El matrimonio de la princesa inca Beatriz Clara Coya fue tan importante que la boda quedó representada en varios cuadros y obras teatrales hasta cerca de 200 años después de que ocurriera.
La princesa o ñusta se casó con el capitán español Martín García de Loyola en 1572 en Cusco, cuando era apenas una adolescente.
Juntos fueron hasta Chile y tuvieron una hija, Ana María Lorenza de Loyola, la primera marquesa de Oropesa, uno de los títulos nobiliarios que la corona española entregó a los mestizos en Perú.
La vida de la pareja fue corta y, al parecer, bastante tradicional para una familia mixta aristocrática.
¿Por qué entonces trascendieron en la historia?
Lo más selecto de la nobleza inca
Cuando Beatriz Clara nació, en 1556 o 1557, la corona española ya había sometido al imperio Inca.
Pero quedaba un último foco de resistencia indígena en Vilcabamba, cerca de Cusco, antigua capital del incanato.
La facción rebelde estuvo al mando de Sairi Túpac, padre de Beatriz Clara y penúltimo inca oficial, hasta que murió, en 1561.
Fue sucedido por Titu Cusi Yupanqui primero y después por Túpac Amaru I, tío de Beatriz Clara.
En 1569, el virrey Francisco de Toledo llegó a Perú decidido a aplastar la resistencia.
Sus tropas, al mando del capitán Martín García de Loyola, derrotaron y ejecutaron en 1572 a Túpac Amaru I.
Con su muerte, se diluyó la facción rebelde.
Para sellar la victoria, el virrey Toledo decidió casar a Loyola con nada menos que la sobrina de Túpac Amaru I: Beatriz Clara, la última heredera "oficial" de un monarca inca.
Algunos historiadores dudan en llamarla "última" princesa inca, argumentando que otras princesas vivieron al mismo tiempo que ella.
Pero la historiadora Alba Choque se refiere a Beatriz Clara como "la última y más celebrada ñusta" y "la última gran princesa del Tahuantinsuyo, heredera del más grande imperio de la América antigua", en un artículo publicado en la Revista de Historia del Arte Peruano en 2014.
Además, según la destacada historiadora peruana María Rostworowski en su libro "Mujer y poder en los Andes coloniales", la ñusta "representaba lo más selecto de la nobleza indígena del Perú" y "poseía una cuantiosa fortuna".
Rostworowski se pregunta si habría sido de su agrado "casarse con quien había hecho prisionero al último descendiente independiente de los incas y autor indirecto de su ajusticiamiento".
Lo más probable es que nunca tengamos respuesta definitiva.
Lágrimas de sangre
Pero Ana de Orbegoso, artista visual peruana y directora del cortometraje "La última princesa inca", cree que Beatriz Clara fue un trofeo de guerra y su matrimonio, una humillación para los incas.
En el premiado video de De Orbegoso, la ñusta Beatriz Clara llora sangre al momento de casarse.
"Para mí ese es el símbolo más fuerte de lo que ella estaba sintiendo, por la caída de su civilización. Pero si no se casaba con algún noble, quién sabe cómo iba a terminar", dice De Orbegoso a BBC Mundo.
"Fue un instrumento de cambio, como siempre se ha hecho con las mujeres en las guerras", comenta.
Pero su matrimonio no fue solo un botín para los conquistadores. También fue usado como arma política.
Validar la conquista
"Este matrimonio fue muy significativo, porque unió al autor del fin de la monarquía incaica con uno de los linajes más ilustres de la nobleza inca", señala la historiadora Claudia Rosas Lauro, en el prólogo del libro "Mujer y poder en los Andes coloniales".
Además, el mismo Loyola provenía de una familia ilustre: era sobrino de San Ignacio de Loyola, fundador de la poderosa Compañía de Jesús.
"Ambos tenían posiciones elevadas. Entonces era una manera de emparentar y mostrar que la monarquía incaica y la española se habían unido y validar la conquista", dice De Orbegoso.
Poco después de casarse, la familia se mudó a las provincias de Chile, donde Loyola fue nombrado gobernador y capitán general.
En esa ciudad tuvieron una hija, Ana María, en 1596. Loyola murió en 1598 y Beatriz Clara, ya de vuelta en Lima, murió dos años después.
El enlace de la princesa aparece en la pintura anónima "Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola [hija de la primera pareja]", de la que existen todavía al menos cuatro copias.
Pero ninguna versión se pintó mientras la ñusta vivía, sino al menos 70 años después de su muerte, ya que su propósito no era colgarse como recuerdos familiares, sino servir como herramientas de propaganda.
Campaña política
Al lado derecho de las pinturas aparece Lorenza Ñusta, la hija de Beatriz Clara y Loyola, casándose con Juan de Borja, pariente de Francisco de Borja, uno de los primeros superiores de la orden jesuita.
Arriba, al centro, está el Sol -dios inca-, cubierto las letras "IHS", emblema jesuita.
El cuadro representa entonces la derrota inca y la unión entre los jesuitas y la aristocracia indígena, confirmada en dos generaciones, explica Pedro Pablo Alayza, director del Museo Pedro de Osma, donde se conserva una de las copias de la obra, a BBC Mundo.
"Era una imagen necesaria para reafirmar los lazos entre la orden jesuita y el pueblo inca, por lo que el cuadro fue utilizado políticamente", añade Alayza.
"Incluso las dos bodas se representaban como obra teatral en el atrio de la iglesia de la Compañía, en Cusco, hasta el siglo XVIII, para recordar a los indígenas y a los españoles el vínculo fundacional conseguido con la unión de Loyola y Beatriz", dice Alayza.
Para De Orbegoso, los cuadros fueron "la forma de los jesuitas de quedar plasmados en la historia, como figuras centrales de la conquista".
"Lo lograron muy bien. Fue una campaña fantástica, de marketing enorme", dice la artista.