Durante más de una hora el niño esperó pacientemente dentro de un clóset para asustar a su hermana menor. Era Guillermo del Toro, quien entonces tendría unos diez años.
Con lápices de colores se pintó la cara, se puso una larga bata negra y de la boca le sobresalían uno slargos colmillos de plástico, como los de los vampiros que veía en las películas.
El susto que se llevó la pequeña Susana fue mayúsculo, pero el regaño de su mamá, Guadalupe Gómez, fue todavía más grande.
Varias décadas después algunos afirman que el cineasta todavía recuerda ese mal rato.
La anécdota ilustra el gusto que desde siempre ha tenido el director de cine por los monstruos y las historias fantásticas.
Una pasión que hoy le permite estar nominado a 13 premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos por su película "La forma del agua".
Muchos, especialmente en México, esperan que el cineasta se quede con todas las estatuillas.
Pero a Del Toro (nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1964) eso no parece importarle mucho.
Hace unos años, en una entrevista con la BBC, el director confesó que la fama no es algo que le motive.
"Nunca he hecho una película para ganar un Oscar, ser nominado o lograr un éxito de taquilla", dijo entonces.
"Siempre hago las películas que quiero hacer por las razones que quiera hacerlas".
El inicio
Hacer lo que quiere es algo que siempre tuvo. Su papá, Federico del Toro, cuenta que cuando el cineasta era adolescente le propuso integrarse al negocio familiar, una cadena de venta de automóviles.
"Pero no le interesaba. Me pidió que lo dejara hacer lo que le gustaba, y entonces ya no insistí", contaba a medios locales.
Y lo que quería era dibujar, modelar figuras monstruosas con plastilina y grabar videos.
A los 13 años hizo su primera filmación en la escuela secundaria donde estudiaba, el Instituto Ciencias (IdC) de Guadalajara.
Daniel Varela Acosta era su maestro y le prestó la primera cámara de cine que el ahora reconocido director usó en su vida.
"Era un plano secuencia. Aparecía una mano embarrada con un líquido viscoso verde y que salía del WC", le cuenta a BBC Mundo.
"Con la otra mano, la derecha, iba manejando la cámara y haciendo un plano secuencia que recorría todos los corredores del Instituto".
La grabación duró unos minutos y se llamó "Pesadilla 1". Cuando se presentó en un festival de alumnos de la escuela fue muy elogiada, e incluso aún se conserva una copia del original, grabada con cámara de 8 milímetros.
"Carrillero" número uno
Así empezó en el cine. Después de su primera grabación hizo otras como un corto llamado "Matilde", protagonizado por su madre, Guadalupe Gómez.
Ella, de hecho, fue también la actriz principal de otra cinta, "Doña Lupe", en la que interpretó a una mujer que rentaba una vieja casa a un par de hombres aparentemente delincuentes.
Los padres del cineasta son fundamentales en su carrera, explica Varela Acosta.
"Tuvo una respuesta muy positiva de sus papás. Siempre lo dejaron hacer lo que quisiera. Su mamá es una mujer muy creativa, de ahí le viene su lado artístico".
También influyó su pasión por los cómics, las películas de terror, las animaciones y los dibujos.
Además contribuyó su buen carácter y avidez por aprender "de todo lo que se le ponía enfrente", recuerda su maestro.
Sus excompañeros del colegio lo recuerdan como un chico divertido y travieso. "De todo hacía broma y nos echaba carrilla (bromas pesadas) con apodos. Nadie se libraba", le contó un compañero al diario Reforma.
En el anuario de la generación donde Del Toro estudió el bachillerato aparece una breve semblanza del cineasta.
"Guillermo del Toro Gómez. 'Toro', 'Torito' o simplemente 'Memo'. Actor innato, cómico natural: el mejor carrillero del IdeC. Cinéfilo de corazón. Impulsó el cine entre los compañeros", reza.
"Hizo admirablemente sus pininos de maestro en secundaria. Amigo de los maestros, en particular de Daniel Varela. Será un excelente comunicador porque tiene muchas cualidades. Dicen que el primer cuento que oyó en su vida fue el de Drácula".
"Muy pesadito"
Algo poco conocido del director mexicano es que su vida en la escuela dejó una huella notable en sus películas: el humor negro que caracteriza a sus personajes.
En la secundaria y el bachillerato lo practicó con frecuencia con uno de sus mejores amigos, Rigoberto Mora, quien fue su socio en la primera empresa que fundó, Necropsia, especializada en efectos especiales.
"Compartían el humor negro, oscuro, retorcido. Era muy pesadito", le cuenta a BBC Mundo Rodolfo Guzmán, amigo y colaborador del cineasta.
"Ese humor negro lo ves en sus películas. Cuando trabajábamos juntos a veces teníamos que parar por un comentario suyo. Nos mataba de risa".
Lo mismo ocurría cuando trabajaban en Necropsia, a finales de los años 80.
En la compañía de Del Toro y Mora realizaban efectos especiales para películas y programas de televisión. Algunos de ellos eran máscaras elaboradas con látex y otros materiales, una tarea monótona.
Para no aburrirse contaban albures o cantaban viejas canciones, a las que modificaban la letra para añadirles un toque picaresco.
Del Toro "es muy malhablado. Existe el arte del buen decir y el mal decir, son pocas las personas malhabladas que les va muy bien".
Así, por ejemplo, cuando les explica a sus amigos qué es el cine, lo describe como un sándwich de excremento.
A veces hay más o menos pan al morderlo, "pero siempre te toca el excremento", recuerda Guzmán que dice.
Eso, además, es una forma gráfica de explicar la perseverancia que se necesita para sobrevivir en el mundo del cine. Y al director mexicano le ha tocado echar mano de ella.
"Memo (como le dicen sus amigos) dice que a veces las filmaciones son muy tortuosas. Ocurrió con "La forma del agua", porque el presupuesto era poco y había que hacer mucho esfuerzo".
Los monstruos verdaderos
Pero ¿de dónde viene la pasión del cineasta por los monstruos y las historias fantásticas?
Hay varias hipótesis. Según Daniel Varela, proviene de la influencia del cine mexicano de los años 60, cuando abundaron las películas de atletas de lucha libre que se enfrentaban a invasores del espacio, vampiros o al hombre lobo.
Uno de los actores centrales de estas películas era El Santo, el luchador más popular de México, y además de derrotar a los monstruos en ellas solía rescatar a bellas actrices que lucían vestidos cortos, bikini o minifalda.
Pero en la pasión de Del Toro por los monstruos influyó también su afición por los cómics, los libros de Stephen King o las series japonesas de televisión, cuyos protagonistas eran enormes dinosaurios que destruían ciudades y a los que combatían humanoides que se transformaban en cohetes y vivían dentro de un volcán.
Uno de los programas más populares de los años 70 y 80 entre los adolescentes de Guadalajara era"Monstruos del espacio". Así se llamaba la serie en México, mientras en Estados Unidos se tituló"Gigantes del espacio".
Pero la verdadera respuesta a la pregunta es un viejo pacto infantil. En la entrevista con la BBC, Guillermo del Toro cuenta que, "a muy temprana edad", soñaba que estaba despierto.
Y en esos momentos siempre veía monstruos. Entonces, en uno de esos sueños, acordó que escribiría siempre sobre ellos.
Pero con una condición: "Les pedí permiso de ir al baño porque estaba muy asustado y no quería orinarme" en la cama.
Funcionó. Los monstruos dejaron de asustarlo y se convirtieron en aliados, como el vampiro de su ópera prima "Cronos", el hijo del diablo que salva al mundo en Hellboy o el semidios anfibio, aterrorizado por el trato cruel de su carcelario en "La forma del agua".
Algunos, como Daniel Varela, creen que esta película es el resumen de la vida cinéfila de su alumno.
Pero tal vez es la evidencia más clara del verdadero concepto del horror que tiene 'Memo' o 'Torito': en sus filmes los monstruos son personajes extraños, feos, bizarros y casi siempre inofensivos, que viven en y defienden su mundo.
Pero los hombres y mujeres que les acompañan cometen arbitrariedades, injusticias, torturas, humillaciones.
Es la clave. Para Guillermo del Toro, el cineasta de la vida fantástica y horripilante, los verdaderos monstruos son los seres humanos.