En octubre de 1962 el mundo estuvo al borde de una catastrófica guerra nuclear.
El 14 de octubre, un avión espía U2 de Estados Unidos descubrió que la entonces Unión Soviética tenía instalados misiles nucleares en Cuba, a menos de 150 km de las costas de Florida.
En las narices de Estados Unidos, los soviéticos habían logrado montar un arsenal balístico nuclear que podía alcanzar la mayor parte del territorio estadounidense.
El episodio pasó a la historia como la Crisis de los Misiles, uno de los momentos críticos de la Guerra Fría.
En este tenso escenario, la respuesta de EE.UU. estuvo guiada por los informes de inteligencia de una agente, que aunque durante décadas pasó desapercibida, resultó clave para impedir un desenlace apocalíptico.
Su nombre era Juanita Moody, una criptógrafa que para entonces estaba a cargo de vigilar a Cuba como parte de su trabajo en la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA, por sus siglas en inglés).
Los detalles de sus reportes aún permanecen clasificados, pero una reciente investigación del escritor y periodista David Wolman devela "el rol central" que tuvo Moody en el agónico otoño de 1962.
Para Wolman, la de Moody "es una de las más extraordinarias omisiones" en la historia de la Guerra Fría, según lo describió en un reciente artículo de Smithsonian Magazine.
En conversación con BBC Mundo, Wolman describe a Moody como una "innegable rockstar", que logró abrirse camino en un medio de un entorno adverso.
"Ella inspiró respeto en un mundo dominado por hombres militares", dice Wolman, "y ella no era ni hombre ni militar".
¿Cuál fue el papel de Juanita Moody en la Crisis de los Misiles y por qué su historia no es tan conocida?
Big Data
En 1962 Juanita Moody tenía 38 años.
Había nacido en 1924 en una pequeña población de Carolina del Norte, y en 1943, cuando recién había ingresado a la universidad, decidió alistarse en la Armada, en medio de la Segunda Guerra Mundial.
"Sentí que estaba mal pasar mi tiempo en este hermoso lugar, con cielos azules despejados, paseando por el campus y estudiando por placer, cuando mi país estaba en guerra", recordaba Moody en una entrevista con historiadores de la NSA que fue desclasificada en 2016.
Moody fue enviada a Arlington Hall, en Virginia, donde estaban las instalaciones del Servicio de Inteligencia de Señales, precursor de la NSA.
Ahí recibió entrenamiento en análisis de mensajes encriptados y fue asignada a un grupo que descifraba comunicaciones de los nazis.
Moody demostró su talento al impulsar, junto a un compañero lingüista, el desarrollo de una máquina basada en el trabajo de Alan Turing para generar códigos de cifrado automáticamente.
"Ella ayudó en el avance del trabajo de inteligencia impulsando un uso ambicioso e innovador de las nuevas tecnologías", dice Wolman.
A partir de 1952, cuando se creó la NSA, Moody ocupó varios puestos de liderazgo en los que analizaba grandes cantidades de datos y los ponía rápidamente a disposición de los encargados de tomar decisiones.
"Fue una entusiasta del uso del big data mucho antes de que se estableciera ese concepto", escribe Wolman.
Días tensos
En 1961, tras el fallido desembarco de Bahía Cochinos en el que exiliados cubanos entrenados por la CIA intentaron derrocar a Fidel Castro, el líder cubano aceptó la ayuda del premier soviético Nikita Khrushchev.
La alianza cubano-soviética convirtió a la isla en un punto caliente de la Guerra Fría, e hizo que los norteamericanos centraran su atención en el Caribe.
Y Moody estuvo al frente de esa labor de inteligencia.
El trabajo de su equipo incluía rastrear mensajes de radio, datos de radares, comunicaciones electrónicas, sistemas de lectura de armas, documentación de barcos y cualquier otra información que pudieran interceptar.
Además, la NSA instaló centros de inteligencia en Florida, y desplegó aviones espía sobre Cuba.
Por su parte, la fuerza naval desplegó barcos equipados con sistemas de vigilancia.
Con esos recursos, Moody y su equipo comenzaron a notar que Cuba estaba mejorando la seguridad de sus comunicaciones.
También identificaron un aumento del tráfico marítimo desde bases navales soviéticas hacia Cuba. Eran barcos que llegaban a Cuba con documentación en blanco, con cargas cuyo peso no se correspondía con el peso que se declaraba en el puerto o que hacían descargas clandestinas en medio de la noche.
También escucharon conversaciones que mencionaban tanques, radares, armas para atacar aviones y personal soviético llegando a la isla.
"Las cosas se estaban calentando" recordaba Moody citada en el artículo de Wolman.
"Zona de cuarentena"
Moody recibió la orden de armar un reporte con sus hallazgos.
"Queremos saber lo que tú sabes sobre Cuba", le dijo Edward Lansdale, secretario de Defensa asistente.
"Incluso si es una corazonada...quiero saber todo lo que tienes en mente cuando piensas en Cuba".
Moody, que tenía todo documentado, le respondió sin inmutarse: "No necesito tener ninguna corazonada".
En febrero de 1962, trató de convencer a Louis Tordella, vicedirector de la NSA, de que compartiera el informe con la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el ejército.
Tordella se negó a compartirlo con otras agencias, pero sí lo hizo llegar hasta el presidente John F. Kennedy, quien firmó el reporte con sus iniciales, señal de que lo había leído.
Al final, Moody finalmente convenció a Tordella de que compartiera el documento con otras agencias, entre ellas la CIA.
En la primavera de 1962, ya era evidente que Cuba había instalado un sistema de defensa contra ataques aéreos y aviones MIG merodeaban las aguas donde estaban los barcos estadounidenses cerca de la isla.
En agosto, en parte gracias a la información recabada por Moody, la CIA le informó a Kennedy que miles de soldados soviéticos y "cantidades sustanciales" de material militar habían llegado a Cuba.
Para entonces EE.UU. había suspendido los sobrevuelos sobre Cuba, pero el reporte de Moody fue determinante para que se reanudaran, explica Wolman.
Así, el 14 de octubre, un avión U2 tomó 928 imágenes aéreas, con las que los estadounidenses detectaron que la Unión Soviética había instalado misiles nucleares en la isla.
Con esta información, la decisión de Kennedy fue montar un bloqueo naval alrededor de Cuba, una llamada "zona de cuarentena" que se impuso a partir del 22 de agosto.
La idea era detener la llegada de más misiles a Cuba, dándole tiempo para negociar con los soviéticos.
"No me importaba la política"
Con el hallazgo de los misiles, la misión de Moody pasó de develar secretos a enviar información inmediata sobre los movimientos de los soviéticos en Cuba.
Según explica Wolman, esta labor la realizaban con la ayuda de micrófonos submarinos, aviones espía, dispositivos de escucha en los barcos y otras herramientas que aún permanecen en secreto.
El 24 de agosto, dos días después de que se impusiera la cuarentena, el equipo de Moody detectó que al menos uno de los barcos soviéticos que iban en dirección a Cuba cambió su rumbo y pareció girar de vuelta a la Unión Soviética.
Según explica Wolman, esto se vio como una señal de que los soviéticos no querían desafiar a Kennedy.
Moody sintió que debía avisar con urgencia a Adlai Stevenson, embajador de EE.UU. ante la Organización de Naciones Unidas, quien al día siguiente debía dirigirse al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis.
Los funcionarios del Departamento de Estado se negaron a comunicar a Moody con Stevenson en mitad de la noche, pero ella no les hizo caso y llamó al embajador directamente a su habitación del hotel en Nueva York.
"Lo llamé y lo saqué de la cama", recuerda Moody. "Hice lo que sentí que era correcto y realmente no me importaba la política".
Solución Pacífica
Según explica Wolman, la inteligencia recabada por Moody brindó los primeros signos positivos de que era posible una salida pacífica del conflicto.
El 28 de octubre, después de que Kennedy enviara dos mensajes a los soviéticos, Khrushchev accedió a desmantelar su arsenal en Cuba si EE.UU. se comprometía a remover los misiles militares que tenía en Turquía y a no invadir Cuba.
El papel de Moody en la resolución del conflicto fue elogiado por los altos mandos de la inteligencia estadounidense.
En una carta de felicitación, Robert Dennison, comandante de la flota de EE.UU. en el Atlántico, dijo que el trabajo de la NSA en Cuba fue "uno de los factores más importantes para respaldar las operaciones".
Wolman aclara que Moody fue solo una pieza en medio de una gigantesca maquinaria de gobierno, militares e inteligencia, pero su informe fue clave para mostrar la dimensión de la amenaza en Cuba y para que se reanudaran los sobrevuelos con aviones U2, gracias a los cuales se detectó el arsenal nuclear.
"Si Juanita Moody no hubiera sido tan buena en su trabajo o si no hubiera insistido en escribir y distribuir ese informe que ni siquiera su jefe quería que compartiera, ¿qué podría haber pasado? Es una incógnita", dice Wolman.
"Se trata de tener las manos firmes durante una crisis; así es como se evita un desastre", añade el periodista.
"Juanita Moody fue firme y competente. La información que proporcionó, la forma en que la proporcionó, incluso la velocidad con la que lo hizo, ayudó a hacer posible una salida pacífica".
Conquistar el mundo
Moody supo abrirse camino en un ámbito dominado por hombres.
Para lograrlo, la clave fue la educación que recibió en su familia, según ella misma lo dijo.
"Siempre me hicieron sentir que podía conquistar el mundo si quería", dijo Moody en una entrevista con la NSA en 2001, que recoge el reportaje de Wolman.
Aun así, Moody sintió que en varias ocasiones no fue ascendida de cargo solo por ser mujer.
Wolman cree que la historia de Moody ha pasado desapercibida por varias razones.
"Hay dos cosas de las que al gobierno de Estados Unidos no le gusta hablar: armas nucleares y la NSA", le dice Wolman a BBC Mundo.
"La historia de Juanita Moody está en medio de esos dos asuntos".
Además, el escritor cree que también influyó el hecho de que fuera una mujer en un gremio dominado por hombres.
Moody murió en 2015, a los 90 años, y fue enterrada en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, donde se le rinde homenaje a quienes han contribuido a la defensa militar de EE.UU.
Según David Hatch, historiador de la NSA, Moody revolucionó la forma en que la agencia manejaba los asuntos urgentes.
"Fue una pionera", dijo Hatch en conversación con Wolman.
Por su parte, Wolman está convencido de que Moody fue una persona clave en la inteligencia estadounidense.
"Sabía muy bien cuando romper los protocolos, aunque eso enfureciera a algunas personas", dice. "Tenía un fuerte sentido de la ética, de saber qué era lo correcto".
"Incluso el militar de mente más cerrada en ese tiempo estaría de acuerdo con eso", concluye el escritor.