Cómo la erupción de un volcán inspiró la invención de la fórmula para bebés, para bien y para mal
Sonó como un cañonazo. Pero, ¿de dónde venía? Probablemente eran piratas. El Benares, un barco de la Compañía Británica de las Indias Orientales, estaba atracado en Macasar, en la isla indonesia de Célebes. Su comandante dio la orden de zarpar y cazarlos.
A cientos de kilómetros de ahí, en otra isla indonesia -Java- los soldados en Yogyakarta también escucharon el estruendo del cañón.
Su comandante asumió que la ciudad más cercana estaba siendo atacada; marchó con sus hombres inmediatamente en esa dirección. Pero no encontraron los cañones, sólo a otras personas preguntándose qué era ese ruido.
Tres días más tarde, el Benares seguía sin encontrar a los piratas.
Coctel mortal
Lo que habían oído fue la erupción del volcán Monte Tambora, a más de mil kilómetros de Yogyakarta.
Es difícil imaginarse cuán aterradoras debieron ser las explosiones para quienes estaban cerca.
Un coctel de gas tóxico y rocas licuadas rugieron al deslizarse por las laderas del volcán a la velocidad de un huracán.
Mató a miles.
Monte Tambora quedó 1.200 metros más bajo que antes de la erupción.
Y se llevó el Sol
El año era 1815. Poco a poco, una vasta nube de ceniza volcánica se esparció por el hemisferio norte, bloqueando el sol.
En Europa, 1816 fue "el año sin verano".
Las cosechas se arruinaron; la gente, desesperada, comía ratas, gatos y pasto.
En la ciudad alemana de Darmstadt, el sufrimiento de ese años dejó una marca indeleble en un niño de 13 años de edad.
Al joven Justus von Liebig le fascinaba ayudar a su padre en su taller, preparando pigmentos, pinturas y barnices para vender.
De grande fue químico, uno de los más brillantes de su época.
La experiencia de ese año sin verano lo impulsó a hacer descubrimientos que pudieran evitar hambrunas.
Liebig hizo unas de las primeras investigaciones sobre fertilizantes.
Además, fue un pionero de la ciencia de la nutrición, el análisis de la comida en términos de grasas, proteínas y carbohidratos.
Inventó el extracto de carne de res y algo más...
La fórmula para bebés
Lanzada en 1865, la Comida Soluble para Bebés de Liebig era un polvo que contenía leche de vaca, harina de trigo, harina de malta y bicarbonato de potasio.
Fue el primer sustituto comercial para la leche materna producto de un riguroso estudio científico.
Como Liebig sabía, no todas las madres podían amamantar. De hecho, no todos los bebés tenían una madre: antes de la medicina moderna, alrededor de uno de cada 100 partos mataba a la madre.
Para esos niños sin madre antes de la fórmula, las familias que podían pagar empleaban nodrizas, una profesión respetable para chicas trabajadoras, que cayó víctima del invento de Liebig.
Otros usaban una cabra o una burra. Muchos le daban a sus infantes pap, una papilla hecha con pan y agua, en receptáculos difíciles de limpiar, por lo que se llenaban de bacteria.
Los índices de muerte infantil eran altos: a principios del siglo XIX, sólo 2 de cada 3 bebés que no eran amamantados vivía hasta su primer cumpleaños.
Para achicar la brecha
La fórmula de Liebeg llegó al mercado en un momento propicio. La teoría de gérmenes cada vez se entendía mejor y el chupón de caucho acababa de ser inventado.
El atractivo de la fórmula rápidamente conquistó también a las mujeres que podían amamantar. La Comida Soluble para Bebés de Liebig democratizó un estilo de vida que hasta entonces sólo tenían los adinerados.
Es un estilo de vida que sigue influyendo el entorno laboral moderno.
Para muchas madres que quieren o tienen que retornar a sus empleos, la fórmula infantil es bendita. Y con razón.
Recientemente, un equipo de economistas estudiaron las experiencias de poderosos hombres y mujeres graduados del programa de maestría de la Universidad de Chicago que entraron en los mundos de asesoría y altas finanzas.
Al principio, las mujeres tuvieron experiencias similares a las de los hombres pero con el tiempo se abrió una enorme brecha en las ganancias. ¿El momento crítico? La maternidad.
Las mujeres tomaron tiempo para ocuparse de sus hijos y sus empleadores les pagaron menos. Irónicamente, era más probable que los hombres tuvieran hijos que las mujeres, pero no cambiaban sus patrones de trabajo.
800.000 muertes anuales
Hay razones tanto biológicas como culturales por las que las mujeres tienden a dejar temporalmente sus puestos de trabajo cuando tienen bebés.
No podemos cambiar el hecho de que las mujeres tienen vientres, pero podemos tratar de cambiar la cultura de los lugares de trabajo.
Cada vez más gobiernos están siguiendo el ejemplo de Escandinavia dándoles a los padres el derecho legal de tomarse tiempo libre, y la leche de fórmula hace más fácil que un papá se ocupe de los niños.
Por supuesto que está la opción del extractor de leche, pero es más complicado.
Sin embargo, hay un grave problema: la leche de fórmula no es buena para todos los niños.
Eso no es sorprendente: la evolución, después de todo, ha tenido miles de generaciones para optimizar la receta de la leche materna. La fórmula no llega a ser tan buena.
Los niños alimentados con fórmula se enferman más a menudo, lo que lleva a gastos por tratamientos médicos y padres faltando al trabajo.
Pero lo más triste es que también lleva a muertes: unas 800.000 al año que amamantar habría prevenido.
Justus von Liebig quería salvar vidas: esto lo habría horrorizado.
US$300.000 millones anuales
La formula para bebés tiene otro costo económico menos obvio: hay evidencia de que los bebés amamantados crecen con coeficientes intelectuales un poco más altos, unos tres puntos.
Y el beneficio de hacer a toda una generación de niños un poco más inteligente es, según la revista científica The Lancet, unos US$300.000 millones al año. Eso es varias veces el valor del mercado de leche de fórmula global.
Muchos gobiernos tratan de promover el amamantamiento. Pero nadie devenga ganancias rápidas con ello. Vender fórmula, en contraste, puede ser lucrativo. ¿Qué has visto más últimamente: publicidad para vender leche en polvo o anuncios promocionando los beneficios de amamantar?
Esos anuncios de fórmula siempre han sido polémicos, entre otras porque se puede alegar que es más adictiva que el tabaco o el alcohol, por el hecho de que cuando una madre deja de amamantar, su leche se seca. No hay cómo dar reversa una vez tomada la decisión.
Liebig nunca dijo que su Comida Soluble para Bebés era mejor que la leche de pecho; sólo dijo que la hizo tan nutritivamente similar como le fue posible.
Pero inspiró imitaciones y estas no eran tan escrupulosas.
Para los 1890, los anuncios publicitarios para la leche de fórmula rutinariamente las pintaban como lo más vanguardista, mientras que los pediatras empezaban a notar índices más altos de escorbuto y raquitismo entre la descendencia de las madres que le habían creído a la propaganda.
¿Vuelven las nodrizas?
La controversia llegó a su punto más álgido en 1974, cuando el grupo activista contra la pobreza War on Want publicó un panfleto llamado "El asesino de bebés" sobre cómo Nestlé vendió leche de fórmula en África; los boicoteos duraron años.
Para 1981 había un "Código internacional de comercialización de sustitutos de la leche materna", pero no es una ley y muchos dicen que es ampliamente desacatado.
¿Qué tal si hubiera una manera de tener lo mejor de ambos mundos: interrupciones temporales laborales iguales para padres y madres y leche materna para infantes, sin la complicación de los extractores de leche?
De pronto la hay, si no te importa llevar a las fuerzas del mercado a su conclusión lógica.
En Utah, EE.UU., hay una compañía llamada Ambrosia Labs. Le paga a mamás de Cambodia para que expresen su leche, revisa la cualidad y se la vende a madres estadounidenses.
Es costosa, unos US$100 por litro. Pero el precio podría bajar con ventas a gran escala y quizás podríamos imponerle un impuesto a la fórmula para bebés para financiar un subsidio para el mercado de leche materna.
El invento de Justus von Liebig significó la muerte de la profesión de las nodrizas; quizás la cadena global de suministro la resucite.
Este artículo es una adaptación de la serie de la BBC "50 cosas que hicieron la economía moderna". Abajo encontrarás otros episodios de la serie.