La hermosa carta de gratitud de Albert Camus a su maestro
"Estoy en deuda con mi padre por vivir, pero con mi maestro, por vivir bien", Alejandro Magno.
Citas como ésta, respecto a maestros y a la educación, abundan. Y no sorprende.
Los profesores tienen un papel protagónico en nuestras vidas y los que tocan nuestras mentes y almas dejan una huella indeleble, además de un legado que no deja de crecer con el tiempo.
Octubre es el mes de los maestros, aunque esta aseveración le resulte extraña a muchos hispanoamericanos.
A pesar de que la UNESCO sugiere que se celebre el 5 de octubre y de que el día es de carácter internacional, en cada país la fecha varía según las personas o eventos relevantes para sus historias que quieran honrar.
No obstante, más de 100 países recuerdan a sus profesores este mes, entre ellos Chile, que lo hizo el lunes 17.
En BBC Mundo, la ocasión nos recordó otra fecha, el 19 de noviembre de 1957.
Ese día, en París, el escritor Albert Camus (1913-1960), quien dedicó su vida a discernir el significado de la felicidad y el amor, compuso uno de los más hermosos ejemplos de gratitud a un maestro.
Cuando Camus tenía menos de un año de vida su padre cayó en un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial.
Él y su hermano mayor quedaron bajo el cuidado de su analfabeta y casi sorda madre junto con su despótica abuela. El futuro no prometía mucho.
Sin embargo, un profesor llamado Louis Germaine vio algo especial en el joven Albert y se dedicó a él.
Tres décadas más tarde, en 1957. Camus se convirtió en la segunda persona más joven en recibir el Premio Nobel de Literatura, por la "honestidad perspicaz" de su trabajo, que "ilumina los problemas de la conciencia humana".
Unos días después escribió esta carta.
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón.
He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted.
Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto.
No es que le dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.
Un abrazo con todas mis fuerzas,