Medianoche. Alejandro Ruiz camina tranquilamente con su perro Toby por Paseo Montejo, la avenida emblemática de Mérida.
En muchas partes de México, azotado por una creciente ola de violencia, pasear a la mascota a esa hora es un acto riesgoso.
Pero aquí, en la capital del estado de Yucatán, es normal. De hecho, el joven de 25 años dice que es casi el único momento en que puede hacerlo porque sale tarde de su oficina. "Y además aprovecho para tomar el fresco", le dice sonriente a BBC Mundo.
? ¿No tienes miedo a un asalto?
? No mucho. Nunca nos ha pasado nada, aunque siempre hay que tener precauciones. Pero todo es muy tranquilo, aquí no hay tanto delincuente como en otros lados.
Es la vida en Mérida, la Ciudad Blanca como se la conoce, ubicada en el sureste del país y que parece caminar en sentido contrario al resto de México.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI) reveló días atrás que el 76% de los mexicanos vive con miedo a la delincuencia en sus ciudades. La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública señala que en Mérida la tendencia es distinta al resto del país.
El 72% de los yucatecos cree que su estado es seguro, la cifra más alta del país. Y contrario a otros lugares el número de delitos bajó 8,2% este año.
Algo que se nota en los medios locales. Durante los días que BBC Mundo visitó Mérida, en Cancún, a dos horas de distancia, la noticia principal fue el asesinato de un vendedor de tacos y un ataque armado al canal 10 de televisión. En la Ciudad Blanca lo más destacado en los diarios fue el caos vehicular en el centro.
Por eso el tranquilo paseo de Alejandro y Toby. Eso sí, no quiere que se le tomen fotos. "Es que estoy muy fachoso (desarreglado)", bromea. Pero luego confiesa. "Todavía es un paraíso pero hay que cuidarlo. Vivimos muy tranquilos, pero mejor no arriesgarse".
Tamales mexicanos? en México
¿De veras Mérida es un paraíso? Comparado con lugares donde frecuentemente hay "narcobloqueos", enfrentamientos entre sicarios y militares o masacres, puede ser que sí lo sea. Pero lo cierto es que la ciudad, como el resto de Yucatán, tiene una historia particular que puede resumirse en una vieja frase que muchos usan todavía: "Si se acaba el mundo, me voy a Mérida".
La broma refleja la histórica relación de la ciudad con el resto de los mexicanos. Durante mucho tiempo la región permaneció virtualmente aislada del país. La zona desarrolló sus propias costumbres y un ritmo de vida que aún se mantiene.
Se nota. Todavía hasta los años 90 era complicado conseguir algunos de los productos que se anunciaban en televisión, comunes en todos los estados.
Incluso ahora prevalecen diferencias. Por ejemplo en los tamales, un guiso elaborado con masa de maíz cocinada al vapor. Los originarios de Yucatán se preparan rellenos con carne de cerdo, pollo o xpelón, una variedad local de frijol, y se envuelven en hojas de plátano o almendro.
Pero en los últimos años empezaron a venderse los que se elaboran en la mayoría de los estados que son rellenos de carne, rajas de chile poblano o mole, y envueltos en hoja de maíz. A éstos en Mérida les llaman "tamales mexicanos". Aquí pocos los consumen.
Otra diferencia son las tortas, pan relleno de alimentos diversos. Las locales, de cochinita pibil o lechón al horno, son distintas a las conocidas como "estilo México" que pueden ser de jamón, queso, chorizo, milanesa, o huevo frito, por ejemplo.
En Mérida la vida es otra.
"Aquí todavía puedes dejar la puerta abierta de tu casa y no se pierde nada, pero es porque todos nos cuidamos", le dice a BBC Mundo Gloria Menéndez, empleada en una tienda de ropa, "en mi barrio todos estamos muy pendientes. Ya ve lo que pasa en Cancún, es un horror".
La situación de esta ciudad de 1,5 millones de habitantes es distinta a la de estados y ciudades vecinas. Para algunos meridanos (el gentilicio que usan los habitantes de Mérida), la situación de sus vecinos es un ejemplo de lo que no quieren ser.
"Somos muy chismosos"
Una arraigada costumbre de los meridanos es comentar todas las novedades de su barrio entre los vecinos. "Somos muy chismosos", dice un líder empresarial. "Pero no menciones que lo dije yo".
La tradición es útil, sobre todo en estos años cuando a la ciudad han llegado miles de personas que huyen de la violencia en sus estados.El alcalde Mauricio Vila reconoce que se benefician de la fluida comunicación de los meridanos.
Cuando detectan movimiento de personas o vehículos extraños en su colonia casi siempre lo comentan a la policía. Algo que no es común en el resto del país, donde prevalece el recelo hacia las autoridades.
No aquí. El 74% de los habitantes de Mérida, según el INEGI, confía en las corporaciones policíacas, una cifra mayor al promedio nacional que es de 56%.
Así, la costumbre de platicar todas las novedades se convirtió en un arma contra la inseguridad.
Según especialistas, una de las razones por las que grupos de delincuencia organizada controlan comunidades en México es porque los vecinos toleran su presencia desde el primer momento. Luego los aceptan como parte de su entorno. Eso no parece ocurrir en la sociedad de Mérida donde los forasteros provocan suspicacias. Una capa más al blindaje social.
"Los delincuentes piensan: ¿dónde no me agarran o dónde hay más posibilidades de que el delito no tenga consecuencias para operar?", le dice a BBC Mundo Abraham Daguer, presidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) local.
"Aquí es más tranquilo"
Y ese lugar no parece ser la Ciudad Blanca, dice el presidente de Canaco. En los últimos años, a la tradicional suspicacia hacia los forasteros se suma el temor de que entre ellos haya delincuentes.
Muchos están convencidos de que los actos de violencia son culpa de los recién llegados.
Entre quienes creen la hipótesis se encuentra Jorge Álvarez Rendón, uno de los cronistas de Mérida. "Aquí la gente es muy tranquila, es difícil que se le caliente la sangre", asegura a BBC Mundo.
"Por eso aquí hay muy pocos actos de violencia, pero han aumentado por la llegada de gente de otros lugares donde por tradición son más conflictivos. Hay algún que otro delito, pero no con la frecuencia de otros lados donde ocurren matanzas, decapitaciones, masacres, mutilaciones. No, aquí es más tranquilo".
De hecho, los delitos más frecuentes en la Ciudad Blanca son los robos sin violencia. También se vende droga, sobre todo marihuana, aunque de acuerdo con la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR) es una distribución a pequeña escala, conocida como narcomenudeo.
Los delitos de alto impacto son aún menores. La tasa de homicidios es de 2,4 por cada 100.000 habitantes. En estados como Colima, en el oeste del país, la cifra es de 84 por cada 100.000 mexicanos.
Por eso, cuando ocurre un crimen grave, hay escándalo.
En la ciudad aún es tema de conversación un feminicidio ocurrido en junio en un centro comercial.
Antonio Méndez, vendedor de billetes de lotería en la Plaza Grande, como se conoce al zócalo principal, sigue muy enojado. "La acuchilló enfrente de todos. Ese hombre no es de aquí, seguro", afirma a BBC Mundo.
En lo que va de 2017 han ocurrido cinco feminicidios, lo que motivó que organizaciones civiles solicitaran al gobierno federal que emita una alerta de género al gobierno federal. Es una medida que provee recursos y estrategias extraordinarias para combatir la violencia contra mujeres. El gobierno de Yucatán aceptó en poco tiempo la solicitud de la sociedad civil.
Algo que no ha ocurrido en otros lugares con un problema mayor de feminicidios, como el estado de México donde la estrategia se aplicó tres años después de solicitada. La decisión final sobre la alerta de género corresponde a la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior).
Calor y más calor
En Mérida, dicen sus vecinos, sólo hay dos estaciones en el año: la temporada de calor y la de mucho calor.
Eso define sus costumbres. En los días cálidos, entre marzo y agosto, no se recomienda caminar en las calles entre las 11:00 y las 16:00, por el riesgo de deshidratación.
En todo caso existen tradiciones que aún se mantienen. Las largas sobremesas es una costumbre que muchos, sobre todo personas maduras, todavía conservan. Como dormir una siesta después de la comida y luego tomar un segundo baño, para sacudirse el calor que en primavera supera los 40 grados Celsius.
Y después de las seis de la tarde, cuando empieza a soplar la brisa de la playa cercana, es el mejor momento para pasear. Las plazas, jardines y calles que permanecieron semivacías el resto de la jornada se llenan de gente.
En muchos barrios se conserva la costumbre de sentarse en la puerta de casa y conversar con los vecinos, antes de la merienda. Con este ritmo de vida muchos ven lejana la violencia que crece en el resto del país, como un episodio de los noticieros de televisión.
Segura, por ahora
En estas condiciones, con una sociedad que cree en la policía y acostumbrada a denunciar los delitos, ¿gobernar la Ciudad Blanca es más sencillo que en otras poblaciones del país?
"Cuando me reúno con otros alcaldes les pregunto cuánto tiempo dedican al tema de seguridad", le dice a BBC Mundo Mauricio Vila, presidente municipal de Mérida, "y me dicen que el 90% de su tiempo. Aquí es al revés, nos da tiempo de dedicarnos a otras cosas".
Ciertamente no es sólo una cuestión de agenda. Este año el gobierno de Mérida aumentó el sueldo de los policías. El más bajo es de 12.000 pesos, unos US$670 al mes. El promedio nacional de los agentes municipales es de 8.700 pesos.
Con todos estos elementos, ¿está a salvo Mérida de la violencia creciente de México?
Por lo pronto sí, coinciden empresarios, académicos y funcionarios. Aunque otros no son tan optimistas. La violencia, subraya el activista Jesús Solís, está muy cerca de la Ciudad Blanca. Y no se ve forma, por ahora, de mantenerla lejos por siempre.