Cuando James Park se compró una Nintendo Wii en 2006, nunca se imaginó que esa decisión le llevaría a crear su propia firma tecnológica.
Probando los juegos por primera vez en su casa de San Francisco, el joven, entonces de 29 años de edad, se quedó impresionado con la tecnología de la máquina: capaz de hacer que el avatar del juego repitiera los movimientos corporales del usuario gracias a sensores.
"Wii convirtió el ejercicio en algo divertido y positivo, una actividad que podía hacer toda la familia junta, eso fue muy impresionante para mí", explica Park, 12 años después de aquello.
"Pensé: ¿cómo puedo capturar esta magia y hacerla portátil?"
Su idea fue crear un dispositivo que controlara tu actividad física y que se pudiera llevar puesto. En abril de 2007 él y su amigo Eric Friedman fundaron una empresa llamada Fitbit.
Actualmente su compañía, con sede en San Francisco, vende más de 15 millones de aparatos al año: pulseras y relojes que registran tu frecuencia cardíaca, el número de pasos que das y otras estadísticas.
Pero últimamente, la firma ha pasado por dificultades.
La demanda de pulseras fitness se ha congelado, al mismo tiempo que crece la competencia con los nuevos dispositivos que Apple y Samsung sacaron al mercado.
Como resultado, el año pasado las ventas de Fitbit cayeron casi un tercio hasta los $1.600 millones, y sus pérdidas se duplicaron, hasta los $277 millones.
Park, quien ocupa el cargo de jefe ejecutivo de la empresa, se muestra seguro de poder revertir la situación, a través, entre otras cosas, de la expansión de Fitbit en el sector sanitario.
Las grandes firmas tecnológicas
Park desarrolló su pasión por la tecnología cuando tan sólo era un adolescente. Por entonces vivía en Cleveland, Ohio, y allí aprendió a codificar con programas de idiomas como Basic y Pascal.
El cofundador de Fitbit cuenta que le encantaba desmontar ordenadores para arreglarlos luego.
Cuando terminó la secundaria, comenzó estudios de medicina en la Universidad de Harvard, pero pronto abandonó esa carrera para trabajar en el banco de inversiones Morgan Stanley.
Las finanzas, no obstante, tampoco le llamaron mucho la atención, así que lo dejó y empezó su primera start-up tecnológica a finales de los años 90.
Ese negocio, centrado en transacciones de comercio electrónico, fracasó en 2001, y Park comenzó otra empresa con Eric Friedman, hoy cofundador de Fitbit y director de tecnología.
Su empresa, Wind-Up Labs, creó herramientas para editar fotografías y compartirlas digitalmente.
Rápidamente atrajo la atención de CNET Network, un grupo tecnológico de California, que compró la firma por una cantidad no publicada en 2005.
"Esa adquisición me permitió ver cómo funcionan de verdad las grandes firmas tecnológicas", explica Park, que se unió a CNET tras el acuerdo y trabajó allí durante dos años.
"Fue una etapa formativa para mí, porque aprendí cómo los ejecutivos gestionan a los equipos, cómo lideran".
La irrupción de Fitbit
Tras su revelación con la Nintendo Wii, Park dejó CNET y comenzó a trabajar con Friedman en la empresa que ahora lidera, Fitbit.
Al principio, tenían un equipo muy pequeño, por lo que Park tuvo que pasar "muchos días y noches" programando el software de la firma por sí solo.
Tanto él como Friedman viajaron a Asia para visitar varias fábricas y aprender cómo se hacían sus aparatos.
"Eric y yo éramos ingenieros de software (...) así que necesitábamos entender cómo fabricar hardware en un breve periodo de tiempo", explica Park.
A mitad de los años 2000, los fans del fitness estaban usando podómetros de baja calidad, pues todavía no había ninguna herramienta cien por cien digital en el mercado.
Fitbit irrumpió entonces en el mercado y ocupó ese lugar, registrando un rápido crecimiento.
Una de las razones de su éxito fue su aplicación, que permitió a los usuarios conectarse unos con otros y competir.
"Vimos cómo el aspecto social de Fitbit motivó a otras personas a hacer ejercicio", recuerda Park. "Nos dimos cuenta de que cada amigo que añadías a tu comunidad Fitbit incrementaba el número de tus pasos al día en 700".
Ese impulso le llevó a Fitbit a entrar en bolsa el 17 de junio de 2015. Sus acciones registraron un máximo de hasta $50 en julio de 2015, pero ahora se cotizan en torno a los $5.
¿Expansión para sobrevivir?
Ramón Llamas, analista tecnológico del grupo IDC, considera que Fitbit necesita ampliar la oferta para superar este bache.
"Fitbit colecta una inmensa cantidad de datos de las personas que quieren estar en forma, pero ¿qué más se puede hacer con esos datos?".
"Si yo utilizara Fitbit, querría consejos y otra información que pudiera ayudarme. Pero no están proporcionando eso", explica.
Park dice que está seguro del lugar de Fitbit en el sector en el que se mueve.
"No habrá una empresa única que se apropie del espacio de la tecnología digital para ayudar a las personas a que hagan ejercicio: habrá muchos ganadores y a nosotros (ese escenario) nos parece bien".
La empresa, no obstante, no necesita una victoria inmediata este 2018.
En marzo, presentó un nuevo reloj inteligente llamado Versa, un aparato más económico y simplificado que los anteriores que ya ha conseguido buenas críticas y que quizá le ayude a recuperar cuota de mercado.
Al mismo tiempo, sigue con su expansión en el ámbito sanitario.
Este año, Fitbit invirtió $6 millones en Sano, una empresa que desarrolla un monitor de glucosa del tamaño de una moneda que los usuarios llevarán como si fuera un parche.
También están trabajando con la firma de biotecnología Dexcom para permitir que los usuarios de Fitbit puedan ver sus niveles de glucosa en sus relojes.
"Queremos que nuestros negocios vayan más allá de los artículos de vestir", manifiesta Park.
"En unos cinco años, queremos que las personas nos vean como una empresa de productos electrónicos pero también como una firma de salud digital, que ofrece aparatos y software para ayudar a las personas a cumplir con sus objetivos fitness y controlar sus problemas de salud".