Gerrymandering: el político que le dio nombre a una de las trampas electorales más famosas del mundo
Si se le pregunta a un estadounidense cualquiera quién era Elbridge Gerry probablemente no sepa qué responderle.
Pero aunque no recuerden a quien fue nada menos que uno de los padres fundadores del país, muchos sí habrán oído hablar de una argucia electoral que lleva su nombre, el gerrymandering.
Y es que para su infortunio, la historia de Gerry ha quedado asociada con una de las trampas electorales más famosas del mundo: el redibujo de los distritos electorales para maximizar los propios resultados y minimizar los del adversario, consiguiendo así una representación superior a la que nos correspondería.
Los partidos políticos en Estados Unidos la aplicaban desde mucho tiempo antes de que recibiera el nombre de Gerry y la han seguido usando hasta la actualidad, aunque en tiempos recientes ha sido sometida a algunas restricciones legales.
Pero, qué sabemos de Elbridge Gerry y cómo su legado quedó manchado de esta manera.
Un republicano piadoso de visión elitista
Hijo de un acaudalado mercante, Gerry estudió en Harvard y luego se hizo un nombre propio en el negocio del comercio internacional.
Con su riqueza ayudó a financiar la Guerra de Independencia y, cuando esta terminó, también contribuyó a pagar las deudas que esta dejó.
"Aunque su fortuna mermó con el paso de los años, él no permitió que las preocupaciones económicas se interpusieran en el camino de su compromiso con su país", señala sobre Gerry el senador Mike Lee en el libro Written out of history, The Forgotten Founders Who Fought Big Government ("Borrados de la historia, los fundadores olvidados que combatieron al gran gobierno").
"A lo largo de su carrera, Gerry fue respetado por su integridad, negándose a participar en esquemas de gobierno que le habrían generado beneficios. Incluso apoyó el embargo a las exportaciones de Thomas Jefferson en 1807, pese a que esa medida diluyó de forma significativa su propia fortuna", agrega.
También realizó obras de caridad, como cuando en 1773 de desató una epidemia de viruela en Marblehead y Gerry financió la construcción de un hospital para los enfermos.
Aunque siempre mostró una marcada convicción republicana, Gerry tenía una visión elitista de la política. En opinión de su biógrafo, George Athan Billias:
"Pese a todo su compromiso con los principios revolucionarios, Gerry no era un igualitarista. Él creía que una 'élite natural' de individuos capaces y talentosos deberían gobernar la nueva nación. Como miembro de la clase favorecida, él consideraba el servicio público como una responsabilidad, no como una oportunidad para obtener ganancias personales o financieras".
De la independencia a la Constitución
La actividad política de Gerry estuvo marcada por su activa defensa de la idea republicana y de los libertades ciudadanas.
Así, tras ser electo para participar como delegado en el segundo Congreso Continental de 1775, trabajó de forma activa para persuadir a representantes de otras colonias que aún dudaban sobre la necesidad de declarar la independencia.
Esos esfuerzos le valdrían el reconocimiento de John Adams, quien tras la firma de la Declaración de Independencia, describió a Gerry como un "hombre de inmensa valía".
"Si cada hombre aquí fuera un Gerry, las libertades de América estarían a salvo contra las puertas de la tierra y el infierno", escribió Adams en una carta enviaba a su amigo James Warren.
De acuerdo con Billias, ese evento fue constituyó el momento definitorio en la vida de Gerry, quien consideraba la firma de la Declaración de Independencia como "el acto más importante de toda su vida".
Pero siendo el mayor, no sería el único gran evento que protagonizaría.
En 1787, Gerry fue uno de la delegados a la Convención que reunida en Filadelfia se encargó de redactar la Constitución de Estados Unidos.
En aquellos debates, jugó un papel destacado y activo combatiendo con ahínco las propuestas que, en su opinión, pudieran debilitar el sistema de pesos y contrapesos de la República.
Le correspondió presidir el Comité que debía hallar un acuerdo entre los partidarios de un gobierno central fuerte y los defensores de los estados.
¿La solución? El conocido "gran compromiso" que permitió establecer un congreso bicameral, en el cual el Senado serviría para preservar la igualdad entre los estados.
En su lucha por limitar el poder del Ejecutivo se opuso sin éxito a la creación de la figura del vicepresidente y, sobre todo, a que éste pudiera presidir el Senado.
Paradójicamente, 25 años más tarde, él terminaría ocupando ese cargo que había objetado.
Pero quizá uno de sus mayores aportes a la vida política estadounidense fue el haber sido pionero al proponer la creación de una Carta de Derechos (Bill of Rights).
Su iniciativa fue rechazada de forma unánime durante los debates, con especial ferocidad por parte de Alexander Hamilton. Pero la historia la dio la razón a Gerry y el documento terminó viendo la luz algún tiempo después.
Un polémico hombre de principios
Pese a todo el tiempo y energía que dedicó a la Convención y a que reconocía que la Constitución tenía "muchos méritos", al final Gerry decidió no firmarla.
De los siete signatarios de la Declaración de Independencia que también participaron en la elaboración de la Carta Magna, él fue el único que se abstuvo.
Su rechazo se basaba en que consideraba, entre otros falencias, que las libertades de los ciudadanos no habían quedado protegidas, que el sistema judicial era "opresivo" y que el Parlamento había recibido poderes "ambiguos" y "peligrosos".
Algunos de historiadores consideran que este decisión y otras posturas polémicas de Gerry respondían al hecho de que en ocasiones su permanente visión cuestionadora de las cosas nublaba su buen juicio.
De hecho, John Adams dijo sobre Gerry que tenía un "obstinación por la que arriesga grandes cosas pasa asegurar las más pequeñas".
En todo caso, paradójicamente, pese a su rechazo a firmar la Constitución, poco después Gerry fue electo miembro de la Cámara de Representantes del Primer Congreso de Estados Unidos que entró en funciones en marzo de 1789, desde donde participó y ayudó a desarrollar finalmente su ansiada Carta de Derechos, que incluye las 10 primeras enmiendas a la Constitución.
Además, se convirtió en defensor de la Carta Magna.
"La inclinación de Gerry de pararse firmemente sobre sus principios, llevaría a aparentes contradicciones a lo largo de su carrera política. Sus contemporáneos no podían entender bien la idea de que él apoyara la creación de un banco nacional (banco central) mientras se oponía de forma vehemente a un poder judicial fuerte; o que se negara a firmar la Constitución pero luego accediera a ser miembro del primer Congreso", escribió en su libro Mike Lee.
"Pero el hilo común en las acciones aparentemente discrepantes de Gerry era su devoción a los ideales republicanos: preservar al carácter de las personas y el buen juicio de los líderes públicos, proteger a los individuos de un gobierno que expansivo al tiempo que se asegura un sistema federal que proteja en contra de la tiranía de la mayoría o de unos pocos", agregó.
No en vano, Brion McClanahan afirma en su libro The Politically Incorrect Guide to the Founding Fathers ("La guía políticamente incorrecta de los Padres Fundadores") que con la excepción de James Madison, "Elbridge Gerry es posiblemente el personaje más complejo de la generación fundacional".
El nacimiento del gerrymandering
Durante la primera década de 1800, Gerry se retiró de la política nacional y se concentró en su estado Massachussets, donde a los 65 años de edad logró ser electo gobernador con el apoyo de los Demócratas Republicanos.
De acuerdo con Billias, su motivación para volver al ruedo político surgía de "sus miedos obsesivos sobre distintas conspiraciones en marcha para destruir la República".
Durante su primer mandato, en 1810, Gerry intentó cerrar la enorme brecha política que caracterizaba las relaciones entre los federalistas y los demócratas-republicanos sobre todo en temas de política exterior.
Aparentemente, esos esfuerzos le facilitaron conseguir la reelección al año siguiente.
Durante ese segundo mandato, sin embargo, Gerry adoptó una política más dura en contra de los federalistas, por considerar que sus protestas abiertas en contra de la política exterior del presidente James Madison eran casi una traición.
Entre sus medidas más polémicas, sustituyó empleados del estado de tendencia federalista por personas afines a los demócratas-republicanos; hizo que el fiscal estatal iniciara una querella por libelo en contra de un editor federalista y tomó el control de la junta directiva de la Universidad de Harvard, que estaba controlada por una mayoría federalista.
Pero sería otra de sus decisiones la que quedaría registrada para la historia.
La mayoría de demócratas-republicanos que controlaban el Parlamento estatal elaboraron una ley para redibujar los distritos electorales del estado que, hasta entonces, habían estado fijados respetando las fronteras de los condados.
La nueva ley, en cambio, diseñaba formas no naturales y cortaba en varios trozos el condado de Essex, un bastión de los federalistas.
En febrero de 1812, Gerry accedió a firmar la ley aunque, de acuerdo con su yerno y primer biógrafo, James T. Austin, lo hizo a regañadientes pues consideraba el proyecto de ley como "extremadamente desagradable".
Según Austin, Gerry dudó en dar su aprobación e incluso pensó en devolver la ley al Parlamento junto con sus objeciones a la misma, pero tras comprobar que la norma no iba en contra de la Constitución decidió aprobarla pues ese era el criterio que habían aplicado sus antecesores en el cargo.
Los federalistas reaccionaron con dureza ante la nueva distribución de circuitos electorales al considerar que se trataba de una afrenta adicional.
Su respuesta más dura a Gerry, sin embargo, no llegó en forma de protesta ni de denuncia sino de sátira.
Según relató el escritor Samuel Batchelder, durante una cena organizada en Boston por un reconocido federalista en marzo de 1812, los presentes comenzaron a hablar sobre la controvertida ley mientras miraban el mapa de cómo habían quedado distribuidos los circuitos que había sido publicado por los periódicos aquellos días.
Mientras discutían sobre el tema alguien notó que el mapa parecía un monstruo y que solamente le faltaban unas alas para parecer un horrible dragón.
El ilustrador Elkanah Tisdale, que estaba presente en el lugar tomó un lápiz y agregó las alas al dibujo que alguien comparó con una salamadra (salamander, en inglés).
Fue entonces, cuando el poeta Richard Alsop sugirió que más bien era un "gerry-mander".
El historiador John Ward Dean, quien recuperó el relato de Batchelder, recogió también otras versiones sobre el posible origen de la expresión pero destaca que ésta es la única que había sido escrita de forma contemporánea con los hechos.
El término gerrymander pronto fue incorporado a la cultura política estadounidense y una década más tarde ya estaba popularizado.
En su libro The American Language, H.L. Mencken apunta que esta palabra como uno de varios términos políticos que acuñados en Estados Unidos "durante las extraordinariamente excitantes campañas que siguieron tras la derrota de (John) Adams por (Thomas) Jefferson".
En todo caso, ya para 1851 aparece mencionada en las páginas de The New York Times.
¿Pero y qué ocurrió con Gerry?
La maniobra de redibujar los distritos rindió sus frutos para los demócratas-republicanos que lograron consolidar una mayoría en el Senado de Massachusetts de 29 contra 11 pese a que los federalistas habían obtenido más votos en todo el estado.
Sin embargo, dañó las opciones de reelección de Gerry, quien fue derrotado por su rival federalista.
Tras abandonar la gobernación, Gerry fue nombrado por el presidente James Madison como vicepresidente de Estados Unidos, cargo en el que murió en 1814.
Sin embargo, su marca en la historia no quedaría reconocida ni por lo que hizo en ese cargo ni por sus muchas aportaciones durante la creación y consolidación de Estados Unidos, sino por aquella artimaña y aquella caricatura que dio alas y nombre a una de las trampas electorales más famosas del mundo.