Daniel Dennett nunca ha podido tragarse la sabiduría comúnmente aceptada sin digerirla.
Cuando era estudiante, no dudó en cuestionar el trabajo de su supervisor, Willard Quine, una de las figuras más respetadas en la filosofía del siglo XX y pensador lo suficientemente eminente como para aparecer en los sellos postales estadounidenses.
Más tarde, en Oxford, se sintió frustrado por la absoluta falta de interés de sus compañeros filósofos por saber cómo funcionaba nuestro cerebro y quedó encantado cuando un amigo médico le presentó a las neuronas.
Así comenzó una búsqueda intelectual para comprender la mente humana que ya abarca cinco décadas.
Descubrió el verdadero poder de la teoría de la evolución de Charles Darwin tras leer el libro de Richard Dawkins "El gen egoísta", y es quizás la persona que más lejos ha llevado al darwinismo, al intentar explicar cómo evolucionamos de bacterias sin la facultad de comprender a seres humanos altamente inteligentes.
Siempre ha creído que nuestras mentes son máquinas, hechas de billones de minúsculos "robots": nuestras neuronas o células cerebrales.
Y, en su opinión, quien no esté de acuerdo carece de imaginación.
Esto es lo que aprendimos sobre el concepto de la mente humana de Dennett durante una conversación que tuvo con el físico teórico británico Jim Al-Khalili para la serie de la BBC "The Life Scientific".
1. Tu mente es una máquina
En 1965, el filósofo Hubert Dreyfus declaró que los humanos siempre le ganaban a las computadoras en el ajedrez porque las máquinas carecían de intuición.
Unos años más tarde, Dreyfus pasó la vergüenza de que una computadora le hiciera jaque mate. Y en mayo de 1997, el equipo de IBM Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov.
Muchos filósofos siguieron creyendo que los humanos teníamos una inteligencia única. El ajedrez, argumentaban, era un juego aburridoramente lógico en el que las computadoras no necesitaban intuición para ganar.
Pero Daniel Dennett no era uno de ellos.
En su primer trabajo académico, publicado en 1965, explicó por qué creía que Dreyfus estaba equivocado.
La intuición, aseguró Dennet, no es nada especial.
"La intuición es simplemente saber algo sin saber cómo llegaste a saberlo".
Dennett culpa al filósofo René Descartes por contaminar permanentemente nuestro concepto de la mente humana.
"Descartes no podía imaginar que una máquina podía ser capaz de pensar, sentir e imaginar. Tales talentos debían venir de Dios, pensaba".
"Pero eso lo escribió en el siglo XVII, cuando las máquinas estaban hechas con palancas y poleas, no con CPU (unidad de procesamiento central) y RAM (memoria de acceso aleatorio), así que tal vez podamos perdonarlo".
¿Somos robots?
Daniel Dennett explicó por qué las personas que piensan que nuestras mentes no pueden ser máquinas carecen de imaginación
"Nuestros cerebros están hechos de 100 mil millones de neuronas. Si tuvieras que contar todas las neuronas en tu cerebro a una tasa de una por segundo, tardarías más de 3.000 años".
Nuestras mentes están hechas de máquinas moleculares, también conocidas como células cerebrales. Y si esto te parece deprimente entonces te falta imaginación, dice Dennett.
"¿Te imaginas el poder de una máquina hecha de un billón de piezas móviles?".
"No somos sólo robots", señala. "Somos robots, hechos de robots, a su vez hechos de robots".
Nuestras células cerebrales son robots que responden a señales químicas. Las proteínas motoras que crean son robots. Y así sigue.
2. Tu conciencia es como una pantalla de teléfono
La conciencia es real. Por supuesto que es. Lo experimentamos todos los días. Pero para Dennett, la conciencia no es más real que la pantalla de su computadora portátil o su teléfono.
Los ingenieros que fabrican dispositivos electrónicos llaman a lo que vemos en nuestras pantallas la "ilusión del usuario". Es un poco condescendiente, tal vez, pero tienen algo de razón.
Presionar los iconos en nuestros teléfonos nos hace sentir en control. Nos sentimos a cargo del interior del hardware. Pero lo que hacemos con nuestros dedos en nuestros teléfonos es una pequeña contribución a la actividad total del teléfono. Y, por supuesto, no nos dice absolutamente nada acerca de cómo funcionan.
"Si quieres entender tu laptop estudiando lo que ves en la pantalla y lo que puedes hacer con el ratón o tu dedo, vas a estar muy lejos de saber qué está sucediendo adentro. Puedes tener un interface hermoso pero esa visión no te lleva a la realidad".
Lo mismo pasa con la conciencia humana, afirma Dennett.
"La conciencia es la 'ilusión del usuario' del cerebro de sí mismo".
"Es un formato de representaciones internas inconscientes que están diseñadas para disimular lo que está ocurriendo".
Sentimos que es real y es importante para nosotros, pero no es una gran cosa.
"La mente no tiene que entender cómo funciona el cerebro", explicó.
3. Ser inteligente no es tan inteligente como crees
Sabemos que evolucionamos de los simios. Sabemos que compartimos el 99% de nuestro ADN con chimpancés.
Reconocemos que parte de nuestro comportamiento se debe a nuestra naturaleza animal (aunque generalmente no son los aspectos de los que estamos más orgullosos).
Pero nos gusta pensar que nuestras cualidades más especiales -nuestra inteligencia, nuestra perspicacia y creatividad- deben tener causas también especiales.
La biología describe el comportamiento de los animales, no de los seres humanos civilizados.
Pero somos animales.
Nuestra genialidad no es un don de Dios. Nuestros cerebros, como nuestros cuerpos, han evolucionado durante cientos de millones de años. Son el resultado de innumerables experimentos evolutivos, de prueba y error.
Desde una perspectiva evolutiva, nuestra capacidad de pensar no es diferente de nuestra capacidad de digerir, asegura Dennett. Ambas actividades biológicas pueden ser explicadas por la Teoría de la Selección Natural de Darwin: la supervivencia del más apto.
4. Las máquinas son más inteligentes de lo que pensamos
Descartes subestimó exageradamente las máquinas. Alan Turing (uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática) lo puso en su lugar.
Las computadoras en la década de 1960 no eran muy buenas en el ajedrez. Ahora pueden tocar el saxofón como John Coltrane.
En esta era digital de supercomputadoras y teléfonos inteligentes, seguramente no es tan difícil imaginar cómo una máquina hecha de un billón de partes en movimiento podría ser capaz de ser humana.