"Como muchas mujeres, no me revisé los senos. Pensé, 'a mí no me va a suceder, soy una cirujana de cáncer de mama'".
Al final, Liz O'Riordan tuvo que abandonar la carrera para la cual se había entrenado durante 20 años después de que ella misma fuera diagnosticada con cáncer de mama.
En 2015, a la edad de 40, tuvo una mastectomía y, en mayo pasado, tuvo una recaída.
La doctora O'Riordan pensó que practicaría la cirugía oncológica por lo menos 20 años, pero terminó trabajando en ello sólo dos años.
La radioterapia para su segundo tratamiento contra el cáncer la dejó con movimiento limitado en el hombro, lo que la llevó a tomar la "emocionalmente difícil" decisión de dejar de operar.
Antes de que fuera diagnosticada, la doctora O'Riordan había detectado bultos que resultaron ser solo quistes, mientras que una mamografía tomada seis meses antes había mostrado senos saludables.
Pero otro bulto se desarrolló y su madre la instó a que se lo revisara. La cirujana, que vive en Bury St. Edmunds, al noreste de Londres, supo inmediatamente cuál era su prognosis.
"La mayoría de los pacientes reciben la información a cuentagotas. Yo vi mi escaneo y supe que necesitaría una mastectomía, supe que probablemente necesitaría quimioterapia porque era joven y me aventuré a pronosticar mis probabilidades de estar viva en 10 años, todo en un instante".
La doctora O'Riordan, que ahora tiene 43 años, señaló que no muchos médicos desarrollan las enfermedades en las que se especializan; por lo menos a nadie le había pasado en su departamento del Hospital Ipswich.
Al comienzo estaba "aterrorizada" y muchas preguntas le dieron vuelta en la cabeza.
"¿Cuánto podré compartir con mi esposo y mis padres? ¿Cómo dejar de ser una cirujana de cáncer para simplemente ser una paciente?
Aunque sabía qué era lo que le estaba sucediendo físicamente, no tenía idea de lo que verdaderamente sería la experiencia de tener la enfermedad.
"Sé cómo decirle a alguien que tiene cáncer de mama. No sabía lo que significaba secarme las lágrimas, salir de la clínica, atravesar la sala de espera, pasar por el corredor del hospital para salir al estacionamiento y empezar a gritar".
Después de discutirlo con su esposo Dermot, decidió anunciar su enfermedad a sus 1.500 seguidores en Twitter, quienes mayoritariamente la conocían por su amor a hornear, correr triatlones y su profesión.
Las redes sociales, dijo, terminaron siendo un salvavidas y recibió una "efusión de apoyo".
"Fueron las pacientes las que me enseñaron a lidiar con la situación", recuerda.
"Siempre hay alguien despierta a las tres de la mañana para hablarte cuando estás con el sistema lleno de esteroides".
Las redes sociales también la pusieron en contacto con otros profesionales de la medicina que tienen cáncer y, desde entonces, ha armado un grupo en WhatsApp para médicos con la enfermedad.
Después del tratamiento para su primera incidencia de cáncer, O'Riordan regresó a trabajar como cirujana en el Hospital Ipswich. Pero dijo no haber imaginado lo "emocionalmente difícil" que sería.
Explicó que, debido a que ella misma había tenido cáncer, pensó que podría ayudar a la gente de una forma diferente.
"Pero fue una de las cosas más difíciles que jamás he hecho", afirma.
"Cuando estás dando malas noticias y diciéndole a una mujer que tiene cáncer, es algo muy duro en la mejor de las situaciones, pero yo lo estaba volviendo a vivir, y me podía imaginar con mi esposo y cómo nos debimos ver cuando nos descorazonamos al escuchar la noticia", agrega.
"Estás tan desesperada por conectar con alguien que haya pasado por la misma experiencia, pero no podía, ellas eran mis pacientes".
Añadió: "Después de mi mastectomía quedé con dolor y de repente me encontré operando, estaba muy consciente de que les estaría dando el dolor que yo sentía y no quería hacer eso, y eso fue muy, muy difícil".
También explicó cómo le quedaba difícil participar en las reuniones semanales en las que se discutían las prognosis de las pacientes.
"En mi primera reunión de regreso, mi primera paciente básicamente tenía el mismo cáncer que yo. Era de mi misma edad, tenía mi cáncer con diferencia de un milímetro, era yo sobre el papel", recuerda.
"Escuché a todos mis colegas decir 'eso es muy malo'".
En 2018, el cáncer de la doctora O'Riordan regresó en la misma axila. Se le encontró cuando le hicieron un escaneo antes de retirarle el seno reconstruido que le estaba causando mucho dolor.
Eso condujo a una segunda dosis de radioterapia en la misma zona, "algo raramente practicado".
Le advirtieron que posiblemente no podría mover su brazo adecuadamente después pero, que si no se sometía a una cirugía, el pronóstico era lúgubre.
El resultado fueron más cicatrices, fibrosis y anclaje de los tejidos suaves que, en efecto, redujeron el movimiento en su hombro y la dejó con menos fuerza en el brazo.
Resaltó que sus empleadores hicieron todo lo posible para que pudiera retomar su carrera por segunda vez.
"Tuve fisioterapia intensa. Consulté a un cirujano ortopédico porque es muy impactante decir 'he invertido 20 años de mi vida, los grados, y los doctorados, los exámenes y los cursos que he tomado para volverme una experta en lo que amo, y no lo podré volver a hacer'", dice.
"Puedo llevar a cabo mi vida diaria, pero poder operar con fiabilidad, eso nunca volverá a pasar".
Para entonces, la doctora también sintió la necesidad de tener "tiempo libre de cáncer", teniendo en cuenta que el haber regresado al trabajo antes de la recaída de la enfermedad había sido traumatizante.
Además, el riesgo de que el cáncer regresara otra vez era más alto que antes y había peligro de que se manifestara en alguna otra parte.
Después de unos cuatro meses tomó la decisión de terminar con su carrera como cirujana.
"Fue un momento agridulce y muy, muy difícil decir adiós".
Irónicamente, ahora se dedica a aconsejar a las pacientes de sus derechos de regresar al trabajo después de tener cáncer.
La doctora O'Riordan, cuyo esposo es un cirujano especialista, se considera "con suerte" de poder trabajar sin necesidad de que le paguen.
Recientemente empezó como embajadora voluntaria para la causa social (Trabajando con Cáncer), una organización que le había dado consejos sobre sus derechos, cuando decidió regresar al trabajo en 2017, después de su primer tratamiento contra el cáncer.
Un director temporal del hospital le había dicho en ese entonces que la esperaban de vuelta en el trabajo en un proceso gradual a lo largo de cuatro semanas.
"Todavía estaba sufriendo de fatiga y tratando de que mi cerebro funcionara otra vez", comentó O'Riordan.
"No me di cuenta de que si has tenido cáncer, eres catalogada como legalmente discapacitada, según el Acta de Igualdad y que tus empleadores tienen que hacer ajustes razonables para permitirte regresar al trabajo".
"Muchas personas están desesperadas por reanudar sus vidas después de tener cáncer, pero puede resultar muy difícil encontrar el camino otra vez y muchos empleadores no saben cómo ayudar a pacientes con cáncer o si es algo que deben hacer".
La doctora O'Riordan indicó que la mayoría de los asesores en Working with Cancer han tenido la enfermedad y "saben de qué se trata".
Además de ofrecer información sobre sus derechos, preparan al personal y a los empleadores para enfrentar los obstáculos emocionales.
Como resultado de su quimioterapia, la doctora O'Riordan tenía el pelo corto y rizado.
La persona que la estaba asesorando le preguntó: "¿Que vas a hacer cuando la gente no te reconozca?".
Ella no le prestó atención a esa noción hasta el día que se dio cuenta que un colega le hablaba sin haberla reconocido.
La preparación que recibió con Working with Cancer le ayudó mucho a evitar momentos incómodos.
Antes de regresar al trabajo le envió un correo electrónico a su superior y le explicó que estaba dispuesta a hablar sobre su enfermedad con sus colegas, pero no durante las horas de trabajo.
"Tienes derecho a exigir que hagan las cosas más fáciles para ti. No te pueden despedir porque eso sería discriminación".
La excirujana resaltó que su trabajo como embajadora le había ayudado a encontrar de nuevo un sentido de propósito.
"Como cirujana especialista yo ayudaba a 70, tal vez hasta 100 mujeres al año que tenían cáncer de mama".
"Pero a través de mi libro, mis blogs, mis charlas y de ser embajadora de Working with Cancer, puedo ayudar a cientos, miles de mujeres".