"Gracias por el órgano de tu ser querido": madre agradece a familiares de donante que salvó su vida
Hace dos años, Ellie Lacey se encontraba a horas de la muerte. Necesitaba un hígado urgentemente. Ahora, a los 32 años, ha querido agradecer a la familia de su donante que su generosidad le haya permitido ser madre.
Esta es su historia contada en primera persona.
Llevaba siete largos meses de embarazo, cuando finalmente reuní el coraje para sentarme y escribir.
Lo había estado postergando, no porque no quisiera hacerlo, sino porque no sabía cómo.
Estaba tan feliz por lo que estaba viviendo. Era consciente de lo afortunada que había sido, pero en el momento en el que empecé plasmar en papel las primeras palabras, me invadió una tristeza enorme.
Aún así, comencé a escribir:
A la familia de mi querido donante ...
Han pasado casi dos años desde mi trasplante de hígado y tengo algo que decirles ...
Me detuve, dejé el bolígrafo y me agarré la cabeza con las manos.
Por mucho que quisiera hacerles saber que el hígado de su ser querido no solo me había permitido vivir, sino que me había permitido traer una nueva vida al mundo, sabía que recordarle lo que había pasado provocaría una sensación agridulce.
Pero lo cierto es que yo estaba viva porque su ser querido había muerto.
¿Cómo no iba a estar agradecida y dejarles sin saber que siempre tendrán un lugar en mi corazón?
No es la primera carta que les escribía. Justo después de mi operación, cuando me sentía en el punto más alto de mi entusiasmo por haber logrado engañar a la muerte, les escribí mostrándole mi alegría.
Tenía la esperanza de que pudieran apreciar el lado positivo de una situación triste.
No me contestaron. Y no me extraña.
Había sido un gesto muy insensible hacia su pérdida por mi parte.
Les escribí de nuevo las pasadas navidades. Fue una carta muy corta para decirles que estaban siempre en mi mente.
Una chica sana
Al igual que muchos jóvenes, nunca pensé que algún día me vería en la posición de tener que necesitar el órgano de un donante.
Siempre había sido una chica sana y estaba en forma.
Me había casado y tenía ganas de comerme el mundo.
Trabajaba en márketing y los fines de semana los pasaba participando en carreras a campo traviesa en distintos lugares del Reino Unido.
De repente, y sin ninguna razón aparente, en enero de 2017 mi hígado comenzó a fallar y necesitaba otro.
Empecé a ponerme muy enferma, mi piel se volvió amarilla y me ingresaron en la unidad de cuidados intensivos.
En cuestión de días, mi cuerpo entero colapsó.
No estaba consciente todo el tiempo, pero podía ver que estaba conectada a unas máquinas, con cables por todos lados y personal sanitario rodeándome.
Ningún miembro de mi familia era donantes compatibles, así que me pusieron en el puesto número uno de la lista mundial de donantes para mi tipo de sangre, 0.
Los médicos dijeron que probablemente encontrarían un hígado para mí esa noche.
Al final se demoró tres días, y estuve a apenas horas de la muerte.
Durante ese tiempo, me había despedido del mundo.
Sí, quería vivir, tener más tiempo con mis seres queridos y un día formar una familia, pero también estaba en paz.
Sabía que había amado y me habían amado, y supe, después de organizar una maratón en Uganda, que también había marcado una diferencia en el mundo.
Entonces, milagrosamente, apareció un órgano.
Llegó en la noche, proveniente de un hospital del centro de Inglaterra.
Me operaron al día siguiente.
Cuando me desperté, aunque me sentía muy débil, hasta el punto de que me resultaba imposible caminar, me sentía eufórica. ¿Cuántas personas más en estado terminal habían tenido la oportunidad de vivir de nuevo?
La euforia se acabó cuando me di cuenta de lo que significaba haber recibido el órgano de un donante. Mientras me recuperaba, no hubo apenas un momento en el que no pensase en esa persona.
Me dijeron que era una mujer de unos 60 años que murió de un paro al corazón.
También me contaron que me estaba permitido escribir a la familia, a través del hospital, siempre y cuando no revelase mi nombre completo.
No puedo explicar lo mucho que quería escribirles para agradecerles. Quería decirles que estaba embarazada y hacerles llegar lo que significa para mí lo que han hecho.
Decidirnos a tener un hijo no fue fácil. Mi trasplante haría de mi embarazo uno de alto riesgo.
Tenía un 10% de probabilidades de que mi cuerpo rechazara el hígado, pero tenía todavía un mayor riesgo de sufrir de preeclampsia, una afección causada por lapresión arterial alta. También podía tener un bebé prematuro.
En primer lugar, no quería volver a ser una carga para el NHS (el servicio de salud público británico) o tener que necesitar un nuevo órgano.
Pero también me había prometido a mí misma, después de estar tan cerca de la muerte, que viviría a pleno, no solo por mí, sino por mi donante, así que eso es lo que mi esposo Paul y yo decidimos hacer.
Afortunadamente, todo salió bien.
Mi hermoso niño, Otto Lacey, nació el 21 de diciembre de 2018, con un peso de 3,5 kilos y se convirtió en nuestro mejor regalo de Navidad.
Es perfecto en todos los sentidos.
Y por fin terminé y envié mi carta a la familia, explicando que si bien nada les devolverá a su ser querido, dejó un legado de por vida dentro de nuestra familia y es nuestra heroína.
Ya sea que respondan o no, tendré que esperar y ver.
De cualquier manera, mi hijo crecerá sabiendo sobre la señora que me salvó la vida.
Será consciente de que hay personas buenas en el mundo que piensan en los demás.
Y sabrá lo que significa ser amable y desinteresado.
Esta nota está escrita en primera persona por la protagonista de esta historia y ha sido adaptada del inglés.