Puede que hoy en día los banqueros no gocen de la mejor reputación, pero hay uno cuyo legado de mal comportamiento ha perdurado por generaciones, literalmente.
Gilbert Innes de Stow fue director del Royal Bank of Scotland durante 45 años, entre 1787 y 1832, y también se desempeñó como vicegobernador.
Ocupó varios altos cargos en algunas de las instituciones escocesas más respetas, fue amigo y mecenas de varios artistas, incluido Henry Raeburn, el retratista del rey de Escocia Jorge IV, y acumuló una enorme fortuna.
De hecho, Innes era descrito como "el plebeyo más rico de Escocia".
Nunca se casó, y cuando murió en 1832, su fortuna estimada en 1 millón de libras de la época fue heredada por su hermana Jane. Se estima que, en ese momento, era la mayor herencia individual de la historia de Escocia.
Pero detrás de la fachada de respetabilidad, el acaudalado banquero también había dejado un escandaloso secreto: Innes había tenido más de 30 amantes y engendrado decenas de hijos ilegítimos.
Para él, nada de eso fue un problema. Como afirma uno de sus obituarios: "Pocos caballeros han disfrutado de una mayor proporción de las cosas buenas de esta vida que el señor Innes".
Sin embargo, la situación para las mujeres con las que disfrutó algunas de esas "cosas buenas de esta vida" fue muy distinta.
El precio de la pasión
Descripciones como "la amante", "la otra", "la querida" pueden evocar escenas en novelas románticas y apasionadas.
Pero en los siglos XVIII y XIX para una mujer que tuviera una aventura sexual por fuera del matrimonio, así fuera con un hombre muy, muy rico, la realidad no era una historia muy distinta, pues se convertía en "una mujer de mala vida".
Así que el estilo de vida alternativo de Innes tuvo un precio terrible para las mujeres involucradas, cuyas voces podemos escuchar a través de sus cartas.
"Por qué me preguntas sobre mis parientes. ¿No sabes que no tengo ninguno? Cuando me convertí en tu puta perdí todo, me convertí en una paria de la sociedad, triste y solitaria, que tiene la mejor parte de su vida en el pasado y cada año gana más enemigos pero ningún amigo. ¿Qué más puede esperar una vagabunda sin hogar?"
La carta se la escribió Mary Hutton a Gilbert Innes el 7 de enero de 1822, le contó al programa Time Travels de Radio Scotland la historiadora Katie Barclay, especializada en historia de relaciones íntimas y emociones.
Hutton había conocido a Innes cuando ella tenía 27 años y él 63, en una iglesia de Edimburgo.
Era una de varias hermanas de una familia de clase media, que contribuía a los ingresos de su padre con el trabajo de institutriz.
Con Innes tuvo una relación íntima que duró más de una década.
Innes la apoyó financieramente como una de varias amantes; a cambio, Hutton le proporcionaba servicios sexuales, pero también afecto y apoyo emocional.
En muchos aspectos, la relación fue devastadora para Hutton.
Aunque es obvio por sus cartas que ella lo amaba, cuando su relación quedó expuesta un año después de empezar, Hutton fue rechazada por su familia y obligada a mudarse de su alojamiento en Edimburgo.
Al perder "su carácter", también perdió la capacidad de seguir en su profesión como institutriz, un empleo que requería una probidad moral particular.
Durante la próxima década, vivió al margen de la sociedad. La relación con su familia fue, en el mejor de los casos, tensa y finalmente se rompió por completo, así que fue desheredada.
No sólo se vio obligada a abandonar la parte de Edimburgo donde era conocida y tenía una comunidad establecida, sino también a mudarse varias veces al año, cada vez que vecinos se daban cuenta de que era una "amante".
En esos 10 años tuvo que mudarse más de 65 veces.
Con el paso de los años, sus esperanzas de casarse con Innes se desvanecieron, y su arrepentimiento por haber caído en sus brazos fue cada vez mayor, una angustia aumentada por las dificultades de vivir en los márgenes de la sociedad y en el alojamiento transitorio.
En esto, no estaba sola. Muchas de las otras amantes de Innes experimentaron de manera similar el aislamiento social y la pobreza que conllevaba su falta de "respetabilidad".
El millonario tacaño
Muchas de las relaciones de Innes eran "largas, lo suficiente hasta para tener hijos", explica Barclay.
Además, sucedían en paralelo: no terminaba una y empezaba otra sino que las iba acumulando.
"Él se justificaba diciendo que no les había prometido nada, de manera que no se estaba comportando mal, y que -como era tan rico- las podía mantener, así que no las estaba tomando y abandonando", cuenta la experta.
No mantenía a todas, sólo a las de clase media. De las de clase trabajadora esperaba que... trabajaran.
Y las afortunadas mantenidas, no podían esperar una vida de lujos: tenían que escribirle rogándole por dinero y luego debían mandarle un reporte sobre cómo habían gastado cada centavo.
Todo esto lo sabemos gracias a que Innes era "un almacenador compulsivo, así que todas y cada una de las cartas que las mujeres le escribían, las archivaba, así como toda su contabilidad".
"Quizás hoy en día uno podría pensar que no tiene nada de malo que alguien tenga decenas de relaciones a lo largo de su vida sin casarse, pero en esa época, el precio que pagaban sus amantes era inmenso y él estaba consciente de ello, sin embargo lo hacía una y otra vez", señala Barclay.
Asombrosamente, había dos mujeres muy cercanas a este Don Juan que no tenían ni idea de lo que estaba pasando, a pesar de que sus propias reputaciones estaban en juego.
Sus hermanas
Innes compartía su mansión con sus dos hermanas, Jane y Marian. Si las diabluras de su hermano salían a la luz pública, su círculo social las rechazaría... a ellas, no a él.
Cuando una de sus amantes murió y dejó a 8 hijos sin madre, a Innes no se le ocurrió nada mejor que llevárselos a sus hermanas para que se encargaran de ellos.
"Sus hermanas estaban escandalizadas y se pusieron a investigar. Jane encontró sus cartas y empezó a leerlas. Armada con pluma y papel, cada vez que encontraba un nombre de una amante, lo apuntaba. Esa lista nos ha ayudado a descubrir cuántos niños engendró Innes", señala Barclay.
Cuando entendieron de la magnitud del problema, convocaron una reunión familiar para encontrar una solución.
"Lo que decidieron fue pretender que esos 8 hijos eran los únicos, y la historia que acordaron contar era que la relación había sido como un matrimonio, que se debían haber casado, pero que eso era lo único socialmente inaceptable de esta situación; se trataba de un error cometido por un hombre respetable".
Así quedaron las cosas hasta que Innes murió, sin dejar testamento.
"Si no dejas un testamento, los hijos ilegítimos no heredan", puntualiza Barclay.
Toda la fortuna pasó a su hermana Jane, quien le entregó dinero a esos 8 hijos conocidos y también a otros que fueron apareciendo luego, pero igual se quedó con la mayor parte del botín.
Jane murió en 1839 sin dejar un testamento, y durante la disputa por su fortuna, la verdad surgió: 67 personas reclamaron ser sus hijos ilegítimos, de los que, con el tiempo, han sido reconocidos 32.
En una de las cartas contenidas entre la gran cantidad de documentos relacionados con la lucha por la fortuna de Innes en los Archivos Nacionales de Escocia, hay un poema, aparentemente encontrado en el baúl de una cortesana, que detalla su paternidad de "67 bastardos".
Afirma: "Los actos de su fornicación están escritos en los archivos parroquiales de Escocia".