está hecha de libros.
Y lo está en sentido literal: su primera piedra, situada bajo el actual dintel, es una botella repleta de libritos pequeños, de los que hace años se conocía en España como "libros de a duro": novelas de poco más de cien páginas con temas variopintos que van desde la ciencia ficción al terror, pasando por el viejo oeste y una que otra policíaca.
Mientras me explica esto, Rafael Barberán planta con firmeza sus dos pies sobre el dintel. Durante los últimos 30 años, esta casa sobre una colina y con vista al espejeante Mediterráneo ha sido su hogar y el de Ángels Gimeno, su esposa.
Rafael y Ángels. Dos nombres que en realidad son uno solo: Ralph Barby, autor extraordinario que durante más de medio siglo ha publicado cerca de mil novelas del género popular y -calculan- vendido alrededor de 18 millones de ejemplares.
Libros de a duro, con los que edificaron no solo esta casa sino su vida entera.
II
Barcelona, principios de los años 70. La efervescencia se siente en el aire. Por su posición geográfica en el extrarradio y en la frontera, por su tradición de resistencia al centralismo, por su rica vida intelectual, por sus editoriales y editores, porque el franquismo ha empezado a aflojar su mano de hierro sobre la cultura, la capital de Cataluña se ha convertido también en la capital de facto de la literatura latinoamericana.
En la ciudad y sus alrededores viven Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa (a una cuadra de distancia el uno del otro), José Donoso, Nélida Piñón o Cristina Peri Rossi. Julio Cortázar cae los fines de semana. Y todos orbitan alrededor de la gran abeja reina, la inefable Carmen Balcells, la gran editora catalana que los dio a conocer en el mundo entero.
Pero debajo de este panal extraordinario, en Barcelona también hay un pequeño y bullicioso hormiguero del que semanalmente salen toneladas de libros que se venden como pan caliente en kioskos de prensa de España y América Latina. Porque la ciudad no es solo la capital de la literatura latinoamericana, también lo es de la literatura popular. Decenas y decenas de escritores "pulp" agrupados bajo la sombrilla de la editorial Bruguera. Y Ralph Barby es uno de ellos.
Los más conocidos, además del propio Ralph (1939), son Silver Kane (Francisco González Ledesma, 1927-2015), Clark Carrados (Luis García Lecha, 1919-2005), Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz, 1929-2013) y Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez, 1934).
"La escuela de Barcelona", los llama Ralph.
III
Ángels contesta sin vacilar cuando pregunto cuál fue la primera novela que publicaron. "Cinco fosas esperan", situada en el viejo oeste.
Estamos sentados en el comedor, que poco a poco empieza a cubrirse de libros y recuerdos. Ángels tiene en sus manos un pequeño libro de contabilidad en forma de álbum de fotografías, en el que, con letra juiciosa, ha consignado la fecha de publicación de cada novela, así como el número de ejemplares del tiraje y las reediciones.
"Cinco fosas esperan" fue editada en 1964. Para entonces ya habían escrito varias novelas y adoptado el nombre de Ralph Barby.
¿Por qué un seudónimo en inglés? pregunto.
Responde Rafael: "Las editoriales pedían un nombre anglosajón. Era obligatorio. En realidad es una corrupción de Rafael Barberán. Le hemos cogido tanto cariño. Nos ha dado la vida. Lo tengo grabado en mis jerseys".
No era la única imposición de las editoriales: ninguna obra podía ocurrir en España y menos sí contenían violencia (cosas del franquismo) y en las novelas del viejo oeste los héroes no podían ser mexicanos ni indios. También estaba prohibido repetir personajes.
Por eso, a mediados de los 60, cuando empezó a trabajar con contrato exclusivo para Bruguera, comenzó con el pie izquierdo con la primera novela que envió, "El Quijote azteca". El protagonista era mexicano. La editorial estuvo a punto de rechazarlo. "Pero al director general le gustó. Se publicó poco después".
Está consignado en el librito de contabilidad: "año: 1966. Tirada: 11.350 ejemplares".
Pero no sólo eran las restricciones. Dicen que la editorial también evitaba, en lo posible, que tuvieran contacto con otros escritores. No les revelaban las cifras de ventas y si llegaban cartas de los lectores, rara vez se las entregaban.
La relación con Bruguera duró 20 años.
La primera novela novela de la colección de Ciencia Ficción la escribió y publicó en 1969 ("Supervivencia", reeditada en 1978). La primera en la colección de Terror fue publicada en noviembre de 1972 ("El monasterio perdido", con dos reediciones, 1977 y 1983).
En total han sido casi un millar. En su época de mayor producción escribían una cada diez días (a veces cinco al mes), Rafael redactaba de un tirón las historias que se imaginaba por las noches, al irse a dormir. Ángels corregía y añadía detalles.
Y Ralph Barby aparecía en la portada.
IV
Los dos mundos de la literatura en Barcelona (la "seria" y la popular) pocas veces se cruzaron. Aunque ambos se alimentaban del fermento editorial de la ciudad, corrían paralelos, sin tocarse.
Uno de los pocos puntos de contacto fue Silver Kane o Francisco González Ledesma, abogado y periodista de La Vanguardia, quien también intentó su mano en la literatura "seria" y ganó un premio Planeta con "Crónica sentimental en rojo".
Pero detrás del boom de la literatura B y su pléyade de escritores hay una explicación política. Así lo expresó el periodista Jacinto Antón para el programa El Antropólogo Inocente de la cadena española SER:
"La mayoría de ellos había militado en el bando republicano (durante la Guerra Civil) y fue una forma de reciclarse, de colarse en algún sitio gente que estaba señalada por el franquismo, como pasó también en el mundo del comic. Gran parte de toda nuestra literatura popular se ha sustentado en que muy buenos intelectuales, gente muy fina, pues se tuvo que poner a hacer este tipo de cosas para ganarse la vida".
Tal fue el caso del archiconocido Marcial Lafuente Estefanía, quien llegó a ser general de artillería del ejército republicano. Y ciertamente es el caso de Rafael.
"Yo soy del bando de los perdedores. Catalán. Mi padre era sargento administrativo de un hospital de la República y terminó en un campo de concentración. Mi madre me parió cuando hacía tres o cuatro semanas habían entrado las fuerzas invasoras fascistas en Barcelona. Se quedó sin leche. Yo no mamé. Chupé de la teta de una vaca triste porque la pobre no vio el sol en su vida".
Ralph dice que su rebeldía contra Franco se refleja "un poquito" en lo que escribía.
"Muestra mi moral: el héroe que se enfrenta al poderoso como fuera. A la tuya. Era para gente que soñaba con enfrentarse al poderoso pero no podía. Al leer la novela pensaban que podían hacerlo y al terminarla pues se habían aliviado".
V
VI
En el centro de esta historia hay un vacío. Una página en blanco.
Rafael y Ángels me han explicado cómo se conocieron (en un club de ajedrez de Barcelona). Cómo él la enamoró con su "rollo". Cómo ella trabajaba de secretaria en la empresa de aviación española y él de químico en una compañía estadounidense. Pero cada vez que les pregunto por qué lo dejaron todo y se la jugaron por la escritura, evaden responder.
Vuelvo a insistir. Pero, a ver, ¿cómo deciden dejarlo todo y empezar a escribir?
Silencio. No se miran. Rafael se medio voltea y le pregunta a Ángels, ¿le decimos? Ella se encoje un poco de hombros y responde "No sé. Quizás sí".
Entonces Rafael se levanta y, como si estuviéramos en una de sus novelas, me pide: "Sube las manos". Me las hace levantar y dejar a los lados de mi cabeza, como si alguien me apuntara con un revólver. "No te muevas".
"Yo en estos momentos sólo veo tus manos. No veo tu cabeza. Tu cabeza no existe para mí. Me lo dijeron en el servicio militar obligatorio y fue mi condena: 'ya no podrás volver a leer nada, ya no podrás distinguir las caras de la gente'. Esa fue mi sentencia. Perdí el empleo. Lo perdí todo".
Ángels añade: "Él sólo tiene visión periférica. Quedaron dañadas sus máculas".
Para todos los efectos de la vida cotidiana, Ralph Barby es ciego.
VII
Todas las piezas empiezan a caer en su lugar. A partir de aquí todo lo veo un poco más claro.
La decisión de jugársela toda a una sola carta: la escritura. Por qué Rafael es el que escribe y Ángels la que revisa y pule. Y quizás -a un nivel más profundo- su obsesión en sus novelas de terror con lo que habita en las sombras. Con lo que no se ve.
Ella, que era secretaria, le enseñó a escribir a máquina hasta que fue capaz de hacerlo sin ver el teclado. Y así lo hizo.
Cuando recibió el primer cheque de pago no pudo ver la cifras. Tampoco pudo ver los billetes cuando se lo cambiaron en el banco. Tuvo que entregárselos a Ángels para que le dijera cuántas pesetas eran (tres mil).
Ralph se entusiasma y empieza a contarme cómo, a veces, se sentaba ante la máquina de escribir, no se daba cuenta de que la cinta se había atorado y seguía escribiendo páginas y páginas en blanco. Capítulos enteros perdidos para siempre.
"Escribía sin apuntes, de tirón. Sin mirar nada", dice. Y agrega: "Tengo la cabeza un poco rara".
"Y una memoria excelente", apunta divertida Ángels.
Aquí me doy cuenta de cómo la dinámica de escritura de la pareja se repite en la vida real. Rafael se desparrama, hace meandros en lo que cuenta. Agita los brazos. Ángels puntualiza. Aporta el dato y la fecha que hacen falta. Trae la historia de vuelta al hilo central. Escritora por derecho propio -tiene once libros publicados- Ralph Barby no existiría sin ella.
¿Y por qué lo han mantenido en secreto?, pregunto.
Ángels: "Es muy orgulloso. Quiere que, si se valora su obra, sea porque está bien. No por las circunstancias en que se ha escrito".
Rafael. "No se lo he dicho a ningún editor, ¿eh? Me han pedido: 'firme aquí' y yo con ganas de llevarme el contrato a casa para que Ángels lo leyera, pero me decían: 'no puede salir de esta oficina'. Y pues firmaba sin saber qué decía. No he buscado la discriminación positiva".
VIII
La primera escena parece de una película estadounidense del oeste: una carreta, un edificio con el aviso "Saddles" (sillas de montar), una pareja que camina furtiva. Cuando empiezan los diálogos el espectador se da cuenta de que no es una cinta norteamericana. Y se hace mucho más evidente con la primera muerte a tiros: es especialmente realista y violenta, algo muy poco común en las películas de Hollywood de los años 70.
Efectivamente, se trata de una película mexicana, "Cinco mil dólares de recompensa", dirigida por José Fons y con guión del legendario Arturo Ripstein.
Esta cinta de 1974 guarda un lugar especial en las memorias de Ralph. Se basó en su novela "Elvis el gatillero", escrita en 1966.
"Lo bueno es que pagaron enseguida. Vino alguien de México y pagó enseguida. Éramos jóvenes. teníamos hipoteca. Yo volví a casa alucinado. Que allí hicimos la piscina ¿eh?", recuerda Rafael.
Sólo la "vieron" años más tarde, cuando el padre de Ralph lo llamó a decirle que había visto su nom de plume en una película de un cine de barrio.
Otro de sus grandes orgullos es que varias de sus novelas fueron grabadas ("en la voz de un puertorriqueño") por la Biblioteca del Congreso para los invidentes estadounidenses que hablan español.
Fueron buenos tiempos. Pero igualmente las pasaron gordas. En los inicios, claro, cuando eran tan pobres que no tenían con que perforar los originales para ponerles las portadas de cartulina roja y entregarlos a la editorial, por lo que usaban un clavo y un martillo. Pero también a mediados de los 80, cuando Bruguera quebró al tratar de crecer demasiado y no ser capaz de pagar unos préstamos en dólares.
Rafael: "Fue un desastre. Pensé ¿y ahora qué hacemos?".
Ángels: "Una tragedia griega".
Hicieron lo que sabían: escribir y editar libros. Por un tiempo tuvieron su propia editorial. Luego se dedicaron a editar libros de otros.
Así llegamos al siglo XXI. En retiro, Rafael y Ángels han encontrado una tardía y merecida celebridad.
De tanto en tanto alguien les escribe ("¡de Patagonia, de Mongolia!", se asombra Ralph) para decirles que sus libros los inspiraron a leer e incluso a tomar la pluma.
(Adenda: fue mi caso. En Pereira, la ciudad colombiana donde crecí, los fines de semana obligaba a mi papá a llevarme a comprar los bolsilibros de Bruguera en la librería del aeropuerto, por un tiempo el único lugar de la región donde se conseguían).
Y no dejan de escribir: hace poco Ralph publicó su obra más ambiciosa "La baronesa", una novela de horror gótico en dos volúmenes. Y se dio el placer de situarla en Barcelona, algo impensable en los años de Franco.
Ángels publicó recientemente bajo su nombre la trilogía "El diablo azul", "Como un tiburón" y "El vestido", que ya van por su tercera edición.
IX
Esta empezó como una historia de Horror: el nacimiento de Rafael cuando Barcelona caía ante las fuerzas fascistas.
Siguió como una de Ciencia Ficción: su improbable triunfo como escritor de literatura popular.
Pero en realidad es una historia de Amor. La de Rafael y Ángels.
Por eso le dejamos la última palabra a ella:
"¿Eso que dicen que la fe mueve montañas? No. Es el amor el que las mueve".
Afuera, más que ver, siento que el último rayo del atardecer se posa sobre el dintel de la casa.