¿Justicia ciega? Los curiosos experimentos que muestran cómo los sesgos afectan a los jueces
Resulta que, después de todo, la justicia no es tan ciega.
Así lo exponen varios estudios realizados en Estados Unidos que investigaron distintas formas y factores que pueden influir en los jueces, al igual que ocurre con cualquier otra persona.
La sociedad espera que los jueces actúen de forma justa al tomar decisiones que afectan la vida de otras personas y que apliquen la ley como corresponde, basándose únicamente en los hechos que se les presentan.
Pero los humanos tenemos prejuicios inherentes y algunos de ellos pueden ser sorprendentes.
La importancia de un nombre
Jeffrey J. Rachlinski es profesor de Derecho en la Universidad Cornell (EE.UU.) y ha pasado los últimos 20 años al frente de varios estudios sobre el sesgo de los jueces.
Una de sus investigaciones más conocidas se centró en cómo les afecta a los jueces el llamado "anclaje"; es decir, el fenómeno por el que una persona se apoya en exceso sobre una pieza de información inicial que actúa como un ancla porque se engancha en su mente al tomar una decisión sobre un tema.
Como parte del estudio se les presentó a varios jueces un caso hipotético en el que un club nocturno ficticio había violado una directriz sobre ruidos.
A los jueces se les ofrecieron todas las circunstancias y la información legal que necesitaban para fallar sobre el caso, y se les dijo que el club se llamaba como la dirección en la que estaba situado: para la mitad de ellos el nombre fue Club 55 y para la otra mitad fue Club 11866.
"La multa fue tres veces más alta en el grupo en el que el local se llamaba Club 11866", escribió Rachlinski más tarde, y eso ocurrió simplemente "porque 11.866 es un número más alto que 55", dijo.
Cuando el orden de factores sí altera el producto
A medida que los investigadores continuaron estudiando los efectos del anclaje emergieron otros patrones.
En otra situación ficticia se les pidió a los jueces que sentenciaran a dos convictos cuyos crímenes acarreaban distintas penas de cárcel: un año o nueve años.
"Cuando condenaron primero al criminal de la pena de un año, le impusieron al segundo una pena de seis años en lugar de nueve", relata Rachlinski.
"Al haber condenado poco antes a un hombre a un año, nueve años parecían demasiados, así que redujeron la sentencia para la segunda persona", explica.
"Pero cuando revertimos el orden con otro grupo de jueces y condenaron primero al criminal de la pena de nueve años, al de un año le impusieron una sentencia de dos años, porque uno solo no pareció suficiente".
En estudios posteriores, los jueces impusieron penas más cortas cuando las consignaban en meses en lugar de en años.
Veredicto desde las entrañas
Hay un viejo dicho estadounidense sobre leyes que dice: "La justicia es lo que el juez comió para desayunar".
Probablemente nos guste pensar que magistrados con experiencia no se pueden ver afectados por algo tan banal como las horas de comida, pero los estudios indican que ahí también hay un sesgo.
Un estudio de 2011, realizado en la Escuela de Negocios de Columbia por el profesor Jonathan Levay mostró que los jueces se inclinan más a conceder libertad condicional después de una pausa para comer, pero no tanto cuando el día se alarga.
Levay y su equipo estudiaron 1.112 decisiones sobre libertad condicional emitidas por ocho jueces experimentados en Israel en un período de 10 meses.
El 65% de los casos en los que los jueces habían comido un snack o habían tenido un descanso para comer recibieron libertad condicional, tal como se publicó en la revista oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Pero a medida que el día avanzó, la tasa de fallos favorables a la condicional bajó gradualmente, algunas veces hasta ninguna, solo para regresar al 65% después de otro descanso.
Los investigadores no pudieron establecer si esto fue por los efectos en el juez de haber comido algo o el descanso mental, pero Shai Danziger, uno de los coautores del estudio, dijo que los resultados indican que "variables externas pueden influir en las decisiones judiciales".
"Esto reafirma el creciente número de estudios que apuntan a la susceptibilidad de jueces experimentados a los sesgos psicológicos", señaló Danziger.
Creencias arraigadas
Otro estudio publicado en abril de 2018 se centró en el prejuicio de género de más de 500 jueces (68% hombres, 30% mujeres y 2% sin identificar) del régimen de tribunales de un determinado estado de EE.UU.
El régimen específico no fue identificado porque comisionó el estudio para ayudar a abordar el problema.
Los investigadores les dieron a los magistrados dos casos imaginarios que estaban relacionados con custodias de niños y discriminación sexual, y los demandantes eran hombre o mujer.
Los jueces rellenaron previamente una encuesta en la que respondieron a cuestiones sobre roles de género tradicionales que incluían estereotipos como "las mujeres están más interesadas en criar niños" o "a las familias les va mejor si el hombre es el cabeza de familia".
Andrea Miller, una de las investigadoras de este estudio y profesora en la Universidad de Illinois, reportó sus hallazgos en la revista Social Psychological and Personality Science: los veredictos de los jueces reproducían sus ideas preconcebidas sobre los roles de género.
Lo más inquietante es el hecho de que cuando el equipo de investigadores condujo las mismas pruebas con una muestra de 500 personas comunes encontraron que el sesgo entre jueces es más fuerte que el del público general.
"Las ideas culturales sobre el género pueden moldear la toma de decisiones de los jueces tanto como pasa con cualquiera de nosotros", señaló Miller.
"La pericia de los jueces no los inocula contra los prejuicios a la hora de emitir fallos".
Los jueces son humanos
Hay cada vez más investigaciones que muestran algo que no debería sorprendernos: los jueces son personas también.
Terry Maroney es profesora de Derecho en la Universidad Vanderbilt en Estados Unidos y da clases a jueces recién nombrados en un programa que, de forma cariñosa, se conoce como "escuela de pequeños jueces".
La iniciativa fue creada por el Congreso de EE.UU. en los años 60 "para asegurar que las personas tienen lo que necesitan para hacer el trabajo", explicó Jeremy Fogel, director del Centro Judicial Federal y responsable de la formación en esta escuela.
Desde 2013, a estos jueces también se les enseña a ser conscientes de cómo sus emociones pueden afectar sus decisiones. indicó Maroney en una entrevista para el podcast Against the Rules.
"Hemos mantenido esta extraña ficción de que la emoción es irrelevante al derecho y que las leyes están ligadas a la racionalidad cuando prácticamente todas las demás disciplinas en el mundo entienden que la emoción es central en todos los aspectos de la vida humana", expuso Maroney.
Maroney anima a los jueces a considerar sus emociones cuando van a emitir un veredicto, y dice que los jueces menos dispuestos a reconocer sus sesgos son más propensos a cometer errores.
Desaprender el prejuicio
James Redwine, juez retirado y columnista de un periódico en Indiana, está de acuerdo.
Dice que el tema no es "si los jueces tienen prejuicios, sino si pueden asegurarse de que otras personas no se ven afectadas por esos prejuicios".
En un artículo escrito para el National Judicial College, recordó el caso de una niña de 12 años afroestadounidense que denunció que fue violada por cinco adolescentes también afroestadounidenses.
El juez Redwine, que tiene raíces indígenas pero describe su crianza como más cercana a la élite blanca de EE.UU., admitió que instintivamente se encontró "incapaz de juzgar justamente" a los chicos negros que estaban ante él porque quería ponerse del lado de la niña.
Pero a medida que el caso progresó, el jurado -formado casi totalmente por afroestadounidenses- fue capaz de ver las cosas de forma más matizada.
Se llamó a varios testigos y el tribunal pudo establecer que el caso no era exactamente tal y como parecía al principio.
"Fácilmente podía haber dejado que mis prejuicios ayudaran a crear varios errores judiciales graves", reconoció el juez.
Convencido de que "el prejuicio es una característica aprendida", Redwine añadió: "Hoy, cuando juzgo, aspiro a desaprender esas lecciones".
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