La actriz británica Noma Dumezweni, que se hizo conocida por interpretar una versión adulta de Hermione Granger en la obra de teatro "Harry Potter y el legado maldito", dice que las mujeres necesitan aprender a estar enojadas.
La intérprete, que ganó un premio Olivier y fue nominada a un Tony por el papel que interpretó tanto en Broadway como en el West End de Londres, es una de las 100 Mujeres 2018 elegidas por la BBC.
Aquí escribe sobre su propia experiencia con el enojo.
He aprendido mucho interpretando el personaje de Hermione en el escenario en los últimos años. Aunque generalmente es una persona calmada, sensata, justa y empática, Hermione sabe cómo usar la ira de manera efectiva cuando es necesario.
La ira de Hermione es algo hermoso, lo muestra más a través de su lealtad y amor, especialmente cuando está enamorada y tratando de entender lo que le pasa.
Ella le pide a aquellos a quienes ama que sean mejores. Les pone una vara alta porque tiene fe en que pueden alcanzarla. Lo cree ferozmente. Y ella estará allí cuando lo hagan.
A lo largo de mi casi medio siglo de vida puedo contabilizar tres veces en las que sentí absoluta rabia, lo que me generó profundos sentimientos de vergüenza.
La primera vez fue un enojo provocado por la típica inseguridad de la infancia.
Fue cuando empecé la escuela secundaria y canalicé toda mi ansiedad hacia otra chica a la que le grité mientras los demás se burlaban de ambas.
La segunda vez fue provocada por la frustración de descubrir mi identidad cuando era adolescente.
Le grité a mi madre, porque no pude articular de ninguna manera que fuera amable lo perdida que me sentía, algo por lo que la culpaba a ella.
El recuerdo que tengo es de sentir una energía como el de una llorona emanando de mí mientras ella estaba sentada tan triste y aturdida.
El último episodio -esta vez como adulta- fue con mi ex.
Poner fin a una relación de 20 años puede ser muy doloroso y puede convertir las palabras en veneno.
Ahora puedo ver que estos fueron puntos de ebullición, ira interior que se acumuló lentamente y que brotó cuando fue activada por un momento a veces aleatorio, como la forma en que percibí un abrazo, un suspiro o una risa.
Cuando uno no se quiere mucho, todo parece un ataque, una confirmación de los pensamientos de uno. Y debido a que no estaba bien anclada en mí misma, arremetí contra otros.
Y fue entonces cuando la vergüenza se filtró y se apoderó de mí.
Como la mayoría de las mujeres de mi edad, me criaron para no enfadarme. No quería que me vieran como la que ocupaba espacio: me criaron para que los demás se sintieran cómodos antes de que yo pudiera expresar mi opinión.
Hasta hace poco no entendía qué forma y energía podía tomar mi ira. Se sentía como si saliera rota.
Afortunadamente, a medida que envejezco, siento una mayor sensación de claridad sobre dónde está arraigada mi ira. También me estoy permitiendo sentirla.
Creo que hay varias razones para este cambio.
Siento que he llegado a un punto en mi vida en el que finalmente confío en mí misma para saber cuáles son mis necesidades y deseos, y si no se cumplen, confío en el enojo que siento. Es honesto.
También tengo una hija de 11 años. Con el fin de cumplir correctamente mi papel como madre y guía, trato de comprender sus propios momentos de ira y ayudarla a descubrir lo que necesita.
¡Los sentimientos abarcan todo, especialmente en el camino a la adolescencia! Lo que espero que ella aprenda de mí es a no aplastarlos. A dejarlos pasar y entender que están ahí por una razón.
Y soy una mujer negra africana. Si me pones ese mote cansador, viejo, aburrido, poco imaginativo y francamente repugnante de "mujer negra enojada" ("angry black woman"), sé que no me conoces. No soy un estereotipo.
Es probable que una mujer negra que comparte su punto de vista con cualquier tipo de emoción sea un desafío para quienes lo presencian, especialmente aquellos que no tienen la misma experiencia de vida.
Lo que he aprendido es que si reprimes tu ira a través del miedo o la pasividad, puede explotar, y seguramente lo hará.
La generación más joven me está haciendo sentir orgullosa en este frente. No ponen excusas por cómo se sienten. Ya no existe la sensación de que los niños deben ser vistos y no escuchados: eso lleva a la terapia.
Cuando se anunció que me eligieron para interpretar a Hermione en "Harry Potter y el legado maldito", algunas personas tuvieron un problema con eso.
Y parecía haber una expectativa de que yo estaría enojada por esa reacción negativa.
Pero debido a que mi sentido de identidad no estaba en peligro, y que recibí el apoyo de quienes trabajaban conmigo, pude dar un paso atrás y no engancharme con los prejuicios de otros.
Pude conservar mi ira para usarla como una fuerza poderosa y positiva.