Conocieron el infierno en uno de los lugares más fríos de la tierra.
En septiembre de 1918, dos meses antes del final de la I Guerra Mundial, unos cinco mil soldados estadounidenses fueron enviados al norte de Rusia, donde pelearon en un breve pero cruento conflicto en contra de tropas bolcheviques.
Esa fue la única vez en la que fuerzas estadounidenses combatieron en territorio ruso.
El episodio, conocido con el nombre de Expedición Oso Polar, ha quedado casi olvidado en la historia de EE.UU.
De aquella experiencia, sin embargo, podrían haberse extraído importantes lecciones para el futuro, según el escritor estadounidense James Carl Nelson, autor de un reciente libro sobre estos sucesos así como de otros textos sobre acontecimientos ocurridos durante la I Guerra Mundial.
"Los rusos no han olvidado que nosotros los invadimos. Pero muy pocos estadounidenses conocen esto", comenta Nelson en una conversación con BBC Mundo.
"Y yo creo que deberían saber porque este es el tipo de misión que luego vimos en Vietnam o en Irak, donde simplemente invadimos otro país sin tener claro un verdadero propósito",
Una misión inesperada
La misión de los "osos polares", como se autodenominaron los soldados que participaron en ella, llegó a su fin en agosto de 1919, nueve meses después del fin de la llamada Gran Guerra.
Procedentes en su mayoría de Michigan y Wisconsin, las tropas que participaron en "la campaña estadounidense en el norte de Rusia", como sería conocida oficialmente, no sabían cuál sería su destino ni su misión cuando empezaron a alistarse a finales de la primavera de 1918.
Las dudas continuarían incluso después de regresar a sus casas, de acuerdo con el testimonio de Harry J. Costello, uno de los soldados que participó en la operación y que compartió sus vivencias en un libro de memorias publicado en 1920.
"¿Por qué fuimos a Rusia? Más de 5.000 soldados estadounidenses, retenidos en el reducto ártico de Arcángel desde el verano de 1918 hasta junio de 1919, combatiendo como ningún otro soldado lo ha hecho en otro lugar, ni siquiera en nuestra guerra de guerras, se han estado haciendo esta pregunta".
"El misterio que ha estado en sus mentes ha permanecido hasta cierto punto sin resolver incluso ahora, más de un año después de haber regresado, tras haber sufrido dificultades indecibles", escribió.
Las tropas estadounidenses se embarcaron en Nueva York en julio de 1918 y llegaron a Inglaterra a inicios de agosto.
Muchos soldados pensaban que serían enviados a Francia, al frente occidental de la guerra, donde las fuerzas alemanas estaban ejerciendo gran presión.
Se dieron cuenta de que su destino sería otro cuando sir Ernest Shackleton, un explorador británico famoso por sus expediciones a las regiones polares, comenzó a darles entrenamiento sobre cómo sobrevivir en climas fríos.
Así, a comienzos de septiembre de 1918, los soldados estadounidenses subieron hasta el círculo ártico y descendieron un poco para desembarcar en la ciudad portuaria de Arcangel, ubicada en el norte de la Rusia europea, cerca de la desembocadura del río Dviná en el mar Blanco.
"Infierno congelado"
En el lugar ya había tropas de las fuerzas aliadas: franceses, escoceses e ingleses principalmente y, según narra Costello, el escenario era desolador: no había comida ni actividad económica. Los bolcheviques se habían llevado todo lo que tuviera algún valor o utilidad.
"Todas las lanchas, el material ferroviario, los equipos hospitalarios y los suministros médicos, las municiones, las armas, los alimentos, las imprentas, la joyas valiosas de los residentes ricos. Todo había desaparecido con los bolcheviques", contó.
Para colmo, los mandos aliados le habían quitado a los soldados estadounidenses sus equipamientos, incluidas las armas.
A cambio habían recibido ropas nuevas , incluyendo unas botas de invierno que resbalaban en la nieve y unos defectuosos fusiles fabricados a imitación de los que usaban los rusos.
"Nuestros hombres no tenían ninguna confianza en esta arma, pero era la única que tenían e hicieron todo lo que pudieron en estas malas circunstancias. Estos rifles se atascaban, se rompían y eran imprecisos", narró.
Para complicar aún más las cosas, las condiciones ambientales se volvieron terribles con la llegada del invierno cuando, con unas temperaturas bajo cero en las que se congelaban sus ametralladoras y rodeados de varios metros de nieve, les tocó combatir en contra de unas fuerzas militares acostumbradas a estas condiciones y mejor equipadas.
En palabras de Costello, las tropas estadounidenses vivieron en un "infierno congelado".
Según explica Nelson, las fuerzas aliadas en el norte de Rusia sumaban unos 11.000 soldados, pero debían hacer frente a un ejército de 60.000 bolcheviques, de los cuales unos 45.000 estaban desplegados en las áreas adyacentes a Arcangel, por lo que la relación de fuerzas era aproximadamente de 4 a 1.
Señala que los aliados cometieron el error de pensar que, con la llegada del invierno, los combates en esa región disminuirían y que las fuerzas permanecerían acuarteladas en esos lugares solitarios. No obstante, como los rusos estaban bien organizados y equipados con esquíes y buena ropa de invierno, en realidad, con el frío arreciaron los ataques.
Pese a todo, el escritor asegura que las fuerzas estadounidenses hicieron un buen papel y lograron salir bien libradas de situaciones muy adversas.
Cita, por ejemplo, cuando unos 7.000 bolcheviques atacaron una compañía cerca de la línea de ferrocarril entre marzo y abril de 1919. Durante los combates, unos 2.000 soldados rusos resultaron muertos, heridos o capturados.
Aunque no siempre las cosas les fueron bien.
Así, por ejemplo, unos 46 soldados ubicados en un lugar remoto a unos 300 kilómetros de Arcangel fueron atacados por una fuerza de unos 1.700 bolcheviques en enero de 1919. En los combates de los días siguientes, 25 estadounidenses perdieron la vida.
Según Nelson, ese episodio marcaría el inicio del fin de la Expedición Oso Polar.
Contrarrevolución
Una de las mayores paradojas de esta operación militar de Estados Unidos en Rusia reside en el hecho de que, en realidad, la mayor parte de las muertes y de los combates en los que participaron estas tropas se produjeron a partir de la firma del armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial.
Ese fue un hecho que causó perplejidad y enojo entre las tropas, que no entendían por qué ellos tenían que seguir luchando.
Este malestar llevó a pequeños episodios de insubordinación en los que algunos soldados se negaban a ir al frente.
También hubo protestas por este motivo en Estados Unidos, donde incluso hubo una moción en el Senado -que fue derrotada por un solo voto- para obligar al gobierno de Woodrow Wilson a traer de vuelta a los soldados.
Pero, en realidad, ¿qué fueron a hacer estas tropas estadounidenses a Rusia?
La respuesta tiene que ver con los cambios políticos en ese país y con el funcionamiento de las fuerzas aliadas.
La irrupción de la revolución bolchevique a finales de 1917, con la promesa de Vladimir Lenin de retirarse de la Gran Guerra, permitió la firma en marzo de 1918 del acuerdo de paz Brest-Litovsk entre las potencias centrales (la coalición formada por el Imperio alemán, Bulgaria, el Imperio austrohúngaro y el Imperio otomano) y la Rusia soviética.
"Esto permitió a Alemania transferir 80 divisiones de soldados al frente occidental, donde lanzó una enorme ofensiva que para inicios de junio había llevado a sus tropas a unos 56 km de distancia por aire de París, lo que causó gran preocupación entre los aliados", dice Nelson.
Explica que para responder a esta situación, se pensó en la idea de reconstruir el frente oriental mediante el envío de tropas a Rusia para fomentar una contrarrevolución y así hacer que Alemania tuviera que retornar a sus soldados hasta allí o, al menos, obligarla a mantener en el sitio a las fuerzas que aún tenía en la zona.
A Wilson no le agradaba la idea y estuvo rechazándola durante varios meses hasta que en julio de 1918 accedió, tras ser persuadido de la necesidad de proteger y recuperar millones de dólares en municiones y armamento que los aliados habían enviado a Rusia y que ahora podían caer en manos de los alemanes o de los bolcheviques.
Según Nelson, las tropas estadounidenses no debían intervenir en asuntos internos rusos pero, en cuanto llegaron, quedaron implicadas.
El escritor explica que esto ocurrió porque los británicos, que eran quienes estaban al frente de las fuerzas aliadas destacadas en Rusia, tenían la idea de que era posible impulsar una contrarrevolución que derrotara a los bolcheviques
"Ellos (los británicos) intentaban hacer contacto con la llamada legión checa, unos exprisioneros de guerra rusos a los que se les había permitido irse hacia el este a través de Siberia".
"Querían encontrarlos y hacer que se regresaran para hacerlos tomar parte de esta gran marcha hacia San Petersburgo y Moscú, con la que pensaban que iban a deshacer la Revolución rusa", apunta.
"Esto ocurría sin que Woodrow Wilson supiera bien lo que pasaba. Él no entendía como sus hombres estaban siendo usados o, mejor dicho, mal usados durante meses. Así que estos soldados, básicamente fueron víctimas de esto", agrega.
Se estima que unos 235 soldados estadounidenses murieron durante esta misión, incluyendo unos 70 que fallecieron por una epidemia de gripe que se desató mientras navegaban hacia Arcangel.
En la primavera de 1919, Estados Unidos acordó con los aliados el retiro progresivo de sus tropas de Rusia, las cuales serían sustituidas por soldados británicos.
En junio de 1919, los norteamericanos comenzaron su retorno a casa. Fue entonces, mientras esperaban a ser trasladados, que se les ocurrió denominarse a si mismos como los Osos Polares.
Y así quedarían para la historia.
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