El seductor encanto de "Las mil y una noches" el mosaico de sexo, violencia, magia y aventuras
"Las mil y una noches" es una obra maravillosa... aunque eso no se debe decir a la ligera.
Pero si nos ajustamos al hecho de que maravilla viene de las palabras en latín que significaban admirar algo que sorprende por lo poco común y a la vez hermoso, esa colección de relatos que brotó en India y Persia y se enriqueció al calor de las fogatas de los nómadas en sus viajes por el norte de África y Medio Oriente probablemente merece el adjetivo.
Tú puedes juzgar... incluso si no has leído las mil y una páginas de ese libro, pues varias historias se han escapado de ellas para transportarnos a sus fantásticos mundos.
¿Te suena "Aladino y la lámpara maravillosa"? ¿Alguna vez te contaron de "Los viajes de Simbad el marino"? ¿Eres de los que tenemos grabada en algún rincón de la memoria esa mágica frase "Ábrete sésamo"? ¿Recuerdas que era la clave para entrar a la cueva del tesoro en "Ali Babá y los cuarenta ladrones"?
Esas fabulosas historias y muchas más repletas de magia, genios, espíritus malignos y héroes icónicos han cautivado a Oriente y Occidente durante siglos.
Pero "Las mil y una noches" es más que una colección de historias.
Es un homenaje a una de las fuerzas naturales más poderosas: la curiosidad.
El arte de la seducción
Todo empieza "en el transcurso de lo más antiguo del tiempo, y en una edad remota", después de que uno de los hijos de "un rey sasánida que dominaba las islas de la India y de China" descubrió que su esposa le era infiel.
Se llamaba Sahriyar y ya había heredado el trono. Enfurecido ordenó que le cortaran la cabeza a la reina y, amargado, decidió que todas las noches tomaría a una joven virgen, la desfloraría y, al día siguiente, la mataría.
Tres años después, cuando ya no quedaban muchachas en la ciudad, el visir, encargado de conseguirle víctimas, le contó a su hija mayor, Sherezade, lo que ocurría.
Ella le rogó que le permitiera casarse con el rey.
Se le había ocurrido una brillante estrategia para salvar a las mujeres. En su lecho matrimonial se valdría de una de las tácticas de seducción más tentadoras: la irresistible atracción del final de una historia.
Esa noche, cuando el rey quiso poseerla, se puso a llorar y le pidió que trajera a su hermana.
Después de que "el rey le arrebató la virginidad" a Sherezade, Dunyazad le pidió a su hermana que les contara una historia "para distraernos del insomnio de esta noche".
Cada una de las mil y una noches, cuando llegaba la madrugada, Sherezade cortaba su relato, y prometía terminarlo y contar cosas aún mejores para la próxima vez, "si vivo y si el rey me permite quedarme".
El rey no tenía muchas opciones... ¿cómo quedarse sin saber qué pasó al final?
Así no más, la obra ya habría valido la pena.
Pero resulta que no es así no más. Ese era apenas el marco... el marco de un libro infinito.
Infinito
El título mismo lo anticipa.
Como dijo el escritor Jorge Luis Borges, uno de los varios grandes autores amantes de la obra, "Decir mil noches es decir infinitas noches, las muchas noches, las innumerables noches. Decir "mil y una noches" es agregar una al infinito".
Y lo prometido en el título, "uno de los más hermosos del mundo" para Borges, se cumple.
La habitación real con Sherezade haciendo volar la imaginación del rey y despertando su curiosidad es un escenario ideal para una historia sin fin, una estructura sólida para sostener relatos que se pueden multiplicar ilimitadamente en cualquier dirección.
De por sí, cualquier historia que conjure Sherezade es un relato dentro de su relato pero varios de sus cuentos contienen otros cuentos.
Uno de ellos narra el encuentro de un genio que va a decidir a cual de tres hombres mata. El genio cuenta por qué está tan enojado con el mundo y la vida de los tres hombres depende de las historias que ellos relaten.
Así bajo un sólo título Sherezade narra 5 historias.
Y esa es la estructura perfecta para una obra que no nació escrita sino hablada, que no tuvo un autor sino miles, que fue confeccionada por generaciones y se ha alargado y comprimido a lo largo del tiempo según los caprichos de expertos más o menos laxos.
Una obra que es un mosaico de sexo, violencia, magia, aventura y crueldad que está muy lejos de los cuentos para niños que conocemos pero que los admite, porque no se trata de ser fiel a algo escrito en piedra, sino de regodearse en el placer de sumergirse en otra realidad.
Una obra que, en palabras de Borges, es una "especie de eternidad".
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