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Día D: la increíble ciencia detrás de la operación que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial

Día D: la increíble ciencia detrás de la operación que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial
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Hace 75 años se lanzó uno de los mayores ataques anfibios de la historia -el Desembarco de Normandía- en el que se probaron innovaciones en ciencia e ingeniería por primera vez. Hubo varios éxitos pero también, como todos los nuevos inventos, fracasos que tuvieron consecuencias devastadoras.

Hace 75 años, uno de los mayores ataques anfibios de la historia se lanzó desde la costa sur de Inglaterra. En cuestión de horas, 7.000 embarcaciones depositaron a 156.000 soldados en las playas de Normandía, en el norte de Francia.

La primera etapa de la llamada Operación Overlord del 6 de junio de 1944 -más conocida como el Desembarco de Normandía o Día D- cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial.

Pero el operativo no hubiera sido posible sin una serie de innovaciones tecnológicas creadas específicamente para ese evento.

Como ocurre con todo nuevo invento, algunas de estas innovaciones en ciencia e ingeniería no funcionaron y los resultados fueron devastadores.

El documental de la BBC "La ciencia del Día D", presentado por el ingeniero británico Rob Bell, reveló cuáles fueron estas nuevas tecnologías y cómo se crearon.

Bell explicó que los planes para realizar una invasión masiva en el norte de Francia comenzaron en 1943.

Se trataba de un enorme desafío logístico ya que los alemanes, que habían ocupado Francia, mantenían una fuerte posición defensiva.

La experiencia de Dieppe

Las fuerzas Aliadas -lideradas por Reino Unido, Estados Unidos, la Unión Soviética y China- habían intentado sorprender con un asalto en 1942 al puerto francés de Dieppe.

Pero las unidades británicas y canadienses que participaron de la invasión no tenían el equipo necesario para poder cumplir con éxito la misión.

Cuando los tanques aterrizaron sobre las playas, las gomas de las orugas fueron destrozadas por la grava. Y los vehículos atascados se convirtieron en un blanco fácil para los nazis.

La infantería fue masacrada: 4.000 hombres quedaron atrás, ya sea muertos, heridos o tomados como prisioneros.

Quedó claro que si los aliados querían invadir Francia por mar tendrían que mejorar su ingeniería, repensando completamente sus tanques con esta tarea específica en mente.

También necesitarían barcos rápidos y silenciosos, pero capaces de resistir el feroz ataque que, sin dudas, se encontrarían al otro lado.

Y los aviones que apoyaran la misión tendrían que ser más grandes y fuertes, pero también más ligeros.

En esencia, se necesitaba tecnología militar capaz de realizar la invasión más grande de la historia.

El Donald Duck

Los aliados sabían que para apoyar su infantería era vital que vehículos blindados llegaran de forma muy veloz a la costa.

Con este fin, científicos británicos crearon una invención brillante: un tanque llamado el Sherman Duplex Drive (o DD Tank).

Lo que hacía especial al tanque DD era que podía flotar (razón por la cual se hizo más conocido como el tanque Donald Duck).

David Willey, curador del Museo del Tanque en Dorset, en el sudoeste de Inglaterra, explicó a la BBC cómo lograron que un vehículo tan pesado flotara.

"La idea detrás de un tanque flotante es el desplazamiento. Si puedes sacar suficiente agua, puedes hacer que cualquier cosa flote. Había que desplazar 30 toneladas de agua, porque el Sherman pesaba 30 toneladas", señaló.

Para lograrlo, los expertos hallaron una solución increíblemente sencilla: colocaron alrededor del tanque una pantalla de flotación, hecha de lona.

36 tubos de goma se inflaban, gracias a un sistema de aire comprimido, para izar la lona y mantenerla erguida. Y hélices colocadas en la parte trasera del tanque permitían que se desplazara a tres millas por hora.

Una vez en tierra firme, la pantalla de lona colapsaba, quedando como una especie de falda alrededor del tanque.

El aficionado a los tanques Jonathan Pearson, quien reconstruyó uno de los primeros modelos del Donald Duck, resaltó el hecho de que estaban armados con partes obtenidas de otros vehículos, como camiones y trenes. "Muy poco fue diseñado de cero", contó.

No obstante, la historia de los Donald Ducks no estuvo exenta de tragedias. Cuando estos vehículos se pusieron a prueba en un ejercicio militar realizado en Dorset, a seis semanas del desembarco en Normandía, seis tanques DD se hundieron en medio de una fuerte tormenta.

No todos los soldados pudieron nadar hasta la costa. Seis perdieron la vida.

"Aprendimos la lección: si el mar está picado, lleva los tanques lo más cerca posible de la costa antes de lanzarlos al agua" señaló David Willey.

Percy Hobart

El Donald Duck fue uno de los varios vehículos inventados por un militar que ya se había retirado del ejército británico cuando se declaró la guerra: el comandante Percy Hobart.

Hobart había estado a cargo de brigadas de tanques en los años '30, pero su retiro se debió en parte a sus ideas poco convencionales sobre reemplazar el trabajo de hombres y caballos con máquinas.

Aunque ese concepto no resonó con la comandancia militar en ese momento, unos años más tarde sería exactamente lo que se buscaba.

Hobart fue convocado por el primer ministro británico, Winston Churchill, para crear una serie de vehículos que se utilizarían para el Día D.

"Eran tan inusuales que se los conoció popularmente como 'las rarezas de Hobart', pero lo cierto es que funcionaron", cuenta Bell.

La más temida de estas invenciones fue el llamado "cocodrilo lanzallamas".

Jonathan Falconer, autor del libro "Manual de operaciones del Día D" cuenta que "el mero sonido de un cocodrilo lanzando llamas contra un búnker o una fortificación garantizaba en un 99% que los ocupantes se rindieran. Así de terroríficos eran".

Barcos

Mientras Hobart inventaba sus tanques, otros expertos se dedicaban a encontrar una solución para otro de los desafíos del Día D: cómo transportar a decenas de miles de soldados hasta las playas de Normandía.

Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados británicos que invadieron Gallipoli, en Turquía, no tuvieron más que botes de remos para llegar a la costa. Sin protección contra la artillería, miles perdieron la vida.

Estaba claro que la invasión más grande jamás planeada iba a requerir una nueva estrategia.

Así que el Ministerio de Defensa británico abrió una licitación para la creación de un nuevo tipo de barco para transportar tropas. Y fue la constructora naval de Southampton Thornycroft, la que ideó el diseño ganador.

La lancha de desembarco Assault (conocida por sus siglas en inglés LCA) medía 12.5 metros y pesaba cuatro toneladas.

Debido a la escasez de acero, el casco fue hecho de olmo de roca canadiense. Pero había placas de acero blindado alrededor del barco para hacerlo resistente y ofrecer protección a los soldados.

Los dos motores delanteros V8 eran tan silenciosos que no se los escuchaba a menos de 20 metros. Esto, sumado a pasaba desapercibido, hacía que fuera sigiloso.

A diferencia de la mayoría de los barcos de aterrizaje, el LCA tenía un largo pozo central equipado con tres bancos, donde viajaban las tropas, protegidas de posibles disparos.

También quien conducía estaba protegido detrás de las placas metálicas, que tenían agujeros desde donde se podía disparar.

Los estadounidenses tenían su propia versión del LCA apodada el Higgins en honor a su diseñador, Andrew Higgins, que podía transportar a hasta 36 soldados.

Potencia de fuego

Una vez que se había resuelto la forma más segura y eficaz para llevar a las tropas hasta la playa, el siguiente desafío para los ingenieros era cómo darles la mayor potencia de fuego para enfrentar a los nazis, que los estaban esperando.

Durante la Primer Guerra, el ejército británico usó dos tipos de cañones: el llamado 18 libras y el Howitzer de 4.5 pulgadas.

El 18 libras se usaba para fuego plano, directo, como disparar contra tanques. El Howitzer tenía un alto ángulo de fuego, lo que era útil para disparar por encima de paredes.

Pero llevar dos cañones de campo era muy dificultoso. El ejército necesitaba una máquina que pudiera combinar ambas direcciones de fuego.

Así nació el cañón de 25 libras.

El arma pesaba casi dos toneladas y tenía una longitud de casi 2,5 metros. Podía disparar un proyectil a una distancia de casi 12.000 metros. Y un equipo de seis soldados podía disparar casi seis rondas por minuto.

Para un desplazamiento rápido tenía una plataforma giratoria debajo de las ruedas. Pero lo más fundamental para el Día D fue la adición del freno de boca, que permitía disparar un proyectil súper cargado.

Este tipo de proyectil era especialmente útil para disparar contra tanques y el cañón de 25 libras se usó con mucho éxito, no solo en Normandía sino en muchas de las batallas de la Segunda Guerra Mundial.

El Airspeed Horsa

La invasión de Normandía se hizo principalmente desde el mar, pero para garantizar el éxito de la operación era clave evitar que los alemanes pudieran traer refuerzos.

Para ello, los aliados pensaron en una estrategia para capturar los dos principales puentes que daban acceso a esas playas del norte de Francia.

Enviar a soldados detrás de las líneas enemigas era quizás la misión más peligrosa del Día D. Había que depositar a 181 soldados a distancia caminable de los puentes.

Usar paracaídas no era una opción porque no eran lo suficientemente precisos. Y aterrizar un avión a motor sería ruidoso y arruinaría todo elemento de sorpresa.

Los ingenieros británicos tardaron diez meses en hallar la solución: el Airspeed Horsa, un planeador gigante, que podía transportar a 25 hombres.

El Horsa medía 20 metros y sus alas tenían una envergadura de 27 metros. Cuando estaba completamente cargado pesaba casi siete toneladas.

El fuselaje fue construido en tres secciones, atornilladas entre sí. La sección delantera contenía el compartimiento del piloto y la puerta principal, la sección central alojaba a las tropas o la carga y la sección trasera soportaba la unidad de cola.

El ala llevaba grandes aletas de granero que, cuando se bajaban, permitían un aterrizaje abrupto y de alta velocidad de descenso, lo que permitía a los pilotos aterrizar en espacios reducidos.

Alrededor de 700 planeadores Horsa fueron construidos en la fábrica de Airspeed en Christchurch. La mayoría se usó únicamente para misiones de ida, transportando a tropas y equipos de forma veloz.

Para facilitar el desembarco, en la última sección había unos pequeños explosivos que podían detonarse para separar la cola y permitir un descenso por allí.

Pero aterrizar estos planeadores era altamente arriesgado -los pilotos tenían una sola oportunidad- y la tasa de mortalidad entre las tropas que usaban estos aviones era alta. La mayoría de las muertes ocurrieron durante el aterrizaje.

Por suerte, los seis Airspeed Horsa que formaron parte de la misión que se lanzó en las primeras horas del 6 de junio de 1944 -apodada Operación Deadstick- lograron su cometido y las tropas que aterrizaron pudieron capturar los dos puentes, después de un breve intercambio de fuego.

La misión fue considerada "los 10 minutos más importantes de la Guerra".

Según Bell, la tecnología fue "el aliado silencioso" que permitió que el desembarco de Normandía fuera un éxito, lo que a su vez resultó clave para la victoria aliada en la Segunda Guerra.

Sin estas increíbles innovaciones, inspiradas por el Día D, es difícil saber si el resultado hubiera sido el mismo.

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