"Estaba desahuciada, mi cuerpo estaba tan débil que pensé 'solo quiero terminar la obra antes de morir'".
Gillian Genser es una escultora de Toronto, Canadá, que llevaba años combatiendo graves síntomas de lo que estimaba era una enfermedad autoinmune.
Pero nunca se había sentido tan mal como cuando empezó a trabajar en una escultura que representaría a Adán, el "primer hombre".
"Me sentaba frente a la pieza y pensaba: 'mi vida ha terminado'", dijo a la BBC. Aún así, estaba determinada a completar la escultura, que luego se enteraría que era lo que la estaba matando.
El complejo arte de Genser incorpora una variedad de materiales naturales como conchas, corales, huesos, cuernos y calaveras de animales que recopila de fuentes éticas.
"Tengo un gran amor por la naturaleza. Es tantas veces más hermosa que cualquier cosa que un artista pudiera crear".
Durante 15 años, trabajó en una escultura de Adán, utilizando un elemento que le pareció perfecto: conchas de mejillón azul que habita en las aguas de la costa Atlántica de Canadá y que compraba al por mayor en el Barrio Chino de Toronto.
"Las conchas de los mejillones eran perfectas para hacer a Adán. Las estrías reproducen de una manera tan hermosa las fibras de los músculos".
Como artista consciente del medio ambiente, estaba encantada al esculpir con una sustancia tomada directamente del ecosistema cercano. Además, había un juego de palabras que le divertía: "que los músculos estén hechos de moluscos".
Pero durante la creación de su obra, la salud de Genser empezó a decaer rápidamente. Para cuando ya iba a terminar la escultura, dice, tenía todos los síntomas de demencia severa, dolores que la inmovilizaban, problemas del habla y pérdida de memoria.
"No podía seguir una línea de pensamiento, tenía confusión espacial, así que no podía imaginarme cómo rotar un elemento ni entender dónde lo podía colocar. Lo ponía al revés o boca abajo", explicó.
"Estaba iracunda, perturbada, ansiosa, desesperanzada y con desesperantes instintos suicidas".
Arsénico y plomo
Consultó con una larga lista de especialistas en salud neurológica y psiquíatra que le recetaron medicamentos antipsicóticos y antidepresivos, pero nada parecía ayudarle.
Al final, le diagnosticaron envenenamiento con metales pesados. Tenía niveles altos de arsénico en su organismo y después le encontraron plomo.
Pero, ¿cuál era la fuente del envenenamiento?
"Para ser justa con mis médicos, ellos siempre me preguntaban si trabajaba con materiales que fueran tóxicos", confesó. "Yo siempre les decía que no, que todos eran materiales completamente naturales".
Los expertos después determinaron que las culpables eran las conchas de los mejillones. Los mejillones atraen y acumulan los metales que se encuentran en el agua. Son unos de los organismos más venenosos que hay.
Como cada estría de la musculatura de la escultura de Adán estaba siendo replicada en finas lonjas de concha, Genser limó durante años literalmente miles y miles de conchas.
El polvo de esas limaduras de concha quedó despedido en el aire y la artista estuvo expuesta durante años a las toxinas presentes.
Le pareció irónico, ya que en su obra quería expresar con elementos naturales la distorsionada relación entre el humano (en este caso el "primer hombre") y el medio ambiente.
Pero sintió que no podía abandonar la escultura y dejarla inconclusa.
"Para entonces todos los días llegaba hasta la puerta de mi estudio llorando, pues sabía que me estaba envenenando. Pero no podía dejar la obra sin terminar", expresó.
Desde que completó Adán, Genser ha estado trabajando en otras piezas. Pero continúa viviendo con algunos de los efectos del envenenamiento.
Aunque ya no trabaja con conchas de mejillones, todas sus obras siguen siendo compuestas por materiales que son tóxicos a algún nivel y debe tener mucho más cuidado, al respecto.
"No puedo dejarme llevar por el camino del arrepentimiento. Tenemos que seguir adelante y no mirar atrás".
"Si así es como mi vida se desarrolló, pues que así sea", concluyó.