Hay ciertas cosas que no cambian cuando uno visita Edimburgo: el castillo gótico de cuento de hadas construido sobre una roca de origen volcánico, el medieval laberinto de callejones y callejuelas, la majestuosidad de los cementerios...
Pues hay algo más que se da por descontado en la capital escocesa, algo que además es el sello distintivo de Princes Street, la principal vía de la ciudad.
Se trata de la hora que marca el reloj de la torre del Hotel Balmoral, que está siempre mal.
Tiene un desfase de tres minutos, para ser exactos.
Tradición centenaria
La historia del reloj de la torre es legendaria en Edimburgo, pero intriga a quien visita la ciudad por primera vez.
Para un ojo inexperto, la torre de 58 metros de altura es simplemente parte del paisaje desde Calton Hill, el mejor mirador del centro de la ciudad.
Pero las manecillas de su reloj no están del todo bien sincronizadas desde 1902, cuando el edificio de la época eduardiana se inauguró con el nombre de North British Station Hotel.
En ese entonces, como ahora, desde ahí se veían los andenes y las torres de señales de la vecina estación de tren Waverley.
Y los propietarios querían asegurarse de que sus pasajeros, y los viajeros apurados de Edimburgo, no perdieran su tren.
Dándoles tres minutos extra, pensaron, esos viajeros tendrían más tiempo para comprar sus boletos, llegar a su tren y descargar su equipaje antes de que sonara el silbato del jefe de estación.
Rincón secreto
Todavía hoy se trata de un error muy calculado que ayuda a mantener la ciudad a tiempo.
Y el frío y nublado día que visité la ciudad para conocer esta historia, Iain Davidson, el gerente de seguridad, me llevó por la poco iluminada torre de ladrillos hasta el reloj del Hotel Balmoral.
Entre las suites del sexto piso, entramos por una puerta que bien podría haber llevado a un armario para escobas.
Pero en lugar de eso, detrás había una escalera de caracol negra se enroscaba por la torre formando rellanos de madera. Cada escalón era comoun paso atrás en el tiempo.
"Visualmente, este es uno de los lugares más interesantes, aunque secretos, de Edimburgo", me dijo Davidson una vez arriba, mientras la luz del día inundaba el espacio para revelar una galería de ladrillos embellecida con cuatro esferas de reloj simétricas.
"Desde la calle, todo el mundo se pregunta siempre cómo se verá desde aquí arriba. ¿No es maravilloso?", preguntó.
Davidson explicó que el único cambio importante en los últimos 116 años es que el reloj se enrollaba manualmente; la tradición duró hasta los 70, cuando se electrificó.
"Eso significa que la torre no recibe tantos visitantes como la gente pueda pensar", aseguró.
La excepción
En realidad, que el reloj dé mal la hora todos los días del año no es técnicamente cierto.
Su hora se ajusta para un evento anual en concreto: en la víspera de Año Nuevo, o Hogmanay, como lo llaman los escoceses, la torre recibe una única visita: un ingeniero que corrige los tres minutos de desfase.
"Simple y llanamente, el reloj tiene que marcar la hora justa para la tradicional cuenta regresiva hasta las campanas de medianoche", explicó Davidson. "Más allá de eso, todos saben perfectamente que la hora está mal".
Para saber más, me puse en contacto con la empresa Smith of Derby, a cargo de la quinta generación de una familia de relojeros que hace más de un siglo está a cargo del reloj de la torre de The Balmoral a través de James Ritchie & Son, su filial de Broxburn.
"Nos encargamos de la manutención de 5.000 relojes por todo el mundo, y decir que el de The Balmoral es peculiar es quedarse corto", me dice Tony Charlesworth, un empleado de la compañía.
"Es el único por el que nos pagan para no tenerlo a la hora. Nunca nos pidieron que lo pusiésemos a la hora correcta", destaca.
Según Charlesworth, si bien la gente tiene teléfonos inteligentes y relojes, "te sorprendería lo mucho que miran los relojes públicos, especialmente cuando tienen prisa. Todavía son necesarios".
Pero, previsiblemente, del del Hotel Bamoral seguirá marcando una hora incorrecta. Y entre los románticos sobrevive la leyenda de que eso es para que los amantes tengan más tiempo para besarse antes de despedirse.
En Edimburgo, en cualquier caso, ya simplemente se da por hecho que el reloj no marca bien la hora.
"Habría una protesta pública si lo pusiéramos a tiempo", asegura Charlesworth.
"Recuerda, esto es Escocia. La gente no lo permitiría", dice.