4 consejos de salud que esconden las novelas de Jane Austen
Si bien la mayoría de nosotros nos hemos enfocado en el corazón de las novelas de Jane Austen o en cómo retrata a la sociedad de su época; lo que la tenía fascinada a ella era algo más funcional: la salud.
Llevo ya algún tiempo estudiando la dieta de Jane Austen. Sí, leíste bien. Por citar al señor Collins, el personaje de su libro Orgullo y Prejuicio: "No estés intranquila". Su dieta no solo es real, sino que estuvo escondiéndose bajo nuestras narices literarias durante más de dos siglos.
Está incorporada en casi todo lo que escribió Austen, como demuestra esta cita de Emma (1816): "Cuando es cuestión de salud, no hay que fijarse en nada más".
Los temas de salud se remontan a sus primeros escritos, continúan con una fuerte presencia en Emma y Persuasión (1817) y toman el protagonismo en su última e inacabada novela Sanditon (ambientada en un resort de salud). Irónicamente, a medida que la salud de la propia Austen se deterioraba (murió a los 41 años, tras enfermarse de lo que hoy se conoce como la enfermedad de Addison), escribió todavía más sobre valorar la verdadera salud.
De hecho, si miras de cerca sus obras de ficción, verás que la "recuperación de la salud" siempre formó parte de los finales felices de Austen y que esta se le concedía a sus personajes más merecedores, desde Marianne Dashwood de Sentido y Sensibilidad (1811) hasta Anne Elliot de Persuasión, cuya propia historia comienza con ella estando un poco "consumida" en lo que al físico se refiere.
Sin embargo, en esa recuperación gradual de la "frescura" natural es donde nace la grandeza de Austen. La palabra "salud" aparece más de 100 veces en sus seis novelas clásicas.
Aun así, si la pasión de Austen por repartir "salud segura y permanente" es algo nuevo para ti, únete al club; yo mismo lo descubrí recientemente. Pese a que mi interés en Jane Austen viene desde la adolescencia, no fue hasta que cumplí 30 años que noté algo extraordinario. Lo que Austen tenía que decir sobre la salud hace más de 200 años y lo que dice la ciencia hoy en día soncosas sorprendentemente similares.
Se puede apreciar patrones únicos y paralelismos modernos a los que vale la pena prestar atención en la forma que sus personajes más sanos tenían de comer, ejercitarse y pensar sobre sus cuerpos.
Este descubrimiento me llevó a un proyecto de investigación personal que ha transformado para siempre la imagen que tenía de Austen: de "desilusionada solterona de Hampshire" agurú atemporal de la salud con un ingenio brillante.
Así que, a falta de una mejor descripción, he seguido la dieta de Jane Austen durante más de dos años, incorporando estrategias de bienestar encontradas en sus escritos sobre la vida cotidiana, encontrando nuevas y fascinantes formas de abordar viejos problemas corporales.
He aquí algunas de las muchas lecciones de salud que Jane Austen defendió en sus escritos:
1. Mira la "imagen de la salud" completa
Pese a lo que pueda decirse sobre la quizá estrecha receta de Jane Austen para la dicha matrimonial (caballero guapo + fortuna grande = éxito), en lo que a salud se refiere, la autora no era nada reduccionista. En contraste con los conceptos actuales de salud -que suele depender de los números que arroja la balanza o del índice de masa corporal- Austen lo veía con un lente más amplio.
Influenciada por la medicina clásica y las teorías "no naturales" -que atribuían la salud más a factores medioambientales que a preocuparse por el peso- para Austen la salud parecía tener un significado refrescantemente literal. La palabra "salud" significa etimológicamente "completo", proviene del inglés antiguo "hale" (robusto); algo que debería aportar una integridad rejuvenecedora al cuerpo, al estado de ánimo y a la mente.
Por lo tanto, no es una coincidencia que los personajes más sanos de Austen no miren hacia fuera en su búsqueda de la salud, preocupándose por el tamaño de su corsé o de cómo se ven en el espejo del salón de baile, sino que tengan en cuenta muchos otros factores: sus niveles de energía; su relación con la comida y el ejercicio; su comodidad física y su felicidad mental. Incluso el brillo de su piel. Austen lo llama una "imagen de la salud" más amplia en Emma, ??algo que puede florecer, independientemente del tamaño del cuerpo.
En efecto, en vez de promover un estándar de belleza física de talla única, en las novelas de Austen hay una gama amplia y progresista de tamaños corporales llenos de energía. Desde la "rolliza" Harriet Smith de Emmahasta la "robustez" de la señora Croft de Persuasión, pasando por el "vigoroso" y curvilíneo atractivo de Lydia Bennet de Orgullo y Prejuicio.
Y no nos olvidemos de la bella Jane Fairfax de Emma, descrita en términos deliciosamente ambiguos como "de un justo medio, muy apropiado, entre grueso y delgado".
En resumen, los cuerpos atractivos pueden ser de "todos los distintos aspectos", como dice Elinor en Sentido y Sensibilidad, una afirmación refrescante que anticipa brillantemente cómo entendemos en la actualidad las distintas formas corporales.
Ejemplos como estos muestran cómo Austen refutaba la moda contemporánea de reducir la salud a un número en una balanza o a una talla de vestido a finales del siglo XVIII. En ese entonces, la nueva moda de pesarse (en una gran balanza colgante) estaba alimentando una peligrosa obsesión cultural con el peso que, paradójicamente, socavó la salud de muchos de los contemporáneos de Austen.
Fue una época en la que se extendió la tendencia a los físicos enfermizamente delgados que buscaban imitar el desgaste de la tuberculosis, una enfermedad que había devastado Europa durante ese período.
Incluso Marianne Dashwood acabó arrastrada a esta locura en Sentido y Sensibilidad. "Confiesa, Marianne", dice su hermana Elinor, de cabeza fría. "¿No sientes que hay algo interesante en las mejillas encendidas, ojos hundidos y pulso acelerado de la fiebre?"
Aunque seguramente nadie cayó más hondo en esta moda de "aspecto tuberculoso" que el famoso poeta Lord Byron.
Byron, que nunca hizo nada a medias, fue uno de los primeros controladores neuróticos del peso: se pesaba compulsivamente en balanzas colgantes y se imponía interminables rondas de dietas cuando el número no era de su agrado.
Sin embargo, Austen parece refutar repetidamente la moda cultural que decía que la delgadez por sí sola tenía alguna conexión real con la "salud y la felicidad". Basta con preguntárselo a cualquiera de los personajes cómicos de sus novelas que pasan demasiado tiempo enfocados en sus cuerpos de manera miope, mientras olvidan la imagen más amplia del bienestar integral (el señor Woodhouse, Mary Musgrove o Lady Bertram, por nombrar algunos).
2. No sea un "foodie"
A pesar de las ostensiblemente escasas referencias a la comida en sus novelas, parece que Austen entendió la cultura moderna de los "foodies" mejor que la mayoría de nosotros en la actualidad.
Al igual que la nuestra, la georgiana fue una época de exceso epicúreo. Gracias a las técnicas de cultivo mejoradas, la comida era más abundante que nunca en la Inglaterra de Austen y la creciente clase ociosa tenía más tiempo para comerla. Esta combinación conllevaba riesgos inevitables para la salud, sumiendo a las clases altas en una miniepidemia de obesidad.
Como anotó el médico Thomas Short en el siglo XVIII: "Creo que ninguna época se pudo permitir más casos de corpulencia que la nuestra".
Austen reflejó esta inquietud en su obra de ficción, creando personajes obsesionados con la comida como el señor Hurst de Orgullo y Prejuicio, "que vivía solo para comer". Pero mientras sus contemporáneos abogaban por dietas estrictas para remediar el problema, ella tenía otros secretos más prácticos bajo la manga.
Sus novelas hacen referencia a estrategias mentales sobre cómo comer satisfactoria y sanamente en una época de exceso.
Uno de sus "consejos" consiste en adoptar lo que llamaría "un aire apropiado de indiferencia" frente a la comida: la importancia de mantener cierta distancia emocional en la relación que uno tiene con los alimentos.
Sus heroínas ficticias son famosas por eso: se niegan a hablar, pensar o exteriorizar sus sentimientos sobre los alimentos más de lo absolutamente necesario. En Orgullo y Prejuicio, por ejemplo, la breve amistad de Lizzie con el señor Hurst se detiene de manera incómoda cuando ella se niega a complacerlo en una conversación sobre las delicias vertiginosas del ragú francés, un estofado de gran sabor que él no para de comer.
Aunque Austen no era puritana respecto a la comida: todo lo contrario, disfrutaba plenamente de sus placeres gustativos, como lo demuestran sus cartas personales.
Pero también conocía los inconvenientes dietéticos de desarrollar un romance más profundo e irracional con los alimentos. Basta preguntarle al doctor Grant de Mansfield Park (1816), cuyo hábito de comer emocionalmente y sus atracones lo llevaron a una muerte temprana (uno de los pocos personajes que perecen en sus novelas).
La investigación moderna confirma la sabiduría intuitiva de Austen. Hoy en día, muchas investigaciones sugieren que pensar en los alimentos cuando no tienes hambre puede hacer que el páncreas secrete insulina, lo que bombea poderosas señales de hambre a tu cerebro.
La escritura de Austen insistió en nunca ser demasiado adulona con la comida. Marianne y Elinor incluso se niegan a dedicar mucho tiempo a un menú de cena en una posada en Sentido y Sensibilidad.
Pero si bien Austen alentaba por completo este tipo de dieta mental, nunca fomentó privarse de comida. Todo lo contrario. Austen pareció comprender lo que la ciencia solo comenzó a entender en la década de 1950: que la única forma de dejar de obsesionarse con la comida es empezar a comer.
Puede parecer paradójico, pero nadie puede engañar a sus hormonas del hambre durante demasiado tiempo y Austen ciertamente se asegura de que sus heroínas coman, de una forma que sea completa y naturalmente satisfactoria.
Pese a que puede ser mentalmente estoica con respecto a la comida, Catherine Morland está orgullosa de poseer "un buen apetito" en la abadía de Northanger. Ella simplemente come cuando tiene hambre, incluso si es tarde por la noche después de un baile.
Emma Woodhouse, a su vez, respeta las llamadas a comer de la naturaleza, prometiendo debidamente "que tomaría algo de comer, si tiene hambre".
Sin embargo, los recordatorios simples de Austen para comer bien, con regularidad y sin culpa, todavía hoy se sienten tan revolucionarios como a principios del siglo XIX. De hecho, las modas de la época promovieron exactamente lo contrario.
"Nunca se debe ver a una mujer comiendo o bebiendo", se rió Lord Byron, reflejando el sentimiento sexista del momento, que consideraba el acto natural de comer como una empresa no femenina.
Fue una de las primeras modas culturales que Austen criticó de adolescente con un ingenio mordaz en su historia Amor y Amistad, sobre todo cuando reconoce con franqueza: "Primero, fue necesario comer". Fue una moda que continuó refutando a lo largo de su vida literaria.
3. Ejercítate como Elizabeth
Austen fue una defensora del ejercicio apasionado y progresista, especialmente para las mujeres.
El culto a la sensibilidad que había en el siglo XVIII había conseguido debilitar la definición de feminismo de la época difundiendo la "idea de debilidad", como observan expertos contemporáneos como Edmund Burke. "Las mujeres son muy sensibles a esto", escribió, "por esta razón aprenden a sesear, a bambolearse mientras caminan, para contrarrestar su debilidad".
Austen contraatacó: "No crea que soy una joven elegante", insiste Lizzie Bennet en Orgullo y Prejuicio.
Aunque nunca fue el equivalente de un ratón de gimnasio moderno, Austen abrazó algo mucho más reflexivo; una filosofía que hoy podríamos llamar ejercicio intuitivo. A diferencia de las pesas y los gruñidos agonizantes que hay en los gimnasios modernos, el ejercicio intuitivo cree que los entrenamientos más efectivos implican movimientos fáciles y naturales y que forzar a nuestros cuerpos a ir más allá de sus zonas de confort físico no es una estrategia sostenible para estar en forma de por vida. He ahí la sensata lógica de la observación de Austen en Mansfield Park: "Nada me fatiga más que hacer lo que no me gusta".
También resulta interesante observar que solo palabras agradables y que producen placer como "cómodo", "delicioso" e incluso "acogedor" definen los entrenamientos diarios en las novelas de Austen, que involucran muy poco sudor o estrés físico. Austen no aconseja más que movimiento frecuente y rutinario, ya sea un paseo hasta el pueblo más cercano, un baile campestre o simplemente una "vuelta" por la habitación.
En vez de actitudes de culpabilidad, de "sin dolor, no hay ganancia", y de hacer el último ejercicio de moda hasta el final, los personajes de Austen se sienten en forma y totalmente satisfechos con solo disfrutar de "las felicidades del movimiento rápido" (y se dan un respiro cuando es necesario).
La ciencia parece haber alcanzado a Austen, redescubriendo la verdad detrás de la idea médica de que el cuerpo humano es una especie de machina carnis, una "máquina" que depende de moverse con más regularidad (no necesariamente más vigorosamente) para mantener sus mecanismos metabólicos funcionando sin problemas. Y, por supuesto, caminar siempre ha sido la forma más fácil de hacerlo.
Caminar es ciertamente el ejercicio preferido en el mundo de Austen, donde los personajes lo hacen por kilómetros, todos los días, hasta la casa o pueblo más cercano y, como resultado, disfrutan de altos niveles de energía y aptitud física.
Irradiando "vida y vigor" en Orgullo y Prejuicio, Lizzie Bennet aprovecha la oportunidad de dar un paseo de casi cinco kilómetros a Netherfield para visitar a su hermana. Los diarios de la época confirman cuán típicos eran estos paseos diarios; la gente de la misma clase social de Austen a menudo podía caminar hasta 11 kilómetros al día, solo con visitar a amigos y familiares cercanos.
4. Desarrolla "un gusto por la naturaleza"
Uno de los aspectos más inesperados del código de salud de Austen se ha convertido, para mí, en uno de los más sorprendentemente efectivos: su insistencia en que una dieta naturalmente saludable requiere una dosis diaria de naturaleza.
Sus novelas no solo fomentan salir y tomar el sol y el aire fresco, sino que prácticamente lo prescriben como una medicina maravillosa. El personaje Jane Fairfax, por ejemplo, entra en la trama de Emma solo después de que se le recomendara tomar aire fresco del campo por motivos de salud.
Personajes que permanecen encerrados en cuatro paredes, por el contrario, al final sufren recaídas misteriosas en su bienestar general.
Pese a que las teorías médicas históricas que datan de la época de Hipócrates han estudiado el impacto de la naturaleza en la salud humana, todavía hoy muchos lectores ven como un misterio romántico la receta médica de naturaleza que hace Austen.
Sin embargo, la investigación moderna está comenzando a valorar que la naturaleza también es un nutriente esencial, tal como Austen creía con firmeza. "Te aconsejo que salgas: el aire te hará bien", dice Sir Thomas con convicción en Mansfield Park.
Los repetidos llamados de Austen para reconectar con la naturaleza -en la costa de Lyme, en Devonshire o en los jardines de Pemberley- se respaldan científicamente de maneras fascinantes.
El reciente interés en los "baños de bosque" japoneses, la importancia de la luz solar en la regulación de nuestra felicidad y los niveles hormonales, y los peligros modernos del "síndrome del edificio enfermo" (la gran cantidad de riesgos para la salud de pasar demasiado tiempo bajo techo)... Todos tienen paralelismos históricos y presagios en las novelas de Austen.
Después de todo, Austen entendió por completo el alcance original y más amplio de la palabra "dieta".
Extendiéndose mucho más allá de la comida, el término deriva del griego diaita, que significa "forma de vida", una vida que se hace manifiestamente mejor al desarrollar un "gusto por la naturaleza" al estilo de Austen.