El campo de concentración en el Amazonas donde encerraron a cientos de familias japonesas
Cuando Brasil decidió de qué lado estaba en la II Guerra Mundial y pasó a romper relaciones con los países del Eje, en 1942, una parte de la población brasileña pasó a ser perseguida de la noche a la mañana: los inmigrantes italianos, alemanes y japoneses.
Y también sus descendientes.
En poco tiempo, gran parte de ellos fueron encerrados en 11 de campos de concentración esparcidos por todo el país, cuyo objetivo era, entre otros, el de evitar que los inmigrantes pudieran convertirse en agentes infiltrados que trabajaran para sus países de origen.
Uno de esos campos, el del Tomé-Açu, el único ubicado en la región amazónica, se diferenció de los demás por tener de prisioneros a inmigrantes japoneses.
La mayoría de los que estaban allí vivía bajo un régimen de reglas muy estrictas, con racionamiento de energía, prohibición de reuniones y control de su correspondencia por parte del gobierno.
Un niño en el campo de Tomé-Açu
Antes del año 1942, la colonia japonesa que residía en la ribera del río Acará, a unos 200 kilómetros de la ciudad de Belén (norte de Brasil) y que después se convertiría en la localidad de Tomé-Açu, vivía principalmente del cultivo de hortalizas y arroz.
Los primeros inmigrantes habían llegado a la zona en 1929, por medio de la Compañía Japonesa de Plantación, Nantaku, que tenía algunas tierras allí.
Otro importante impulso para la consolidación de la comunidad fue la fundación, en 1935, de la Cooperativa Agrícola de Acará.
Sin embargo, el desarrollo quedó interrumpido con la entrada de Brasil en la guerra.
"Brasil, con mucha presión por sus relaciones exteriores, tomó acciones para contener a los 'enemigos de la guerra', que eran los extranjeros que pertenecían a los países del Eje: alemanes, italianos y japoneses", le dice a la BBC Priscila Perazzo, profesora e investigadora de la Universidad Municipal de São Caetano del Sur y autora de "Prisioneros de guerra: los 'súbditos del Eje' en los campos de concentración brasileños".
"Entonces, el gobierno decidió montar campos donde pudiese encerrar a las personas de estos países", señala.
Rodeada por la selva amazónica y solo accesible por vía fluvial, la comunidad japonesa que se formó alrededor de Nantaku y de la Cooperativa era una candidata ideal para convertirse en uno de esos campos.
El 17 de abril de 1942, los japoneses perdieron el derecho sobre sus bienes, por medio de una declaración de caducidad, y la localidad que estaba en la ribera del río Acará fue aislada.
Así nacía el Campo de Concentración de Tomé-Açu
Buena parte de las 49 familias que vivían en la región en aquella época eran de agricultores, que tenían poco conocimiento de los enfrentamientos que ocurrían en su tierra natal.
A pesar de ello, fueron considerados "prisioneros de guerra", un término generalmente usado para militares capturados en combate y que en ese momento fue utilizado también para los civiles.
Aunque los números son imprecisos, se estima que en los tres años de existencia del campo cerca de 480 familias japonesas, 32 alemanas y algunas italianas fueron detenidas en este lugar.
Una gran parte provenía de la capital regional, Belén. Es el caso de la familia de Elson Eguchi, de 79 años. Su padre, Yasuji, viajó desde Japón hasta Perú, un país con mucha inmigración japonesa. Pero fue en Brasil donde finalmente se estableció.
Con la guerra, Yasuji fue llevado a la fuerza desde Belén hasta Tomé-Açu.
"Mi padre trabajaba como cocinero en Belén. El gobierno lo sacó de allá y lo trajo hasta aquí, para encerrarlo en este campo de concentración", relata Elson.
El campo de concentración en el Amazonas fue cárcel para cientos de familias japonesas durante la II Guerra Mundial
En la ciudad de Belén, la vida de los japoneses tampoco fue fácil: "Los brasileños quemaban allí los negocios, las casas de los japoneses. Muchos se quedaron sin un lugar donde vivir", anota Hajime Yamada, de 94 años.
Él llegó a la región de Acará en 1929, en la primera oleada de inmigrantes, cuando apenas tenía 2 años. Desde entonces vive en Tomé-Açu y recuerda aquellos años de dificultades.
Muchos japoneses también fueron traídos de la región del Amazonas, incluso desde Manaos, que está ubicada a unos 1.300 kilómetros de Tomé-Açu.
Los dirigentes de la Compañía Industrial de la Amazonía fueron llevados al campo y la prensa local empezó a llamarlos "quinta columna", un término utilizado en el contexto bélico para designar a los espías, saboteadores y traidores al servicio de otro país.
En 2011, la Asamblea Legislativa del Amazonas hizo un pedido oficial de disculpas a los inmigrantes japoneses por los abusos cometidos durante la II Guerra Mundial.
Cómo era el campo
A lo largo de la historia, los campos de concentración han asumido diversas formas.
En el caso de Tomé-Açu, se conformó a partir de que una colonia de inmigrantes que fue aislada dentro de un territorio delimitado. Casas, el hospital y otras construcciones comunitarias fueron, de un día para otro, tomadas por los poderes del Estado.
"Como era una población perdida en el Amazonas, a la cual se accedía únicamente por barco, en el momento en que el Estado controló las embarcaciones, la comunidad terminó totalmente aislada", explica Perazzo.
Muchos de los inmigrantes no fueron forzados a permanecer en una celda, pero tampoco tenían donde quedarse o medios para alimentarse.
Yamada recuerda que por lo menos dos familias se quedaron en su propiedad hasta el fin de la guerra.
"Aquí en casa se hospedaron las familias Takashima y Watabi. Pasaron algo más de un año, antes de que terminara la guerra. Conseguimos armar una carpa, porque fueron traídos desde Belén sin nada, sin ropa, solo tenían lo que llevaban puesto", señala.
De ese modo, el campo de concentración se estructuró como una verdadera ciudad. La vigilancia y la seguridad del lugar eran garantizadas por un destacamento militar que era comandado por el capitán João Evangelista Filho.
Rutina dentro del campo de concentración
La rutina en el campo de Tomé-Açu era de privaciones, aunque no se puede comparar con los campos de exterminio en la Alemania Nazi.
Empezando por la confiscación de los bienes a los inmigrantes. Libros, radios, armas y embarcaciones fueron tomadas por las autoridades brasileñas, que a veces usaban esos bienes en su propio beneficio.
El corte de todas las comunicaciones de los inmigrantes con el mundo exterior se volvió una prioridad del gobierno brasileño de aquel entonces. La correspondencia era censurada en las agencias de correo de Belén.
"Si había una denuncia de que alguien estaba oyendo radio de Japón, por ejemplo, seguramente la policía iba a golpearle la puerta de su casa", señala Perazzo.
Tampoco era permitido reunirse con otros habitantes del campo.
"Las personas estaban vigiladas a diario por la policía local, que impedían que se comunicaran unas con otras. En caso de ser sorprendidos, eran castigados", le explica a la BBC Elton Sousa, profesor de la Universidad Federal de Pará y coautor del libro y documental "Por tierra, cielo y mar: historia y memorias de la II Guerra Mundial en el Amazonas".
"Si encontraban a tres o cuatro japoneses juntos, conversando, la policía se los llevaba presos. No teníamos libertades. El gobierno sostenía que estábamos planeando algún asunto de la guerra. Pero nada de eso estaba pasando", señala Yamada.
Más allá de las restricciones de movimiento y comunicación, los inmigrantes se dedicaban a tareas de subsistencia en el campo, de acuerdo con las normas de trabajo manual estipuladas por el gobierno.
"Estaba el que trabaja en la carpintería, después en la agricultura. Así iban variando", señala Perazzo.
El campo también tenía racionamientos de energía a las 21 horas, cuando se terminaba el día debido al toque de queda.
El fin de la guerra
El encierro duró hasta 1945, cuando los campos fueron clausurados tras el fin de la guerra. Sin embargo, las consecuencias de este periodo de persecución perdurarían por décadas.
Estigmatizados y empobrecidos, muchos inmigrantes tuvieron dificultades para conseguir empleo o comenzar negocios propios.
"Después de que acabó la guerra, el gobierno los liberó como si no tuviese una responsabilidad con lo que había pasado en los campos", explica Perazzo.
"Ellos no volvieron a sus países de origen. O eran inmigrantes ya establecidos en Brasil o ya no tenían manera de volver, por lo que tuvieron que buscarse la vida de otra manera", agrega.
Tomé-Açu ofrecía pocas posibilidades para los colonos, razón por la cual muchos de ellos abandonaron la región.
"Se fueron para Belén, Sao Paulo, Río de Janeiro y Paraná", dice Yamada.
"Todo el mundo ayudó con un poco de dinero, dentro de sus posibilidades, para que ellos consiguieran sobrevivir", añade.
Unos años más tarde, sin embargo, la ciudad despegó económicamente con el boom de la pimienta negra, convirtiéndose en la mayor región productora de este producto en el mundo.
El período dorado de la pimienta terminó a fines de la década de 1960, cuando una enfermedad, la fusariosis, diezmó las plantaciones, a la vez que el valor de la especia sufrió una fuerte caída en el mercado internacional.
En la actualidad, unos 1.000 descendientes de japoneses viven en Tomé-Açu.
"Es una sociedad cuya cultura local está fuertemente marcada por la cultura japonesa", dice Sousa.
En las últimas décadas, la ciudad se ha desarrollado gracias a la adopción de un sistema de producción agroforestal sostenible.
Los edificios de la II Guerra Mundial fueron destruidos casi por completo en la región y hay pocos registros fotográficos de la época.
Pero el campo de concentración permanece en la memoria de quienes vivieron allí y de quienes conservan las historias de sus antepasados.