Damaris se acerca a los 40, "la edad en que las mujeres se secan, como le había oído decir una vez a su tío Eliécer. Hacía poco, el día que adoptó a la perra, Luzmila le había hecho un alisado, y mientras le echaba el producto le admiró la piel, que se le mantenía muy bien, sin manchas ni arrugas.
En cambio mírame a mí dijo y, a modo de explicación, añadió: claro, como no tuviste hijos.
Ese día Luzmila estaba de buen genio y solo había querido alabarla, pero a Damaris le dolió hasta el hueso.", escribe Pilar Quintana (Cali, 1972) en su novela La Perra.
Lo que más desea Damaris, la protagonista de este libro, es tener un hijo. Y por más que lo ha intentado con su marido Rogelio, no logra concebir. Por eso adopta una perrita huérfana y se la lleva a su casa entre los pechos.
Damaris vive en la selva, en el Pacífico colombiano, un lugar similar al que la escritora escogió como su hogar, después de viajar tres años por el mundo, y haber dejado su ciudad natal, en la que se sentía fuera de lugar.
"Decidí que iba a renunciar a lo que se esperaba de mí - tener una profesión tradicional en una gran compañía- y me iba a dedicar a escribir".
La autora será parte de Hay Arequipa y confiesa: "tengo una fascinación con lo oscuro, con el lado de sombra, me atrae y quiero entender los mecanismos de la perversidad", le dice a BBC Mundo.
Damaris le revela el nombre de la perra a su prima:
"¿Chirli como la reina de belleza? se rió Luzmila, ¿así no era que le ibas a poner a tu hija?".
¿Por qué una perra que se convierte en hija?
Durante los nueve años en que viví en un acantilado como el de Damaris, siempre venía a mí la imagen de una perra, no sé si era callejera o cómo apareció, porque el lugar estaba separado del pueblo por un estero, pero llegó hasta allá y ahí murió.
Un día encontré su cadáver, lo vi de lejos y pensé que la perra tenía epilepsia, por la cantidad de gusanos que se la estaba comiendo, parecía que tuviera un ataque. En los árboles de alrededor estaba lleno de gallinazos, que son buitres que se alimentan de carroña. Me impresionó mucho esa imagen.
Volví a los dos días y ya no había nada. ¿Cómo es posible? ¿dónde está el cuerpo de la perra? Y al acercarme me di cuenta que ahí seguían los huesos y el pelo, pero la selva, los animales y los buitres se habían encargado de todo lo demás. Sentí que ahí había una historia y me demore 12 años en encontrarla.
¿Y cómo llegas a Damaris, esta mujer que siente cuchilladas "en el alma cada vez que veía a una mujer preñada, un recién nacido o una pareja con un niño?"
No siempre a las mujeres nos imponen tener hijos, yo quería explorar el deseo genuino y auténtico de una mujer que no lo consigue. Yo nunca tuve ganas, pero a los 40 años empecé a sentir deseos por tener un hijo y me pareció era la fuerza más animal que había sentido jamás.
¿Cómo describirías esa fuerza?
No tiene que ver con la razón. Mi cuerpo me lo pedía, mi instinto. De pronto lo empezó a pedir, increíble. Recuerdo que leí Yerma de García Lorca cuando estaba viviendo en la selva y me encantó. Pensé que sería bueno que una mujer escribiera algo así y me dije: lástima no ser yo, porque no tengo ese deseo. Cuando lo tuve, ya se me había olvidado Yerma, pero escribí mi novela sobre el deseo frustrado de la maternidad.
¿Temiste no llegar a ser madre?
Claro y creo que quedar embarazada me dio la tranquilidad para escribir, si no, tal vez no hubiera podido.
No tuve problemas de fertilidad, quedé embarazada muy fácil, perdí un bebé y volví a quedar embarazada. Pero tenía en mi cabeza que era una mamá vieja, que mi hijo iba a estar mal, esos miedos que te meten.
Como tuve la pérdida y temía que ese primer embarazo hubiera sido una cosa de suerte y que luego no iba a poder concebir. Afortunadamente mi ginecóloga me decía que tranquila, todo va a salir perfectamente, que yo estaba joven, que yo era fértil.
¿Cómo fue la experiencia de estar dando la teta y a la vez escribir esta historia?
Sentí que nunca nadie te prepara para la maternidad. Nuestras mamás y tías nos engañaron, tener hijos es durísimo, amamantar, es tremendo. Y esta idea de que la maternidad es bella y tierna, ¡lo es!, pero también está llena de oscuridad y sombras y me parecía que eso tenía que contarlo.
Además de ir a mi psicóloga, una de mis formas de hacer terapia es la escritura, que me sirvió para procesar esos sentimientos de la maternidad que no podemos hablar en voz alta o con otras mujeres, porque terminarían escandalizadas.
¿Cuáles dirías que son esos sentimientos?
En el caso de Damaris surgen cuando la perra empieza a ser autónoma, a vivir como ella quiere, que es algo que pasa con los hijos y los padres.
Cuando un adolescente dice ¡odio a mis papás! tira la puerta y se va para la calle, se ve como normal, porque los hijos a esa edad odian a los padres. Ahora, ¿qué les pasa a los padres? ¿el amor de los padres es incondicional? No creo, al menos no en mi experiencia.
Creo que los padres también odian a sus hijos. Lo que pasa es que no es lícito decirlo. Los aman y es un amor profundo, pero hay momentos en que un padre de adolescente siente el mismo odio que su hijo está sintiendo por él y eso era algo que quería abordar.
Cuando recién adopta a la perra, Damaris teme que Rogelio la maltrate, "si se atrevía tan solo a levantarle la mano, lo mataría". ¿Qué quieres reflejar?
Hay un libro interesante de Gilmer Mesa, que muestra que la violencia de la calle es un reflejo de la violencia íntima, puertas para adentro de la casa, y cómo estos hombres que se convierten en sicarios, fueron niños abusados por su mamá, su padrastro o su tío.
Cuando yo era chiquita, nuestros papás pensaban que si no les pegaban a sus hijos iban a malcriarlos, y es una idea que sigue prevaleciendo. Una violencia no solo normalizada, sino aceptada como algo que debe ser.
Con el tiempo, la perra entra y sale, va y viene a su antojo, pero Damaris intenta doblegarla, la amarra, la castiga.
Supongo que ahí estaba yo, preparándome para ser mamá de un adolescente, diciéndome 'oye tenés que tener cuidado con esto, porque el hijo no va a ser tu reflejo ni va a hacer lo que vos querés'.
Es algo que a mi mamá le costó, a mi papá le costó y lo fueron aceptando lentamente, pero fue un proceso doloroso para todos. Cuando voy a Universidades y hablamos de esto, se me acercan personas muy jóvenes, sobre todo mujeres, y me dicen ahora entiendo por qué lloraba y lloraba cuando leía su libro, es que me contó la relación con mi mamá.
Damaris comienza a sentir rencor, rabia, frustración, no está siendo una buena madre, y surge otro de los temas clave: la culpa, ¿cómo opera?
Ella tiene una infancia muy fuerte, crece con una culpa que muchos hijos tienen. Por eso siente el deber de ser buena, trabajadora, tener todo limpio y perfecto, para demostrarle al mundo su bondad. Nunca explora su lado oscuro, a diferencia de su prima, que tiene la sombra muy desarrollada.
Y está el abandono también, de su papá a quien no conoció, de su mamá que tuvo que irse a trabajar a Buenaventura, de su tío, su tía.
Su marido no la abandona, pero es un poco violento, verbal y psicológicamente, se burla de ella, se va días enteros y la deja sola. Entonces adopta una perra, que se supone que es el animal más fiel del universo y la perra la abandona también. Entonces, por algún lado, esa oscuridad tenía que salir y bueno, le salió de la peor forma.
¿Cómo explorar nuestro lado oscuro?
He hecho terapia y he leído muchos libros y creo que hay que conectarse con el lado de sombra y sacarlo de modos lo más sanos posibles. Pienso que hay que sentir rabia, creo que la tristeza está bien, que los sentimientos de odio hay que incorporarlos, reconocerlos, nombrarlos y darles un lugar.
¿Cuál?
Yo no escribo del lado de la luz, sino del de la oscuridad. Cuando vivía en la selva conocí a varios asesinos, pero uno me impactó, era un hombre que había picado a su hermano con un machete.
Un buen padre, un gran trabajador, buen amigo, pero había matado a su hermano. Descubrí que los asesinos no son villanos y que personas normales, como nosotros, como Damaris, con buenas intenciones, tenemos esa oscuridad y somos capaces de actos terribles.
Cuando mi hijo nació, esas primeras semanas fueron dificilísimas, tenía la cicatriz de la cesárea, estaba sangrando, el bebé lloraba y sólo quería tomar teta, uno no sabe si lo está haciendo bien, son semanas sin dormir y con ese cansancio, no estás en tu cabales.
Y eso que yo tenía pareja, apoyo, era una señora grande, sin problemas económicos, pero a veces pensaba 'esto es terrible'. En ese momento entendí a las mujeres que matan a sus bebés y cómo eso puede llegar a pasar.
¿En serio?, ¿y cómo pasa?
Si tienes depresión post parto. Yo veía a Salvador, mi hijo, y lloraba, veía un comercial con un perrito y lloraba. Si quedas embarazada y no querías, no tienes apoyo, ni pareja, ni dinero y sufres un desequilibrio hormonal, creo que eso puede pasar.
Ya no me parecieron unas mujeres que estaban en un lugar lejanísimo, pude mirarlas a los ojos y entenderlas.
¿Qué piensas de esas vidas tan duras y desesperanzadas como la de Damaris?
Viviendo en la selva me di cuenta de los grandes privilegios que he tenido comparada con muchísimas mujeres, pero más con una mujer negra del Pacífico colombiano.
Cuando estaba explorando a la protagonista de la historia, no sabía si hacer que fuera una mestiza del interior como yo, que se va a vivir allá porque es triple jipi chocoloca o si hacerla una mujer negra, porque como no lo soy ¿qué derecho tenía a usurpar esa voz?
Pero si la mujer era como yo habría tenido alternativas: ir a la ciudad, ver un médico, saber quién tenía los problemas de fertilidad, hacerse un tratamiento o adoptar. Pero si era una negra, como Damaris, no tenía nada, solo la naturaleza.
Tu cumpliste tu deseo, ¿cómo ves ahora a las mujeres que no pueden tener hijos?
Tuve dos amigas y en ellas me inspiré mucho. Una logró adoptar, fue madre y entonces está tranquila.
La otra se hizo todos los tratamientos de fertilidad y no le resultaron, tampoco la adopción. Creo que ella tuvo muchas frustraciones y que a esta edad está empezando a reconciliarse con la idea de que no pudo ser madre. Para mí fue muy difícil cuando tuve que decirle que estaba embarazada.
¿Cómo han recibido el libro tus lectores?
Me han dado muchísimas satisfacciones. Las mujeres leen sobre los sentimientos encontrados de la maternidad que no son sólo luz.
También ha habido lecturas que me han sorprendido, sobre todo de hombres, el libro les habla desde lugares extraordinarios. Un lector me dijo que era un canto a la libertad, por esa perra que quería rebelarse a su madre y hacer lo que le daba la gana.
¿Y tú con quién te identificas con Dámaris o con la perra?
Yo soy las dos y también Rogelio y la prima, yo soy todos.
Pero tu te fuiste e hiciste lo que te dio la gana ¿no?
Yo soy esa hija y como madre, espero nunca ser Damaris.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 7 y el 10 de noviembre de 2019.