Henrietta Swan Leavitt, una de las mujeres "Computadoras de Harvard"
Antes de que se inventaran las computadoras, el trabajo de computar -o hacer cálculos matemáticos- era hecho por humanos. Y a partir de finales del siglo XIX, muchas de esas "computadoras humanas" fueron mujeres.
Quizás el ejemplo más emblemático fue el de las Harvard Computers ("Computadoras de Harvard"), como se conoció al grupo de casi un centenar de mujeres que trabajaron haciendo cálculos en el observatorio de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Henrietta Swan Leavitt fue una de las más destacadas, ya que su trabajo permitió que otros científicos, incluyendo a Edwin Hubble y Albert Einstein, hicieran descubrimientos que cambiarían el mundo.
Pero posiblemente nada de eso habría ocurrido si no fuera por una iniciativa de Edward Pickering, un astrónomo que en 1877 se convirtió en el director del observatorio (hoy parte del Centro de Astrofísica de la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsonian).
"Pickering quería que las mujeres se involucraran en el trabajo del observatorio, pero en esa época solo los hombres podían tener acceso a los telescopios y al resto de los instrumentos", explica a BBC Mundo Daina Bouquin, Jefa de Bibliotecarios de la Biblioteca Wolbach en el Centro de Astrofísica de Harvard.
Entonces tuvo una idea: contratar únicamente a mujeres para realizar una tarea de suma importancia, pero que no requería tener acceso a telescopios.
"Las 'Computadoras de Harvard' crearon el primer catálogo de todo el cielo. Fue el primer intento en la historia de documentar el universo entero", cuenta Bouquin.
¿Cómo lo hicieron? Estudiando miles de fotografías en placas de vidrio de distintas partes del cosmos (originadas no solo en Harvard sino en observatorios de todo el mundo, toda una rareza en aquella época).
La tarea principal de estas mujeres -muchas de ellas estudiantes de astronomía, como Swan Leavitt- era medir la magnitud (o brillo) de las estrellas.
Pero ellas hicieron mucho más que eso. Utilizando como única base esas imágenes, lograron analizar y entender cosas que terminarían siendo fundamentales para la astronomía.
La Ley de Leavitt
Uno de los aportes más importantes fue el de Swan Leavitt, quien empezó a trabajar como computadora en el observatorio en 1893 tras graduarse como física en Radcliffe College (una universidad para mujeres que era considerada la versión femenina de Harvard, y que finalmente se fusionó con esa universidad).
Swan Leavitt se dedicó a analizar una sección en particular de las placas: unas fotos tomadas en Arequipa, Perú, que mostraban las Nubes de Magallanes (que, hoy sabemos, son dos galaxias enanas próximas a nuestra Vía Láctea).
En esa época se creía que nuestra galaxia era la única. Pero lo que descubrió Swan Leavitt permitiría que años más tarde el astrónomo estadounidense Edwin Hubble concluyera que, de hecho, había otras.
La científica se enfocó en un tipo particular de estrella llamada una variable Cefeida que pulsa, variando su tamaño y luminosidad, con un período regular.
Estudiando diversas placas de las mismas estrellas logró establecer una relación entre su luminosidad y su período pulsar. Sobre esa base, pudo calcular su distancia.
"Hasta ese momento no había manera de medir las distancias en el espacio porque era imposible saber si una estrella se veía brillante porque estaba cerca o por su luminosidad intrínseca", explica Bouquin.
El hallazgo de Swan Leavitt permitió establecer una escala de distancias y así se pudo empezar a medir el universo por primera vez.
Hoy, esa relación entre luminosidad y período pulsar se conoce como la Ley de Leavitt.
Y la posibilidad de medir las distancias en el espacio fueron clave no solo para el trabajo de Hubble, sino también para Einstein y su teoría general de la relatividad.
Pioneras
Increíblemente, a pesar de su importancia, el trabajo de Swan Leavitt fue solo uno de varios aportes fundamentales que hicieron las "Computadoras de Harvard" a la astronomía.
De hecho, su hallazgo no habría sido posible sin el trabajo previo de su colega Annie Jump Cannon, quien desarrolló un sistema para clasificar estrellas.
Cannon se acabaría convirtiendo en la primera mujer que pudo utilizar el telescopio del observatorio (que, en su momento, fue el más poderoso del mundo).
En años posteriores, otra luminaria del grupo fue Cecilia Payne-Gaposchkin, una astrónoma británica que viajó a Estados Unidos para realizar un doctorado en Astronomía, ya que no podía hacerlo en Reino Unido.
"Terminaría convirtiéndose en la primera persona en obtener un PhD (doctorado) en Astronomía en Harvard", cuenta Bouquin.
Su tesis doctoral sigue considerándose revolucionaria a día de hoy: utilizando como base placas espectrales del universo, Payne-Gaposchkin determinó que las estrellas están compuestas de hidrógeno y helio (algo que fue disputado e incluso ridiculizado en su época y luego se terminó comprobando).
Legado
Según Bouquin, la presencia de extranjeras entre las "Computadoras de Harvard" demuestra cuán avanzado y atractivo resultaba ese programa para las mujeres interesadas en astronomía.
Y ello a pesar de que era un trabajo muy mal pagado (las mujeres recibían salarios muy por debajo de sus colegas hombres del observatorio).
Entre 1877 y 1960, unas cien mujeres trabajaron como "Computadoras de Harvard", analizando más de medio millón de placas fotográficas.
Su trabajo no solo creó el llamado Catálogo Henry Draper (el primer mapa del universo entero), también quedó plasmado en cerca de 3.000 cuadernos escritos a mano, repletos de información y observaciones sobre las placas.
En la actualidad, la Universidad de Harvard trabaja en dos proyectos paralelos para digitalizar toda esta información.
Por un lado, se están escaneando las cerca de 650.000 placas fotográficas del universo que recopiló su observatorio desde su inauguración en 1847 hasta la década de los 80.
En tanto, Bouquin, como responsable de la Biblioteca Wolbach, lidera el segundo proyecto: transcribir, digitalizar y catalogar los cuadernos de las "Computadoras de Harvard".
El proyecto se conoce como PHaEDRA (siglas de Preserving Harvard's Early Data and Research in Astronomy) y depende de voluntarios para realizar las transcripciones. Cualquiera puede colaborar ingresando a la página de PHaEDRA*, invita Bouquin.
Hasta ahora se ha completado el 10% del trabajo. Toda la información digitalizada (tanto los cuadernos como las placas) queda disponible en el sistema de datos astrofísicos de la NASA (conocido como ADS), un índice que utilizan los astrónomos para hallar cualquier artículo.
Así, el trabajo de las "Computadoras de Harvard", que ya ha aportado tanto a la astronomía, seguirá sirviendo para las generaciones futuras que tendrán un inusual acceso a más de cien años de invaluable información astronómica.