El (muy extendido) sesgo cognitivo que estuvo detrás de algunas grandes catástrofes de la historia
Imagínense una piloto que debe cubrir una ruta conocida en condiciones climatológicas adversas. Sabe que volar a través de la tormenta conlleva riesgos serios y que, según su formación, debería tomar un desvío o regresar. Pero ha volado la misma ruta antes, en situaciones similares, y no tuvo problemas. ¿Debería continuar o dar la vuelta?
Si crees que es seguro para ella seguir volando, has caído en una singularidad cognitiva que se conoce como el "sesgo del resultado".
Varios estudios muestran que a menudo juzgamos la calidad de una decisión o comportamiento por el resultado final, al tiempo que ignoramos los muchos factores que pueden haber contribuido al éxito o fracaso, y esto puede hacer que ignoremos errores potencialmente catastróficos.
En este ejemplo, la decisión de tomar ese vuelo era en sí misma muy arriesgada, y la piloto pudo haber evitado un accidente solo por una combinación de circunstancias afortunadas.
Pero por el llamado "sesgo del resultado" es posible que ignore esa posibilidad y piense que los peligros fueron sobreestimados o que fue tuvo éxito por su extraordinario talento, haciendo que se sienta más dispuesta a asumir el riesgo de nuevo en el futuro.
Y cuanto más lo haga, menos se preocupará por los peligros.
Además de hacer que cada vez seamos mas temerarios en nuestra toma de decisiones, el sesgo del resultado nos puede llevar a ignorar señales de incompetencia o comportamiento poco ético de nuestros colegas.
Y las consecuencias pueden ser aterradoras, con estudios que sugieren que ha contribuido a muchas catástrofes famosas, como el accidente del transbordador espacial Columbia de la NASA en 2003 o el vertido petrolero de la plataforma Deepwater Horizon en el golfo de México en 2010.
El final, no los medios
El sesgo del resultado fue observado por primera vez en los años 80, con un estudio seminal sobre la toma de decisiones.
Los participantes recibieron descripciones de distintos escenarios, incluyendo los riesgos y beneficios de distintos procedimientos médicos, y se les pidió que calificaran el juicio de los doctores.
A los participantes se les presentó, por ejemplo, la decisión de un doctor de ofrecerle al paciente un bypass de corazón que le podía dar muchos más años de buena salud, pero con un pequeño riesgo de muerte durante la operación.
Como era predecible, los participantes juzgaron la decisión del doctor de forma más dura si se les decía que el paciente moría que cuando se les decía que vivía, aunque los beneficios y los riesgos eran exactamente los mismos.
El sesgo de resultado está tan profundamente arraigado en nuestros cerebros que es fácil entender por qué sintieron que el médico debía ser castigado por la muerte del paciente.
Aun así, el razonamiento de los participantes no es lógico, ya que el médico no tenía otra forma de valorar qué hacer: en el momento de tomar la decisión existían posibilidades de que la operación hubiera sido un éxito.
Una vez que sabes lo que pasó, sin embargo, es difícil escapar a esa inquietante sensación de que el doctor se equivocó, lo que llevó a los participantes a cuestionar su competencia.
"Simplemente nos resulta difícil disociar los eventos azarosos que, junto a la calidad de la decisión, contribuyen al resultado", explica Krishna Savani, de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur.
El estudio, publicado en 1988, ha sido replicado muchas veces, mostrando que los resultados negativos nos llevan a culpar a alguien de acciones que estaban claramente fuera de su control, incluso cuando conocemos todos los hechos que excusan su toma de decisiones.
Y ahora sabemos que lo contrario también es verdad: gracias al sesgo de resultado, un final positivo nos puede llevar a ignorar una mala decisión que se debería tener controlada, dándoles a las personas un pase libre a su comportamiento inaceptable.
En un experimento realizado por Francesca Gino en la Escuela de Negocios de Harvard, EE.UU., a los participantes se les contó una historia sobre un científico que falseó sus resultados para probar la eficacia de una medicina que estaba probando.
Gino constató que los participantes eran menos críticos del comportamiento del científico si la medicina resultaba ser segura y eficaz que si acababa produciendo peligrosos efectos secundarios.
Idealmente, por supuesto, se deberían juzgar ambas situaciones con la misma dureza, dado que un empleado que se comporta de forma tan irresponsable puede ser un serio peligro en el futuro.
Una forma de pensar tan imperfecta es un tema serio cuando se consideran cuestiones como un ascenso. Significa que un inversor puede ser recompensado por una racha de suerte en su desempeño aunque haya pruebas claras de incompetencia o comportamiento poco ético, ya que su jefe es incapaz de desconectar la toma de decisiones de los resultados.
Y a la inversa muestra cómo un error puede dañar tu reputación aunque haya claras pruebas de que actuaste de la forma adecuada de acuerdo a la información que tenías a tu disposición.
"Es un gran problema que las personas estén siendo felicitadas o culpabilizadas por eventos que fueron ampliamente determinados por la suerte", dice Savani.
"Y esto es relevante para legisladores, empresarios? cualquiera que tome una decisión".
El sesgo de resultado puede incluso afectar nuestra comprensión del deporte.
Arturo Rodríguez, de la Universidad de Chile, examinó recientemente la valoración de futbolistas por parte de expertos en el sitio goal.com.
En los partidos que se decidieron en penales, Rodríguez encontró que los resultados de esos pocos minutos del final del partido marcaron el juicio de los expertos sobre el desempeño de los jugadores durante todo el partido.
Esto fue así incluso para los jugadores que no marcaron ningún gol.
"El resultado de la tanda de penaltis tuvo un impacto significativo en la evaluación individual de los jugadores, incluso aunque no participaran en ella", explica Rodríguez.
Por poco
Las consecuencias más serias del sesgo de resultado, sin embargo, tienen que ver con nuestra percepción del peligro.
Un estudio de aviación general examinó las evaluaciones de pilotos que volaron bajo condiciones climatológicas peligrosas con poca visibilidad.
Encontró que los pilotos eran más propensos a subestimar los peligros del vuelo si acababan de oír que otro piloto había cubierto la misma ruta con éxito.
En realidad no hay garantía de que su éxito suponga un pase seguro para el segundo vuelo -puede haber sido cuestión de suerte-, pero el sesgo de resultado significa que los pilotos pasarán por alto ese hecho.
Catherine Tinsley, de la Universidad de Georgetown, descubrió un patrón similar en las respuestas de las personas a desastres naturales como los huracanes.
Si alguien sale indemne de una tormenta, es menos probable que compre un seguro contra inundaciones antes del próximo desastre.
Una investigación posterior de Tinsley sugiere que este fenómeno puede explicar muchos errores de organización y muchas catástrofes,
El colapso del transbordador Columbia, de la agencia espacial estadounidense (NASA), se produjo porque el aislamiento de espuma de poliuretano se despegó de un tanque externo durante el lanzamiento. Esto produjo escombros que abrieron un agujero en el ala de la nave en órbita.
La espuma se había despegado del aislamiento en muchos vuelos anteriores, pero debido a una cuestión de suerte, nunca produjo daños como para causar un choque.
Inspirado por estos hallazgos, el equipo de Tinsley les preguntó a los participantes que consideraran una hipotética misión que casi sale mal y que evaluaran la competencia del líder del proyecto.
Los participantes eran más conscientes del peligro latente si se les decía que tendrían que explicar sus conclusiones a un superior.
Según este estudio, las organizaciones deberían reforzar la responsabilidad de cada uno para identificar riesgos latentes y premiar a la gente por reportar dichos riesgos.
Savani coincide en que podemos protegernos a nosotros mismos del sesgo de resultados. Constató que preparar a las personas para que piensen con más atención en el contexto que rodea una decisión o un comportamiento los puede hacer menos susceptibles al efecto del resultado.
El objetivo debe ser pensar sobre las circunstancias particulares en las que se tomó la decisión y reconocer los factores, incluida la suerte, que pueden haber contribuido al resultado final.
Una forma de hacer esto es adoptar un pensamiento de contraste de datos al evaluar tu desempeño o el de otra persona, dice Savani.
¿Qué factores podían haber causado un resultado diferente? ¿Y valorarías de la misma manera la decisión o el proceso si eso hubiera ocurrido?
Piensa en el caso del científico que falseaba los resultados de su investigación. Incluso aunque el medicamento fuera finalmente seguro, el hecho de imaginarte el peor escenario posible -con muerte de pacientes- te haría más consciente de los riesgos que asumió.
De forma similar, si fueras la piloto que decidió volar en condiciones peligrosas, puedes analizar cada vuelo para examinar los riesgos que estarías adoptando y pensar qué habría pasado en circunstancias diferentes.
Seas un inversor, un piloto o un científico de la NASA, estas estrategias para evitar el sesgo de resultado te ayudarán a evitar que un éxito azaroso te ciegue ante los posibles peligros.