La conmovedora historia de Haven Shepherd, la joven que sobrevivió a la bomba suicida de su padre
Haven Shepherd se arrodilla en el trampolín de la escuela, respira hondo y se lanza a la piscina.
"Cuando estoy en el agua me siento completamente libre, me siento yo misma", asegura.
La piscina le permite descansar de sus prótesis de piernas. Llevarlas todo el día es "agotador", explica la joven, de 15 años.
Haven tuvo que recorrer un largo camino hasta llegar a esta piscina de Carthage, en Missouri, desde la cabaña en el Vietnam rural donde su padre intentó terminar con su vida.
Nació el 10 de marzo de 2003 en la provincia de Quang Nam con el nombre de Do Thi Thuy Phuong.
Cuando tenía solo 14 meses, su padre tomó una decisión fatal. Entró en la cabaña donde vivían y se ató a él mismo y a la madre de Haven a un dispositivo explosivo. Y tomaron a la niña en brazos.
La fuerza de la explosión mató a los padres de Haven al instante y a ella la arrojó a más de nueve metros de la cabaña.
"Sobreviví a algo terrible. No estaba destinada a vivir", dice Haven.
Según los diarios locales, el padre de Haven estaba casado con otra mujer y tenía otros hijos. Cuando la madre lo descubrió, aseguran que amenazó con dejarlo y que él decidió poner fin a sus vidas.
A Haven, sin embargo, sus abuelos le contaron una historia diferente. Según ellos, sus padres tomaron la decisión de detonar la bomba juntos ante la imposibilidad de casarse.
Sea como sea, a Haven la encontraron con quemaduras, con metralla incrustada en la cabeza y con los pies destrozados. Pero viva.
Ahora sonríe cuando recuerda que de pequeña la llamaban "la niña milagro", aunque tiene muy pocos recuerdos de su vida en Vietnam.
Tras la explosión, su abuela la llevó al hospital. Fue un largo viaje en motocicleta a través de las montañas y la selva, que la niña resistió.
Una vez en el hospital, le amputaron ambas piernas por debajo de la rodilla para evitar infecciones. Estuvo más de un mes en tratamiento.
Y sus abuelos tenían que sumar la pobreza a la angustia que sentían.
Ante la imposibilidad de pagar el tratamiento, tuvieron que recurrir a las donaciones de las familias de otros pacientes.
De hecho, una nota de un periódico local de la época acababa así: "Esperamos que los lectores puedan ayudar en este desgarrador caso".
La decisión que cambió la vida de Haven
Mientras Haven estaba en el hospital, Shelly y Rob Shepherd, a más de 13.000 km de distancia, se enfrentaban a un dilema.
La pareja llevaba una vida ajetreada en una pequeña ciudad de Missouri, en Estados Unidos. Tenían seis hijos y dirigían un negocio inmobiliario familiar.
Pero Shelly no podía evitar sentir que su familia no estaba completa.
"Habíamos escuchado a un experto hablando sobre la adopción internacional y la gran cantidad de niños en el mundo que necesitaban un hogar. Yo estaba allí sentada y pensaba que nosotros nunca podríamos hacerlo. ¿Por qué nosotros? Ya teníamos seis hijos biológicos", explica Shelly.
"Pero entonces pensé: '¿Por qué no nosotros?' Y desde ese momento no pude librarme de la sensación de que estábamos destinados a hacerlo", prosigue.
Pero para su marido no fue tan simple.
Rob estaba profundamente afectado por un accidente en el que se vio involucrado con su hermano Terry en el año 2000.
Ese día habían hecho un picnic con la empresa. Se habían divertido con un tanque de agua en el que estuvieron sumergiéndose, un juego popular en Estados Unidos.
A la vuelta, llevaban el tanque atado a su vehículo.
Se dispusieron a entrar en un túnel, pero calcularon mal la altura del tanque. La parte superior chocó con la estructura, que cedió. A Terry lo aplastó el techo de su camión. Murió al instante.
Rob y Shelly eran una pareja muy religiosa y su hogar siempre había estado abierto a otros niños, a los que incluso acogían durante períodos largos. Pero Rob no estaba en un buen momento para plantearse una adopción.
Al final, Shelly logró convencerlo.
Poco después Pam Chope, una amiga de la escuela, y su esposo Randy los invitaron a un viaje a Vietnam.
Pam y Randy también habían sufrido una tragedia terrible. En 1999, Jantsen, su hijo adolescente, había muerto repentinamente de un ataque al corazón después de jugar a fútbol.
Como parte de su proceso de duelo, el matrimonio había decidido ir a Vietnam, donde unos amigos habían abierto un orfanato.
Crearon una fundación llamada Touch a Life, en recuerdo de Jantsen, para ayudar a los niños que vivían en la calle en Vietnam.
Y querían que Shelly y Rob viajaran a Vietnam con ellos para ayudarlos con la adopción de una bebé vietnamita sobre la que habían leído en un viaje anterior. Ese bebé era Haven.
Los abuelos de Haven les habían explicado que eran demasiado pobres para cuidarla y que querían que Pam y Randy la llevaran a una residencia que habían abierto para niños discapacitados en Vietnam.
Pero ellos pensaron que no era el lugar adecuado para ella, ya que no había muchas prótesis disponibles en el país.
Al final acordaron que a Haven la adoptase otra familia de Missouri.
Shelly decidió aceptar la invitación de sus amigos para ir a Vietnam y ayudar con la adopción. Pensó que la experiencia la ayudaría a ella y a su esposo a comprender las necesidades de los niños del mundo.
Pero, estando allí, sucedió algo inesperado.
"En ese momento no sabíamos que nos enamoraríamos de ella", explica Shelly.
La adopción
Era octubre de 2004 y los Chope y los Shepherd estaban en Da Nang, en la costa de Vietnam. Desde allí los llevaron en furgoneta (y después en moto) hasta un pequeño pueblo en lo alto de las montañas. Allí era donde Haven vivía con sus abuelos.
Shelly recuerda con total claridad el momento en el que la conoció por primera vez.
"La trajo su hermana. Yo tendí las manos hacia ella y ella hacia mí, y en ese momento fue como si las dos nos diésemos cuenta de la conexión", explica.
De vuelta en Da Nang, mientras caminaban por la playa a la mañana siguiente, Haven quería que Rob la llevase todo el tiempo. La pareja comenzó a darse cuenta de que empezaban a sentirla como a su propia hija.
Pero, tal como habían acordado, un par de semanas después, tras tramitar los documentos y las visas, Haven se instaló en Misuri con sus nuevos padres adoptivos.
Shelly esperaba que el viaje a Vietnam le sirviese de inspiración, pero volvió con el corazón roto.
"El momento en el que Shelly tuvo que entregar al bebé fue horrible", recuerda Rob. "Pero era lo que [habíamos] acordado hacer".
Sin embargo, seis días después Shelly recibió una llamada de Pam, que le dijo que la otra familia había decidido que no eran adecuados para Haven.
Y así, en cuestión de horas, la niña volvía a estar con los Shepherd.
Ahora, con 15 años, Haven describe el 19 de noviembre de 2004 como el día que la llevaron a casa con su familia.
Shelly, con la voz entrecortada, asegura: "Cuando entró por la puerta, sentí que nuestra familia estaba completa".
Y añade que sus otros hijos apoyaron totalmente la decisión de adoptar a Haven.
"Al ser familia numerosa, enseñé a mis hijos que el amor siempre se multiplica, nunca se divide. Así que la llegada de otro niño simplemente significa que tenemos mucho más amor para compartir con los demás", afirma.
Una familia al completo
En su casa de Missouri, los Shepherd disfrutan de un desayuno familiar. El salón está lleno del ruido y el caos de 13 niños. Los pequeños corren por la habitación mientras los mayores hablan sobre una próxima boda entre risas y bromas.
Haven está en la alfombra rodeada de sobrinos. Uno la agarra por los brazos, mientras que otro juega con sus prótesis balanceándolas hacia atrás y hacia adelante. Haven no puede contener la risa.
Asegura que le encanta formar parte de una familia tan grande. Sus hermanos tenían entre siete y 21 años cuando la adoptaron.
"Tenía cuatro hermanas mayores y siempre estaba quitándoles el maquillaje y vistiéndome como ellas. Creo que realmente me formó como persona, porque fueron grandes modelos a seguir", explica.
"Y, además, imagínate, crecer con tantos chicos de mi edad fue muy divertido. Tuve una infancia realmente maravillosa", añade.
Haven tenía cinco años cuando le preguntó a Shelly por primera vez cómo había perdido las piernas.
Su madre la sacó de la bañera y la envolvió en una toalla. Luego, le contó la historia.
Según explica Shelly, Haven exclamó: "Qué absurdo". Y luego preguntó: "Además, ¿de dónde sacas una bomba en Vietnam?".
Shelly no podía responder a eso, pero su hija, confiada e inquebrantable, ya había comenzado a jugar.
El uso de explosivos para liquidar deudas, poner fin a disputas familiares e incluso quitar vidas no es tan raro en Vietnam.
De hecho, el servicio vietnamita de la BBC asegura que a menudo los medios locales informan de ello. Algunas partes del país todavía están llenas de explosivos que quedaron de la Guerra de Vietnam, que terminó en 1975.
Los comienzos en el deporte
La historia de Haven tuvo mucho efecto en sus hermanos.
Una de sus hermanas, Hayley, de 31 años, adoptó a un niño con su esposo en la República Democrática del Congo.
Y ellos también influyeron en las elecciones de vida de Haven.
"Hice atletismo, luego voleibol, luego baloncesto... Siempre estuve rodeada de gente muy activa", explica. "Así que siempre supe que iba a ser atleta".
Shelly, sin embargo, admite que inicialmente tenía una visión estereotipada sobre la discapacidad de su hija.
"Me dije: 'Bueno, voy a tener que darle alternativas al deporte'. Pensé que tal vez le gustaría tocar el piano o que querría coser. Y muchas otras tonterías?".
En un principio Haven intentó correr como sus hermanas, pero el sudor en las piernas hacía que las prótesis se resbalaran.
Finalmente, Shelly le sugirió que intentara nadar.
El futuro
"La piscina me hace sentir realmente empoderada", afirma Haven.
Comenzó a nadar a los 10 años, y solo dos años después se unió a un equipo de natación más serio que entrenaba durante todo el año.
Después de cumplir los 13 años, los tiempos de Haven eran tales que el equipo paralímpico de Estados Unidos comenzó a seguirla como potencial candidata nacional.
Haven dice que esto significaba que ya no era suficiente con ser "una buena nadadora". Necesitaba hacer pesas y trabajar más horas en la piscina, además de su entrenamiento.
El verano pasado Haven viajó a Italia con otros posibles competidores paralímpicos de Estados Unidos. El equipo ganó dos medallas de oro.
"Nadar para tu país es increíble", asegura llena de orgullo.
Falta poco más de un año para los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio.
Para Haven, el honor de ser elegida para representar al equipo de Estados Unidos. "Sería la cima de mi vida", afirma.
Su entrenador, Shawn Klosterman, cree que tiene posibilidades: "No le da miedo el trabajo".
Las pruebas finales tendrán lugar unos meses antes de los Juegos, por lo que saben que les espera mucho esfuerzo.
Y Shawn también reconoce que Haven todavía es una adolescente.
"Haven es un buen ejemplo de que puedes ser una atleta comprometida de alto nivel y trabajar duro y a la vez pasarlo bien. La diversión y el entrenamiento pueden ir de la mano", asegura.
Haven explica que le encanta estar con su equipo de natación.
Y espera que esté ayudando a enseñarles que "hay más Havens en el mundo".
Haven dice que creció con muy pocas personas con discapacidad a su alrededor, pero que siempre se sintió segura.
"Tenía dos opciones", explica. "Podría haberme convertido en una persona muy insegura y sentirme mal todo el tiempo, o podía pensar: 'Sé que me estás mirando porque tengo unas piernas realmente geniales'. Y eso es lo que hago".
Cuando no está entrenando o estudiando en casa, Haven hace de voluntaria para otros amputados. Visita a gente que sufrió amputaciones en el ejército, habla en las escuelas y enfatiza los beneficios de ser diferente.
Pero, tal como admite, la presión que sentía por ser un modelo a seguir y la creciente atención que recibió se volvieron una carga demasiado pesada el año pasado.
"Tuve que encontrar un equilibrio entre tener 14 años y ser la historia que todos quieren escuchar", admite Haven.
Para Rob, que Haven regrese a Vietnam es una parte importante de su viaje.
Sus abuelos maternos siguen en el país y con su media hermana está en contacto por internet.
Los Shepherd planean visitar el país después de los Juegos de 2020 "para que Haven se haga una idea de de dónde proviene y de cómo eran sus padres", dice el padre.
Pero, por ahora, Haven está centrada en su 16 cumpleaños, que, sin embargo, será agridulce.
Desde que la adoptaron, Shelly y Haven estuvieron casi constantemente una al lado de la otra.
Todos los días viajaban juntas durante una hora para ir al entreno de natación, pero con 16 años Haven ya podrá conducir en Estados Unidos.
"Creo que la voy a llamar de camino a casa solo para escuchar su voz. La amo", explica Haven.
Cuando reflexiona sobre su dramático comienzo en la vida, Haven asegura no sentir resentimiento hacia sus padres biológicos.
Dice que su extraordinaria historia de supervivencia le sirve como inspiración.
"Definitivamente, veo esa circunstancia como una razón para no estar abatida toda la vida", concluye.